Ayer conseguí llegar a mi casa, en el norte de la provincia de Gerona, 23 horas más tarde de lo que tenía previsto. Entre medias, tuve que pasar una noche en Barcelona, intentando escarbar información útil de los refractarios trabajadores de diversas compañías y servicios (RENFE, Barcelona Bus, ACESA, Servei Català de Trànsit, etc). Cuando al día siguiente, ayer, por fin se abrió la AP-7 y fui a la estación de autobuses de inmediato, había tal acumulación de gente para coger el único autobús que saldría hacia Figueres 6 horas más tarde que comprendí que estaba condenado a pasar otra noche (o noches) en Barcelona. Así que cuando un chico francés pasó diciendo que quién quería compartir un taxi hacia el aeropuerto de Gerona no lo dudé un momento.
Llegar al aeropuerto de Gerona fue sencillo (la autopista estaba bien en ese tramo); llegar del aeropuerto a Gerona también (sencillo, que no barato). La llegada a Gerona parecía sacada de un film apocalíptico holliwoodense: coches caídos por las cunetas (algunos volcados), árboles arrancados, nieve y hielo, la mitad de la ciudad sin luz, fantasma, abandonada (el aspecto de la estación de trenes era tétrico) y como consecuencia de la falta de fluido eléctrico la cobertura de los móviles era intermitente e intentar hacer una llamada a un teléfono fijo requería de varios intentos; a otro móvil era imposible. Una vez en Gerona, casi por casualidad conseguí subir en un autobús a Figueres (fletado por RENFE) para verme una hora más tarde atrapado en una cola de más de 30 kilómetros de largo (causada por los camiones que salían por fin de los aparcamientos de La Jonquera, una vez que la frontera está abierta), atasco en el que nos tuvimos que quedar durante más de hora y media, faltando sólo dos kilómetros para llegar a la salida de Figueres… En fin, un caos.
Explico esta anécdota personal, seguramente semejante a otras vividas por mis lectores, porque me ha hecho reflexionar sobre la fragilidad de nuestro sistema, y en particular de la zona en la que yo vivo. A día de hoy, hay aún 50.000 abonados en la provincia de Gerona sin luz (probablemente uno de ellos un compañero que se quedó sin agua ni luz hace dos días, y que como vive en un pueblo pequeño seguramente que su caso no es prioritario) y la vía férrea que une Barcelona con la frontera sigue cortada por la caída de la catenaria en varios puntos y falta de suministro eléctrico. Podría ser peor: ayer por la mañana eran 220.000 los abonados sin luz y la autopista estaba cortada por la caída de cables de alta tensión.
Pero ahora pensemos: ¿qué pasará cuando la energía sea un bien escaso? ¿Qué pasará cuando no podamos desplazar rápidamente maquinaria pesada a puntos recónditos para levantar rápidamente torres caídas? ¿Qué pasará cuando, da igual el precio, no podamos llevar helicópteros a tender cables de alta tensión en parajes recónditos? ¿Cuando el mantenimiento sea más escaso y desidioso que el de hoy en día y las zonas boscosas no desbrozadas sean más abundantes y la lógica de la vida y la muerte en el bosque haga caer más árboles sobre nuestros tendidos, con o sin temporal? Pasará que cuando se produzcan este tipo de averías (máxime cuando se traten de disrupciones masivas como la de hace dos días) se tardarán días, semanas, meses… en poder repararlas. Pasará que en un momento dado costará tanta energía y dinero arreglar estas averías que se empezará a abandonar a su suerte (sin reconocerlo explícitamente) determinadas zonas menos pobladas y de más complicado acceso. Al final, poco a poco, todo irá colapsando por falta de energía y de capital.
De todos los productos energéticos de nuestra sociedad moderna, la electricidad es uno de los más polivalentes y más necesarios. Sin electricidad, no seríamos capaces de hacer muchas de las cosas que nos parecen normales: no tendríamos luz, ni electrodomésticos, no podríamos conservar los alimentos, no tendríamos calefacción (incluso mi caldera de gas funciona con un sistema electrónico alimentado con electricidad) ni aire acondicionado, ni teléfono móvil, ni fijo si la compañía telefónica tiene problemas,… Muchos comercios no podrían funcionar. Y, sin embargo, nuestro sistema de producción y distribución de electricidad es extremadamente frágil; dependemos sobremanera de tendidos de muy larga distancia apoyados en torres gigantescas colocadas en lugares poco accesibles, cosa que dificultará su reparación cuando las cosas no sean como ahora.
