Queridos lectores,
Anoche veía el capítulo 18 del más que recomendable Crash Course de Chris Martenson. Este capítulo está nominalmente dedicado al Medio Ambiente y cómo interaccionará con la crisis económica y energética que están en curso, aunque, contrariamente a lo que muchos supondrían, no tiene absolutamente nada que ver con el Cambio Climático, sino sobre fenómenos más mundanos y más cercanos, tanto en el espacio como en el tiempo. Hubo una cosa que me chocó, y es el ejemplo de la mina de cobre de Bingham Canyon, en Utah (EE.UU). Esta tipo de minería es por lo que se ve un icono de la comunidad del Peak Oil, ya que una mina del mismo tipo (en ese caso, de carbón) ilustra la contraportada del interesante informe “Searching for a miracle” de Richard Heinberg (por cierto, este informe es de imprescindible lectura para todos aquellos que aún creen que una solución basada en un mix de energías renovables, nuclear o lo que sea podrá ser alguna vez alternativa al petróleo, gas y carbón; algún día haré una reseña del mismo). Ciertamente, ese tipo de minas es impresionante: en el caso de Bingham Canyon estamos hablando de un cráter de 3 kilómetros de diámetro y varios centenares de metros de profundidad, donde se machaca la roca para extraer mineral de calcopirita (sulfuro de cobre). El detalle que Martenson destaca en su documental es que la concentración de la mena es del 0.2%. Es decir, de 2 partes por 1.000. Esto es, que se ha de machacar una tonelada de roca para obtener sólo 2 kilos de calcopirita.
Este fenómeno, el de la poca calidad de las menas minerales explotadas hoy en día, no es exclusivo del cobre; comentábamos en otra noticia de este blog que en el caso del uranio la concentración de los yacimientos que mayoritariamente se explotan hoy en día están entre 0.1 y 0.01%, lo cual conlleva machacar entre 1 y 10 toneladas de roca para extraer un kilo de óxido de uranio (y después hay que purificarlo y enriquecerlo). Es evidente que tales tipos de yacimientos no se estarían explotando si hubiera alternativas de mejor calidad y mejor rendimiento (que al cabo es decir menor coste de explotación), y es que éste es nuestro problema fundamental ahora mismo. En un artículo reciente, “Continously less and less” (“Cada vez menos indefinidamente”), se analiza el problema particular del Peak Oil (el cenit del petróleo) en el contexto del Peak Everything (el cenit de todo). Y es que no sólo estamos llevando la producción de petróleo al límite de inviabilidad (no de su agotamiento físico, pero sí del agotamiento de su aprovechamiento por la sociedad), sino también pasa con la producción de la mayoría de los recursos (incluidos algunos renovables, como el agua y el suelo cultivable). Volviendo a “Continuously less and less“, en este informe se analiza el estado de 58 materias minerales, recursos naturales no renovables, en el contexto de EE.UU. y del mundo. El resultado es desolador, y con bastante tino en el artículo se relacionan los problemas de los recursos con la evolución del sistema económico y político de los EE.UU. Pero volvamos al caso del cobre, que es el que ahora nos ocupa. Según el artículo, el cobre está en la categoría de recursos que, a ritmos de explotación actuales, se agotaría en entre 26 y 40 años. Este número no es demasiado tranquilizador, pero lo es aún menos si se tiene en cuenta que esta cifra se obtiene dividiendo las reservas entre lo producido anualmente; y como sabemos, la realidad geológica que también afecta al cobre hace que no se pueda producir a ritmo constante, sino que llega a un cenit y después decae, al igual que el uranio, el petróleo, el gas, el carbón y prácticamente todo. La cifra de 26-40 años para el agotamiento a ritmos actuales implica que estamos muy cerca del pico del cobre, si no lo hemos pasado ya (a título comparativo, las reservas de petróleo darían, a ritmos de explotación actuales, unos 30 años). Por tanto la producción del cobre está o decayendo o a punto de hacerlo.
Pero como comentábamos al discutir que la energía nuclear no tiene ningún futuro, el problema que se nos presenta es que sólo podemos mantener los ritmos de extracción mineral actuales si tenemos una gran cantidad de energía suficientemente barata como para hacer viable machacar toneladas de roca para extraer sólo kilos de mineral, después de haber desplazado estas rocas con gigantescos camiones que recorren kilómetros de camino serpenteante desde el fondo de un agujero de kilómetros de diámetro. De lo cual se deduce que en cuanto el oil crash vaya estrechando su gélida garra en torno de nuestro cuello nos veremos obligados a abandonar los yacimientos de menos rendimiento y luego incluso los que para el estándar actual se consideran razonables. O eso o dejar que los precios de esos materiales lleguen al infinito, que al final causará igualmente una reducción de la producción.
