Pero en España las cosas pintan de una manera muy distinta, esto es una oligarquía de partidos, nada que ver con una democracia participativa donde los ciudadanos tienen siempre la última palabra, aqui el ciudadano está excluido por tradición porque representa un elemento de perturbación política, el ciudadano solo tiene derecho a votar cada cuatro años y si te he visto no me acuerdo.
Además de oligarquía de partidos conviene recordar algunos rasgos que caracterizan a nuestro sistema corrupto. Uno de ellos, también tradicional, es la falta de representatividad de nuestras instituciones, desde el gobierno hasta el propio Congreso, alma y núcleo de cualquier democracia parlamentaria y, por tanto, lo que debería ser su mayor institución representativa, resulta que no es nada representativo porque el 80% de sus miembros provienen de la burocracia de la función pública, son funcionarios de nivel A, lo cual implica que ven a la sociedad desde un punto de vista funcionarial que dificilmente les hará comprender porque cierran las empresas, porque si no hay crédito no hay empresas que funcionen y porque todo ello genera la tasa de paro más alta de toda Europa.
Un problema ancestral este de la funcionarización de la política que en otros países de Europa desincentivan el salto a la política imponiendo limites a los funcionarios y costes para los empleados públicos que quieren regresar a la carrera funcionarial después de su actividad política. El caso español es paradigmático, como señala Victor Lapuente, no solo no se penaliza sino que se premia a los funcionarios que dan el salto a la política. Se puede decir que es una lotería en la que tienen todas las de ganar, si no les sale bien siempre podrán volver a su puesto de trabajo cuando lo deseen porque se lo vamos a guardar a modo de confortable red protectora.
Como consecuencia, en países como España no existe mejor plataforma para entrar en la política profesional que ser funcionario. Aquellos que deberían ser más neutrales y prestar los servicios públicos de la forma más imparcial son aquellos que tienen más facilidades para hacer carrera política. Este hecho, único en España, puesto que como he dicho, eso está abolido en el resto de Europa, hace que un gobierno y un Congreso formado por burócratas tengan una visión muy distinta y distorsionada de como solucionar las crisis económicas que se producen en terrenos que ellos no dominan.
Nuestra política tiene que estar representada por quienes son la sociedad, los que sufren sus embates, los que crean, progresan, trabajan, evolucionan, inician proyectos de vida, proyectos empresariales, de trabajo, sociales etc… pero nunca los que desde un despacho público no saben cual es la realidad del día a día porque no la sufren y porque no tienen que depender de su ingenio para ganarse el dinero y hacerlo ganar a los demás. Las llamadas puertas giratorias que permiten que estos burócratas estén yendo y viniendo de la política a consejos de Administración de grandes bancos, grandes empresas etc… son el caldo de cultivo del nepotismo.
El ejercito de individuos que pueblan la administración, que asfixian al ciudadano, que lo expolian, lo esquilman y lo saquean tiene que acabar de una vez por todas para que esto pueda funcionar, aún a sabiendas de que acabar con todo ello es acabar con el propio sistema de corrupción y de privilegios, pero hay que hacerlo y no esperar sentado como hace Rajoy, a ver si amaina y podemos seguir chupando del bote 100 años más.
Regenerar la política pasa porque en ella puedan participar todos los ciudadanos y no una casta privilegiada cuyo campo de reclutamiento es la función pública. Son siglos de tradición donde el Estado es propiedad de una Santa Alianza formada por la élite burocrática, la oligarquía financiera y el gran empresariado, esto tiene que acabar, ni procesos constituyentes ni hostias en vinagre, que más da si luego tenemos a los de siempre en las instituciones, lo que hay que hace es explicar que clase de sociedad queremos y dejarnos de fabricar ciudadanos “legales” desde una constitución y crear más ciudadanos racionales, los primeros serán lo que el Estado quiera que sean, los segundos serán lo que quieran ser ellos. Más educación y menos leyes.
muy bien.
salvo que el pueblo puede acabar designando a zoquetes mentales tales que al final es su posterior reconocimiento de inutilidad el que les hace dar todo el poder a quien lleva en el puesto tecnico mucho tiempo, pues total, ellos siempre lo harian peor, y total, la gente por lo que sea siempre elige al zoquete, pero que le agita y le fuerza pues al final, no se plantean las decisiones en el plano de no fallar el maximo, sino de acertar el maximo, y ahi siempre son traicionados los ciudadanos.