Hay una metáfora que encantaba a Unamuno a la hora de describir su concepto fundamental de intrahistoria. Y que surge de horas de contemplación de su Cantábrico natal. En el mar encrespado de galerna, frente al oleaje de su superficie –que representa la Historia oficial– fluyen en su fondo mansas
corrientes submarinas que van tejiendo en silencio el verdadero acontecer histórico. Y es un error de perspectiva fijarse en el rumor de las olas –la mera política– sin aplicar el oído al murmullo de las profundidades, esto es, de la intrahistoria social e individual donde se va conformando el porvenir colectivo. Que es justo lo que está pasando en España.
Así, mientras que el discurso político –o más bien su ausencia– asegura que aquí no pasa nada y ensalza la estabilidad de los cementerios, en las capas profundas de nuestra sociedad allá donde fermentan las creencias, estimaciones, reprobaciones y usos sociales que conforman la «España real», están sucediendo cosas que aun desapercibidas son indicios claros de lo por venir. Como si frente a un poder institucional parapetado tras los castillos de Hamlet (silencio por un relato imposible) y Macbeth (autismo y corrupción), lenta pero inexorablemente el bosque de Birnam –la sociedad civil– fuera moviéndose a la ofensiva. Veamos, si no, algunos de tales acontecimientos que nos hablan desde el corazón mismo de
este bosque animado.
1. La nueva conciencia de nuestra «clase media» y su creciente malestar: Fukuyama acaba de poner de relieve en el WSJ (The middle-classed Revolution, 28-06-13), cómo los sucesos de Brasil y Turquía se deben en gran parte a las expectativas insatisfechas de las nuevas clases medias y a su abandono por parte de una élite política extractiva. Entre nosotros, la nueva reconfiguración de la clase media española produce igualmente un fenómeno bien importante. Por un lado, sus elementos se vacían de los esquemas ideológicos izquierda / derecha vigentes, para cobrar especial conciencia de su pertenencia a una clase media que se percibe seriamente amenazada en pura fragilidad. Por decirlo en términos de Ortega, la «creencia» política se está viendo desplazada aquí por la «idea» de clase que eslabona trasversalmente a individuos de antiguas posiciones partidistas antagonistas.
Por otro lado, esta nueva clase media «autoconsciente de serlo» está cambiando su morfología. Nuestro proceso de empobrecimiento –que va para largo– hace que mientras diferentes sectores profesionales descienden de clase media a baja, sean reemplazados por otros nuevos provenientes de clases altas seriamente mermadas, pero ilustradas. Tal es el caso de numerosas profesiones liberales hasta ahora
sobradamente pudientes. Valga como ejemplo que en el cuerpo de notarios y registradores sus facturaciones promedias han decrecido en un 34% en los últimos cuatro años. Lo mismo, o peor, puede decirse de otros colectivos profesionales venidos a menos con mermas que alcanzan más del 50–60%. Y las previsiones, para qué engañarnos, van en esa línea de «depauperación desde arriba» como nos advierte
sin contemplaciones Stephen King en su reciente obra When the Money Runs Out: The End of Western Affluence.
