Tangentópolis significa en Italiano ciudad del soborno. Aquella ciudad era Milán, en 1992. De allí partió el escándalo de corrupción que destapó el fiscal Antonio di Pietro y que se acabó llevando por delante el régimen establecido en el país transalpino después de la Segunda Guerra Mundial desembocando en lo que se denominó la II República italiana que para tristeza de sus ciudadanos ha acabado asesinada por el berlusconismo gracias a la nueva ley electoral aprobada en comandita con la supuesta izquierda, ese señor ambicioso llamado Renzi.
Pero vayamos a los acontecimeintos y lo que de ejemplarizante debería de tener para España. La podredumbre, la corrupción, el soborno (Tangente en italiano) se reveló común a todas las instituciones y partidos políticos. Fueron procesados más de mil políticos y empresarios. El escándalo afectaba a la raíz de los dos grandes partidos mayoritarios, los que habían estado siempre en el poder gracias a la ley electoral, pero no solo a ellos. ¿Les va sonando?. Sigo. Todo comenzó un 17 de febrero de 1992 ( aquí mientras tanto estábamos pagando comisiones a los alemanes por el AVE Sevilla-Madrid, embajador incluido).
En Italia era tal la corrupción que bastó que cogiesen con las manos en la masa a un peón, un político de segunda fila, el socialista Mario Chiesa, aceptando un soborno (tangente en italiano),para que ese castillo de naipes tan bien edificado durante décadas por el CAF (acrónimo de Craxi, Andreotti y Forlani) se derrumbara rápidamente (En España ni después del Barcenasgate ha pasado nada). El primer ministro socialista Bettino Craxi fue salpicado por el escándalo y prófugo de la justicia acabó sus días en Túnez. Pero también el Partido de la Democracia Cristiana, durante décadas monopolizador del gobierno italiano firmó su sentencia de muerte a pesar de los manejos del Capo Giulio Andreotti, condenado después por asesinato mafioso.
Asómbrensé: Chiesa estaba guardando 8000 euros (millón y pico de pesetas) del dinero que un pequeño empresario, llamado Luca Magni, le había tenido que entregar para obtener un permiso de construcción. ¿Les va sonando?. De repente el cazacorruptos Di Pietro entró en su despacho y lo detuvo, mandándolo directamente al trullo. De esta manera comenzó lo que ha sido conocido como el proceso Manos Limpias ( Mani Pulite) que hizo caer al régimen partitocrático de corrupción que parasitaba la vetusta italia. Chiesa, conocido como el señor 10%, acabó varios años en prisión pero abandonado por su partido acabó cantando ( recordemos recientemente las amenazas de Francisco Granados al dimitir de su cargo de senador tras descubrírsele una millonaria cuenta en Suiza: ” alguno me va a encontrar” refiriéndose a compañeros de partido. Por cierto, ¿está siendo investigado por la fiscalía?). Cuando su jefe de partido Craxi lo descalificó en público, Chiesa, harto, comenzó a tirar de la manta, como se dice vulgarmente, y la justicia se puso a actuar, liderada por el combativo Di Pietro.
Algo fundamental, los medios de comunicación comenzaron a contar lo que estaba pasando, no todos obviamente, rompiendo con décadas de silencio ¿le sigue sonando, verdad?. Cómplices de un sistema que, por debajo, todo el mundo conocía, hacía falta una figura ( Di Pietro) que pusiera una pica en Flandes, luego apoyado por otros jueces valientes. Pero el papel de la prensa fue fundamental, contando, ahora sí, los tejemanejes que había ocultado en un pacto de silencio al que se habían estado prestando durante décadas. Como en España, duras campañas de desprestigio trataron de liquidar judicial y personalmente a Di Pietro y los jueces limpios, los que encabezaron ese movimiento, pero la opinión pública se puso de su parte, negándose a aceptar que los corruptos se saliesen con la suya. Trataron de destruirlos ( recordemos aquí a un tal Elpidio y antes a Garzón) pero no lo consiguieron. Los datos eran abrumadores.