Sostiene Richard C. Duncan, el creador de la teoría Olduvai, que el problema más grave que tendrán las sociedades modernas delante del Peak Oil es el mantenimiento de la red eléctrica, y que la caída de ésta favorecerá el colapso de la sociedad. De hecho, de acuerdo con Dale Allen Pfeiffer en su libro “Eating fossil fuels“, en Corea del Norte lo primero que falló, después de una serie de desastres naturales, fue la red eléctrica. Corea del Norte se había visto sometida a una deprivación importante de petróleo con la caída de la Unión Soviética y el aislamiento internacional, pero optó por mantener un modelo industrial y autártico. A partir de la caída del sistema eléctrico todo empezó a fallar, los suministros no llegaban, la producción de grano cayó en picado y el país se vio sometido a una hambruna de la que sólo ha salido a medias por los planes de emergencia de las Naciones Unidas. D.A. Pfeiffer estima que a causa de la hambruna han muerto un millón de personas (de 23 que tenía el país) y que el 62% de los niños padece desnutrición. Las cifras son elocuentes.
Dicen que mis posts son deprimentes y que no aporto soluciones. La realidad es que no hay soluciones si no estamos con una disposición activa para cambiar las cosas, y si no entendemos que el cambio tiene que venir de cada uno de nosotros en vez de esperar que, como siempre, un Estado protector y benevolente nos lo arregle y organice todo. Pues bien, si quieren soluciones aquí las tienen. Lo contrario de fragilidad es resistencia (busquen en inglés resilience). Es la construcción de comunidades y sociedades que sean resistentes a estas adversidades. En ese sentido, destaca la iniciativa de Ciudades en Transición (Transition Towns) que se va extendiendo por todo el mundo y que busca crear comunidades autosuficientes y resistentes. Creo que en cada ciudad, en cada pueblo, en cada comunidad de España se debería de constituir una comunidad de transición para favorecer el cambio. Lo contrario supone esperar al siguiente golpe, al siguiente temporal, a los siguientes apagones y desabastecimientos. Ahora es su opción.
Gracias por su tiempo. Atentamente,
AMT.
>Parte del caos se debió a que las compañías eléctricas privadas no mantienen de forma decente sus instalaciones. Hay que agradecerles, pese a todo, su moderada desidia. En América Latina, donde la desidia es mayor, queman casas y pueblos enteros con las sobrecargas a que someten sus tendidos. Y si la gente protesta, represión.
>Efectivamente, lo sistemático del problema alude a la falta de mantenimiento. Este problema de falta de mantenimiento que se irá agravando con la pérdida de capital y la falta de energía. Así que se puede decir que este lío ha sido un ensayo general con todo…
Por cierto, muy bueno el Acorazado Aurora; hay días que me río mucho, aunque los temas que se tratan no tengan ni pizca de gracia.
>El mantenimiento es cuestión individual y colectiva. Conozco una familai afectada en un pueblo en Gerona. No hay electricidad, aunque hay gas. Las tiendas se habren unas muy pocas horas por la tarde y hay racionamiento de pan. Pero la confianza de esta familia en la civilización les ha hecho el tener una chimenea sin mantenimiento durante años. Así que ahora no puede encenderla. Una de las bases de las iniciativas de decrecimiento es el que la responsabilidad para asegurar el bienestar (comida, energía y, porque no, educación) se situa muchísimo más cerca de las familias.
>Siento el desastre del lunes, pero bueno, como tu mismo
dices, ya te vas "entrenando" para lo que nos espera.
Estuve en la exitosa presentacion que hicisteis la semana
pasada en la Autonoma de Barcelona (aunque no fue tan exitosa que la de Rosa Diez!)
Despues de pensar un poco me he dado cuenta de que algunas cosas no me han quedado claras. Por ejemplo,
dices que los famosos molinillos no podran proliferar por falta de cobre… y ya esta… obviamente, se pueden hacer con cualquier otro metal… digamos hierro, que
es mucho mas barato. El rendimiento bajara, pero no creo que eso impida que puedan ser utiles los molillos,
o no? No lo veo tan evidente que no haya salida, o al menos que el colapso sea total.