¿Y cuál es el problema específico en el caso del cobre, que motiva el título y leit motif de este artículo? Pues que necesitamos el cobre para muchos usos, sobre todos relacionados con la conducción eléctrica (ya que el cobre tiene buenas propiedades mecánicas -maleabilidad, tenacidad- y eléctricas -conductividad). En nuestras casas los hilos eléctricos son de cobre, porque si fueran de acero las pérdidas por resistencia en nuestros cables serían más significativas, a no ser que aumentásemos mucho el voltaje doméstico – y con él el riesgo de accidentes mortales. Cosa que nos tendremos que plantear cuando el cobre sea más escaso. Y digo más escaso, porque aunque parece que no nos damos cuenta, el cobre ya es bastante escaso hoy en día.
Pero hay otro problema más grave aún, que es en realidad la razón de escribir hoy esta noticia. Usamos el cobre para una tarea fundamental que compromete nuestro futuro. Las bobinas que dan vueltas en nuestros generadores eléctricos están hechas de cobre, de grandes cantidades de cobre. No podemos usar otro material industrial, porque si no el rendimiento caería drásticamente. Y aquí surge la pregunta: si el declive propio del cobre, agravado por que la escasez de energía no permitirá explotar la mayoría de los yacimientos actuales, nos va a reducir más que considerablemente la producción de cobre en muy pocos años (un par de ellos, quizá), ¿cómo vamos a construir esos fantásticos aerogeneradores que nos van a permitir multiplicar varias veces nuestra capacidad de producir energía eólica hoy en día? La imposibilidad de resolver este problema queda de manifiesto cuando se analiza un artículo de hace 7 años de Pedro Prieto, publicado en la web Crisis Energética: “Modernos dioses tecno-ecológicos: Helios y Eolo”. Y es que, suponiendo que quisiéramos y aceptásemos hacer una revolución energética y llenar cada rincón aprovechable del planeta con molinos de viento y todo funcionase a la perfección para poder suplir nuestras necesidades energéticas actuales (que, no olvidemos, son profundamente injustas, teniendo en cuenta que sólo una minoría de la Humanidad disfruta de nuestro nivel de bienestar), resulta que necesitaríamos la producción íntegra de cobre de 20 años. Lo cual no sólo está fuera del alcance de la sociedad industrial. Es que dentro de poco no será alcanzable con lo que queda de producción del mundo, que en todo caso no será producible en los 20 años que querríamos.
Problemas similares acechan la fabricación de placas solares, en este caso agravados por el hecho de que se usan metales raros, de escasa producción y abundancia. Así pues, resulta inverosímil que se pueda hacer un sustitución de nuestras fuentes de energía actuales por renovables, no sólo porque la escala de despliegue sea colosal y posiblemente no alcanzable, sino porque no tendremos materiales para desplegarlas aunque quisiéramos.
Bienvenidos a un futuro sin soluciones eco-tecnológicas.
AT.
La cosa está mal cuando un sólo país produce un tercio del cobre mundial. Ese país es Chile. En el año 2003 el precio del cobre estaba por debajo de los $2000. El día del terremoto (27/02/2010), el precio del cobre subió un 2.8% y el precio de la tonelada a tres meses se puso a $7195 (el máximo histórico fue de casi $9000 a principios de Junio de 2008, del cual cayó, con el colapso de la globalización, a menos de $3000 en tan sólo seis meses). A 8 de marzo, el precio del cobre es de $7581.
es la releche, acabo de leer esto del cobre y me he quedado tan de piedra como cuando descubri el peak oil, ahora entiendo lo de los robos de cobre por todos lados, alguien sabe la situacion a dia de hoy, casi noviembre del año 5 despues del peak? saludos.
Ahora mismo, el cobre a tres meses está a 8510$ en Londres…
Otra de las utilidades del Cu, difícil de sustituir es como fitosanitario (fungicida agrícola). A mi entender prioritario, como fácilmente se puede entender.
Sí, ya sólo quedan las pocas manzanas de arriba, muy arriba en el arbol…