La opinión pública conoció la verdad: desde el más humilde concejal de un pequeño pueblo, pasando por diputados, senadores, ministros y hasta el que había sido presidente del gobierno, todos, absolutamente todos, estaban en el ajo, habían cobrado comisiones, extorsionado a ciudadanos y empresarios, habían cometido cohechos y fraudes varios, había evadido lo robado a Suiza y otros paraísos fiscales ( sí, como hizo Urdangarín en comandita con Camps, Rita, Matas y Gallardón). Todos los partidos estaban podridos de corrupción. Además muchos dirigentes patronales e incluso algún que otro sindicalista había participado en la mangancia institucionalizada. Las tangentes estaban a la orden del día como forma de financiación ilegal de los partidos y como manera de enriquecer a una clase política voraz e insaciable.
No crean que la casta, la partidocracia, se quedó quieta y aceptó con resignación su culpa. Se defendió como gato panza arriba. Además del intento de desprestigio de los jueces a través de sus terminales mediáticas, igual que está sucediendo hoy en España, llegaron a aprobar una ley en el parlamento, una especie de Punto Final, que exculpara a todos de todo. Una especie de “empecemos de nuevo, ahora vamos a ser buenos chicos”. Eran ellos, los corruptos, los que trataba de salvarse de la hecatombe. Era en abril de 1993, el pacto entre PP-PSOE ( perdón quise decir DC-PSI). Antes de que la ley fuese ratificada por el Jefe del Estado, los italianos escandalizados salieron masivamente a las calles clamando contra aquella barbaridad. Por suerte el Presidente de la República se negó a firmar aquella ignominia abriéndose así camino el inminente final del régimen.
Las consecuencias: más de 1200 condenados, varias decenas de suicidios y, lo más importante, la desaparición de los partidos políticos que habían sustentado las estructuras de poder en Italia. Tanto la Democracia Cristiana (lo que sería aquí el PP) como el Partido Socialista (equivalente al PSOE español) se fueron por el sumidero de la historia. Surgiron cambios en profundidad que configuraron lo que se llamó la II República Italiana: nuevos partidos y coaliciones con nuevas caras, una ley electoral que tendía a la elección uninominal de representantes por distritos, sin listas de partidos, aunque conservando un 25% de proporcionalidad. El proceso de Manos Limpias por tanto, liquidó el régimen que sufrían los italianos, si bien un empresario rico y muy popular que, por otro lado, había colaborado en la corrupción anterior, supo pescar en río revuelto y hacerse con el poder con su Força Italia y un discurso neofascista.
Berlusconi se encargó de arruinar las reformas. En poco tiempo cambió la ley electoral regresando al sistema de listas proporcional y, obviamente, al marasmo ingobernable que ha sido y es Italia. Después llegó la porcata, la cerdada, apelativo despectivo que se dió a la ley Calderoli, que permitía que el partido que ganase la elecciones a nivel nacional automáticamente tuviese la mayoría absoluta, toda una aberración que el Tribunal Constitucional italiano se encargó hace poco de echar abajo. Pero el daño ya está hecho. El nuevo líder del Partido Democrático y Primer Ministro con apoyo de Berlusconi en la sombra, el progresista Matteo Renzi, acaba de rematar el sistema con una nueva ley electoral que, imitando a España, tratará de que todo el poder recaiga en los dos partidos mayoritarios, eso sí, con listas de partido, un regreso al sistema de corrupción del régimen posterior a la guerra mundial.La reflexión es que es posible el cambio si fue posible en Italia pero que España está infinitamente peor porque ni siquiera hemos llegado al punto de que se abra un necesario macroproceso, una tangentópoli que saque a la luz de una maldita vez lo que todos sospechamos pero no nos quieren decir: que desde el Jefe del Estado hasta el más humilde concejal, empresario y sindicalista han robado de una manera u otra, salvo honradas excepciones, eso por supuesto. Escándalos los ha habido aunque en España la prensa y los movimientos sociales no han conseguido echar abajo el régimen podrido del 78 tan podrido como el italiano. Esperemos que algún día se logre esa enorme proeza y que se haga bien, para que no arribe ningún Berlusconi de medio pelo a aguarnos la fiesta. Pobre Italia y más pobre todavía España.
Luis Pueyo García