En la sociedad en la que vivimos se ha impuesto un modelo de comunicación rápida, concreta y efectiva y el uso masivo de Internet y de las redes sociales han difundido esta tendencia. Además, las empresas buscan cada vez más perfiles profesionales flexibles y capaces de relacionarse con sujetos internacionales puesto que el sector de la economía y de los negocios se conforma al proceso de globalización que ha modificado conductas y hábitos tradicionales. A este efecto asumen una gran importancia el lenguaje y su utilización que han sido objeto de tratamiento y análisis desde la antigüedad. La primera obra sobre dicha materia fue el “Crátilo” de Platón, compuesto alrededor del 380 a.C. En este diálogo la lengua es considerada como un producto de un ser indeterminado denominado “legislador” cuyo uso debe ser regulado por los “conversadores”. Platón refuta la teoría sofística según la cual el lenguaje es solo un instrumento convencional que no tiene correspondencia alguna con la realidad, algo que posteriormente influenciará, en parte, las concepciones de los estructuralistas suizos y franceses como Ferdinand De Saussure y Roland Barthes que operarán una descomposición del nombre en dos elementos: significante (es decir el signo por el que se define el objeto) y su significado real. El grande filósofo ateniense afirma que los nombres no son el resultado ni de la casualidad ni de la arbitrariedad, sino símbolos de la esencia de la cosa nombrada y para demostrar su tesis propone una serie de etimologías que no pretenden ser ni correctas ni incorrectas bajo el punto de vista filológico, como Platón no escribe este tratado con la mentalidad del gramático o del histórico de la lengua. Su objetivo es poner en relación el lenguaje con el mito – que asume la función de explicar verdades que no son inteligibles por los humanos – y sobretodo con los fundamentos de su propia filosofía. Si los nombres de héroes y Dioses encuentran su razón de ser a raiz del papel que desarrollan en los poemas homéricos o de las leyendas sobre su nacimiento o sus actos principales, las etimologías filosóficas revelan significados mucho más profundos. Éstos se refieren a cuatro conceptos claves del pensamiento platónico: los de “cuerpo” y “quietud” que tienen una connotación negativa, mientras los de “alma” y “movimiento” adquieren un matiz positivo. El alma constituye el órgano vital del hombre, donde se reúnen todas sus facultades intelectuales que producen un movimiento del que se generan el entendimiento, el discernimiento, la comprensión, la sabiduría y la prudencia. El término “bueno” (en griego καλός) tiene íntima conexión con la presente teoría, ya que Platón supone que deriva del verbo καλώ (nombrar, llamar, definir) y el nombrar es directa consecuencia de un esfuerzo mental dirigido a fomentar la creación y la realización de las acciones más significativas. La quietud, al contrario, es sinónimo de la atadura excesiva que el cuerpo aplica al alma o de la situación en la que se encuentran los durmientes (así Platón explica términos como la cobardía o la mentira). Es evidente que la antítesis entre el cuerpo y el alma jugó un papel fundamental en la interpretación de los respectivos vocablos: la voz que define el cuerpo (en griego σώμα) tiene su origen del verbo σώζω (salvaguardar, salvar, encerrar) y su función es la de representar – mientras dura la vida humana – una verdadera prisión para el alma que sólo mediante la muerte se libera de sus lazos carnales y, purificada de todos los vicios, entra en contacto con los espíritus sabios (en estos términos Platón se expresa para dar una explicación a la etimología del nombre del Dios Plutón).
La segunda teoría lingüística, expuesta por el filósofo Crátilo, que la tradición pone como uno de los maestros de Platón, es igualmente confutada por éste. Crátilo sostiene la absoluta identidad entre el lenguaje y la realidad. A todo este planteamiento Platón rebate que la lengua es, como el arte, una “imitación de la naturaleza”. Tanto los pintores cuanto los legisladores no son nada más que artesanos que procuran representar los hechos de la mejor forma posible, pero están sujetos a errores (por ejemplo cuando términos correspondientes a actividades intelectuales, como la investigación, se relacionan con raíces de palabras que indican quietud) que son fruto de una mala interpretación de los mismos y por este motivo el lenguaje es una forma absolutamente insuficiente para conocer la verdad. Esta conclusión – a la que llega Platón tras una larga demostración – puede ser perfectamente aplicada a la actualidad. Al día de hoy asistimos a una manipulación conciente y planificada del lenguaje por medio de los anuncios publicitarios, los artículos periodísticos y aquella forma de expresión llamada “lengua de los políticos”. Aún recuerdo las palabras de Hebe de Bonafini, la presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, que en un libro-entrevista a una escritora italiana afirmó que la Junta Militar al poder en Argentina entre el final de los años 70 y el comienzo de los 80 había continuamente falseado el significado de los varios términos, definiendo el secuestro de presuntos opositores o disidentes como “apropiación” y la dictadura como “Proceso de Reorganización Nacional”. En los regímenes democráticos se verifica la misma tendencia cada vez que se habla de “igualdad de oportunidades” cuando, en realidad, la accesibilidad a bienes y servicios es prerrogativa de aquellas clases que se distinguen por su poderío económico, provocando, desde luego, discriminaciones sociales sin precedentes. Es más: el empleo del lenguaje por los humanos llega a ser, a veces, degradante: los manifiestos utilizados en las recientes elecciones autonómicas catalanas con mensajes ofensivos para el cuerpo electoral femenino y la comunidad de los inmigrantes representan las nuevas formas de una tiranía mediática ejercida con una sutileza muy peculiar. Podemos imaginar quienes mueven los hilos desde la sombra, pero aún somos incapaces de suponer quien, al dia de hoy, hará el papel de Trasíbulo.
digan lo que digan todos y todas pierden unas gotitas despues de mear.
aunqeu hay algunos y algunas, que tienen perdidas continuas.
bla bla bla
platon ” la democracia es un sistema muy bueno, que TIENDE a CONVERTIRSE en DICTADURA”
Antonio:
Una previa introducción muy erudita y extensa para terminar identificando y calificando el lenguaje propagandístico y publicitario como manipulador y conductor tirano.
Ya el segundo mandamiento según Moisés, “no tomar el nombre de dios en vano” indica el valor sagrado de la palabra. Evidentemente “dios”, genitivo de Zeus, no es el verdadero nombre, que es sagrado y oculto.
Igualmente el “verbo” que se hace carne apunta el valor mántrico de la palabra que se tiene que repetir en estado de gracia hasta ascender a un estado divino.
Sin embargo la manipulación del lenguaje tiene más que ver con técnicas igualmente antiguas de hipnosis, para convencer sin decir. No hay más que recordar las eficaces técnicas oratorias de los púlpitos o las contundentes arengas militares.
Suelo decir que ya no hay charlatanes en las ferias, no porque hayan desaparecido, sino porque ganan mucho más en la publicidad y en la política.
La verdad es que es muy difícil sustraerse de utilizar técnicas de persuasión oratoria para cualquier propósito. Incluso es difícil aceptar argumentos sin ese caparazón atractivo, igual que todavía no se venden productos sin envolverlos “maravillosamente”. Así nos va.