>Hola, Álvaro:
El problema de los molinos de viento es la proyección, no el cobre. Siendo muy optimistas podríamos llegar a algo parecido el doble de la producción actual, lo cual es insuficiente. Esto es lo que conté en la charla, y ésta es la cuestión. El problema del cobre se añade a todo lo anterior, y aunque ciertamente se puede usar hierro en vez de cobre, el rendimiento cae de una manera espectacular, lo cual hace que el incremento de potencia factible sea aún más pequeño. Observa también que actualmente una gran parte del hierro es reciclado, y proviene de las acerías. Y es que tampoco hay tanto hierro explotable en minas (menas con suficiente riqueza, que luego se han de refinar, etc, etc). Este problema de falta de recursos se añade al de la poca expansión.
El colapso no se tiene que producir si nosotros no queremos y decidimos cambiar. Pero hace falta alarmarse y empezar a cambiar.
Salu2,
Antonio
>Sinceramente, creo que al margen de tu vision catastrofista y de una realidad que inexorablmente llegara, vivimos en un mundo lleno de prisas. Vive rapido y muere pronto (si es antes de que te jubiles mejor).
¿por que se organiza el caos? porque la gente tiene prisa por llegar… ¿a la tumba?. ¿por que no esperas tranquilamente en un hotel si te lo puedes permitir? ¿por que dependes de mantener el contacto con un sistema que antaño no disponias y ahora si no puedes usarlo parece que estas manco? ¿por que dependemos ahora tanto de medios que en mitad del siglo pasado no tenian tanta importancia?.
Respira, ten calma, tomatelo con paciencia.
un saludo
>Arkángel, calma tengo, te lo aseguro. No estoy haciendo barbaridades, sino que me dedico con paciencia a repetir los hechos, explicándolos con detalles para hacérselo entender a la gente. Por otro lado, creo que la posición catastrofista es saber que algo gordo está a punto de pasar y no hacer nada; eso es bajar los brazos, darse por vencido; eso es el catastrofismo puro y duro. Luchar, intentar hacer entender, divulgar, intentar que las cosas cambien aunque sea un poco, o que al menos lo que tiene que venir no coja desprevenida a tanta gente, eso es en realidad una actitud constructiva. Lo que sucede es que no entro dentro del paradigma entronizado en nuestra sociedad según el cual todo problema tiene solución, y desde luego no entro al juego de "buscar soluciones", que lo que implícitamente asume que lo que queremos es mantener la actual sociedad industrial buscando una fuente alternativa de energía; de cambiar lo mínimo para que nada cambie. Desgraciadamente, nos guste o no, esto no es posible. Entonces viene el momento en el que hay que decidir qué hacer, y la mayoría de la gente decide que soy un catastrofista, simplemente por decir, como tantos otros, que la sociedad industrial no podrá continuar; pero no es por gusto, es por imposibilidad física: tanto si queremos o no, va a llegar pronto a su fin. Y el que no quiera creerlo por favor que se estudie los datos y saque sus propias conclusiones.
Sacas a colación un punto interesante, y es el que parece que hoy en día no podemos vivir sin ciertas facilidades tecnológicas que hace tiempo no existían y la gente vivía igual; la idea que subyace es que en realidad no necesitamos todo eso. Es cierto, pero el problema es la transición. Como en medicina, lo que mata a los pacientes es la condición crítica (lo repentino) y no la crónica (lo duradero); hay pacientes de 80 años que tienen niveles en sangre de creatinina que a ti te matarían si te subiesen de golpe, y ellos están tan panchos. A lo crónico te adaptas, lo crítico te mata. Si consiguiéramos que la transición fuera lenta, entonces nuestras posibilidades de adaptarnos serían mayores. En eso estamos. Por otro lado, a veces hay cierto simplismo en creer que la gente se ha vuelto floja y comodona por necesitar más cosas que antes. También es cierto que la gente vive más, que vive en hábitats más difíciles hechos ahora accesibles y, lo más crítico de todo, que somos muchos más ahora. Mucha gente piensa: si en el siglo XIX Barcelona se alimentaba de los huertos que circundaban la ciudad, por qué no ahora. Pues por dos motivos: uno, por la pérdida de suelo cultivable por la urbanización y la erosión;y dos, porque la población de Barcelona es hoy en día varias veces la del siglo XIX.
Espero que estos argumentos te sirvan para comprender que la táctica habitual, tan hispana, de ser cáustico en el discurso pero sin que esto se traduzca en ninguna acción, simplemente para el parloteo de taberna, esta vez no va a servir.
Salu2,
AMT
>Hola, el link al blog en cantalan no funciona,
o bien es que es una pagina demasiado
complicada para mi