2. La desvinculación de los cuerpos del Estado del establishment del Estado mismo. Pero precisamente esta autoconciencia ilustrada de la nueva clase media introduce un factor del todo inédito y fundamental para comprender el devenir de nuestro país. Y es que el malestar vital de estas clases tradicionalmente sostenedoras del statu quo, hace que se esté desarrollando un discurso minuciosamente crítico contra unas instituciones del Estado percibidas como corruptas y periclitadas. Se ha roto en estos últimos años el «contrato psicológico» que ligaba a estas élites pretorianas con las diferentes instancias políticas, y que suponía un tácito laissez faire. Tal ruptura ha supuesto que el saber y experiencia de los mejores cuerpos del Estado se vuelva ahora contra la clase política de dicho Estado. Y todo ello con la adición de idéntico malestar y know-how complementario de otros profesionales procedentes del mundo de la empresa, universidad, ciencia y consultoría. Como si la fuerza de las circunstancias –bien límites– estuviera
incoando la existencia de una improvisada «minoría creadora» cuya abdicación hemos pagado tan caro. Esta amalgama está dando lugar a una producción político-intelectual y pedagógica tan inaudita como imprevisible. Fecundidad que se traduce en la aparición de libros sorprendentemente originales, artículos en prensa de gran calidad, blogs de elevado rigor en el control del poder político y de la corrupción, acompañado por un eficaz uso de las redes sociales como difusión de sus análisis críticos y posibles alternativas. De este modo tales ideas que se van gestando se transfieren y divulgan al resto de la clase media de menor ilustración, nutriéndola de conceptos y marcos de referencia que son interiorizadas y replicadas para llegar a otros estratos.
3. El interés creciente por nuestra tradición regeneracionista. Es el tercer botón de muestra. Hay al respecto un detalle bien simbólico. En el pasado diciembre una empresa multinacional del tamaño y peso estratégico en nuestro país como es Accenture –9000 personas y 820 millones de euros de facturación en 2012– regaló a sus clientes como detalle navideño un precioso libro titulado, no por casualidad, El espíritu del Regeneracionismo. En su sobriedad plagada de fotografías en blanco y negro, se hace un recorrido por la visión regeneracionista de España a partir del 98 con oportuno prólogo de Gregorio Marañón Bertrán de Lis. Coincidirá conmigo el lector en que un obsequio así era simplemente impensable hace una década. Pero ahora eso implica que ha sabido este gigante consultor «estar a la
escucha» de aquellos rumores submarinos a los que aludía Unamuno. El interés creciente por el estudio de nuestros pensadores más lúcidos y egregios –que son los más europeos y los más secuestrados– es ya un fenómeno novedoso bien sabido por los editores. En los próximos meses veremos sucederse reediciones de varios de ellos, algo impensable –y sobre todo invendible– hace bien poco.
Hasta aquí tres palpitaciones que nos llegan de la intrahistoria que está aconteciendo entre nosotros, muy lejos del estruendo oficial encastillado en su aislacionismo. Y lo más fascinante de todo ello es que estos movimientos, iniciativas y proyectos se suceden espontánea, vivamente, sin ninguna premeditación ni carácter conspirativo, con esa liberalidad tan española que es siempre síntoma de veracidad auténtica: son aconteceres genuinamente nuestros y dan cuenta de la revolución estimativa que está sucediendo en una sociedad civil que se daba por muerta.
Claro que cuanto menos caso se la haga por parte de los moradores de la fortaleza de Dunsinane-Elsinor más avanzará –y más frondoso– este bosque animado forjando diferentes Mcduff que en sus integridades acaben con tanta mentiras que se esconden bajo la máscara de la verdad. Y que ahora se está derritiendo a ojos vista. El bosque sí se mueve.
Autor: Ignacio García de Leániz Caprile.
Profesor RRHH Universidad de Alcalá.
La diferenciacion es el concepto de lobo del concepto de frio… no es lo mismo el ser humano cuando “el bosque se mueve” que cuando “ve moverse el bosque”, en el primer caso es que ve los lobos del invierno bajando a los valles y lo mejor es no salir de noche de tu casa, por amargado cubiculo que sea…… ahi esta el hombre en su posicion de protegerse, de formar una guarida, una fortificacion hacia si mismo.
diferente si lo que hacen los hombres es ver moverse el bosque, pues en ese caso saben el tiempo va a cambiar y van todos juntos a cortar madera para el invierno…
aqui el tema, es que realmente el hombre no es el que ve el bosque moviendose, sino que realmnete es el bosque el que se mueve y el hombre solo sabe qeu hay algo perverso ahi……… las entrñas del refugio de supervivencia, no colectivo son las unicas que se germinan.