Uno de los más inmorales y perniciosos atentados cometidos contra la vida y la hacienda de los españoles lo constituye, a mi entender, el malhadado Estado de las Autonomías, tan torpemente incorporado, a través del Título Octavo, a la nefanda Constitución de 1978.
Si la unidad es siempre deseable dentro de cualquier Estado, en España, una sociedad tan precaria políticamente como justita de energías colectivas, resulta imprescindible. Cuando la tendencia natural de las sociedades políticamente sanas es hacia la unión y eventualmente a su integración en entidades más amplias, asistimos en España a su debilitamiento y disgregación progresiva.
En vista de que la posibilidad de crear unos Estados Unidos de Europa parece alejarse cada vez más, en España, los partidos políticos, cuya vocación cantonalista se acentúa de día en día, se han propuesto crear los Estados Desunidos de España. Si los partidos políticos, constituyen el cáncer en el corazón del Estado, el sistema autonómico, que se ha convertido en la principal agencia de colocación de los partidos y de los sindicatos, representa las metástasis en el cuerpo de la nación.
Los partidos, operando en régimen de monopolio, y en virtud de la «siniestra tríada» que rige su funcionamiento –el sistema de listas electorales, la ausencia de democracia interna y su extravagante y abusivo sistema de financiación– se han adueñado del Estado español y, para colmo, lo han dividido arbitrariamente en 17 porciones para su mejor explotación.
La multiplicación del gasto público y el déficit consiguiente del Estado, generado por estas onerosas, improductivas e inútiles entidades, que se han rodeado de una miríada de empresas públicas inservibles, ha ocasionado una deuda insoportable, con cargo a las instituciones financieras nacionales e internacionales, imposible de devolver, a pesar del aumento injusto e intolerable de los impuestos y los recortes en servicios sociales básicos a los ciudadanos.
El atropello político y el expolio económico que han producido las autonomías es uno de los crímenes más grandes perpetrados contra España, ya que al paso que arruinan el Estado y a los propios ciudadanos alimentan el secesionismo allí donde solo existía embrionariamente o lo despiertan donde no lo había.
Cualquier insensatez es posible en el Estado de las Autonomías, esa herida abierta por la que se desangra nuestra atribulado país.
José María Aguilar Ortiz
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