No nos engañemos: la censura, de un tiempo a esta parte, está aumentando soterradamente. En el último año, año de cambios, de abdicaciones y de derrumbe del bipartidismo imperfecto fabricado en el Departamento de Estado norteamericano y en la Presidencia del Gobierno del último franquismo hemos podido apreciar un reacomodo. Después de la tormenta de corrupción, después de aquella gigantesca tempestad de podredumbre que azotó al país en los años 90, llegó una corrupción “blanca” que ahora comenzamos a conocer como monstruosa: sobresueldos con dinero negro, financiación irregular del PP y del PSOE (caso Gürtel y ERES), enchufismo acelerado en todas las administraciones diseñadas para “colocar” a los segundones que jamás hubieran tenido trabajo político en la administración central. Después de todo eso y mucho más que en estos mismos instantes se está produciendo, después de la vergüenza de las Cajas de Ahorros, que seguirán dando minutos de gloria y la “Tarjetópolis”, como titulaba un rotativo madrileño en fechas recientes observamos con estupor que, lejos de abrirse puertas y ventanas para que se ventile el pútrido olor, nauseabundo, que han dejado los partidos políticos que gobiernan el régimen desde el 78, se vuelve a cerrar, no se si con siete llaves, el sepulcro del Cid. !Si Costa levantara la cabeza¡. Lo último ha sido el libro censurado a Gregorio Morán, en el que parece que tritura a la élite cultural de la Transición. Aunque finalmente publicado, ha quedado en evidencia que cualquier intento de hacer periodismo de investigación en serio es controlado como en la fase final de la dictadura. Si antes fue una viñeta satírica ( y no un único caso) llegándose al secuestro de publicaciones, ahora directamente no se publica lo que pueda incomodar a los de siempre.
La idea que tienen algunos de que con la irrupción de internet y las nuevas tecnologías de la información se acabaría por si misma la corrupción, de que las leyes de transparencia y otras fábulas trasnochadas servirían para acabar con la cleptocracia, es totalmente errónea. Es más bien al contrario. Lo que se ha conseguido con internet es embrollar las cosas todavía más. Hay un exceso de informaciones, muchas veces contradictorias, que desorientan a cualquier persona decente con pretensiones de no ser robada por la clase política. Si nos asomamos a los medios digitales, la mayoría siguen consignas económico-partidistas (como ya sucedía en la prensa tradicional). Y no solo los medios que en internet tienen su periódico actualizado pero que publican en papel sino que los medios de exclusiva publicación en la red, en su gran mayoría, siguen respondiendo a consignas de partido, ocultando informaciones o llevándolas al rincón más escondido de su web. Solo se salvan algunos nuevos medios que buscan suscripciones anónimas, los más decentes y atrevidos, pero de escasa influencia por número de lectores. Son, de momento, el único soplido de aire puro que queda en esta “España inmoral que se derrumba”, como ya dijera un poeta decimonónico.
Todo ello viene a significar que no podrá haber una verdadera democracia mientras que la prensa, ese cuarto poder casi siempre en manos del único poder, siga, también la digital, en manos de unos cuantos cleptócratas. No quiero citar el nombre de esos medios pero están en la cabeza de todos. Los cambios en la dirección de importantes rotativas, la censura cada día mayor de las televisiones públicas y muchas privadas y la utilización de la propaganda al más puro estilo franquista, como en esas miniseries que elogian ad nauseam a personalidades que pretenden lavar su imagen de esta burda manera no son sino un reflejo de la falta de libertad de expresión cada día mayor. Se trata de manipular como nunca. Visto desde fuera, parecería que España ha involucionado hacia la peor época de la dictadura.
Sin embargo, muchos ingenuos, creen que el auge de lo digital señala el camino contrario y están en un gran error. El 90% de la población sigue informándose por los medios tradicionales: el telediario y el periódico del bar, en muchas ocasiones la prensa deportiva exclusivamente. Los temas más escuchados en las colas de fruterías y carnicerías siguen siendo los sucesos (recordemos el éxito en España de “El Caso”) y el deporte. Solo en ocasiones relucen asuntos relativos al saqueo, siempre que estos sean tan escandalosos que no puedan ser taponados. Digamos que los desperdicios revientan las alcantarillas y emergen. Pero pronto son limpiados, extraídos, pulimentados y aventados para que la gran mayoría no pierda el tiempo en memeces, que el siguiente partido de fútbol (no de otro deporte, fíjense) se juega esta noche.
Por tanto no bajemos la guardia. La censura se ha incrementado y también la propaganda para que nos volvamos a “comer con patatas” una nueva instauración monárquica. Volvemos a ver a los nuevos reyes como en los mejores tiempos de los eméritos, sonrientes, siempre jaleados por las masas. Nunca aparecen las protestas que los acompañan, como en la reciente ceremonia de los premios “Príncipe de Asturias” que, dicho sea de paso, tienen un prestigio muy escaso fuera de España (aunque es posible que muchos españoles crean lo contrario). Están en ello. Capear el temporal. De Urdangarín y sus conexiones con toda la Casa del Rey, de Spottorno, saqueador de tarjeta “B” y Jefe de la Casa Real durante varios años, lo menos posible. Todo sonrisas y buen hacer. El nuevo líder os necesita, Españoles.
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