El tiempo es un concepto con el que estamos acostumbrados a tratar de forma cotidiana. Horas, minutos, meses, años… son las unidades de las que nos hemos provisto para poder manejarnos bien en el concepto tiempo.
Cuantificar el tiempo en unidades estándar es simplemente una cuestión práctica, posiblemente lo hacemos porque trasladamos la misma forma de trabajar que tenemos con el espacio (metros, millas, kilómetros), que es algo mucho más tangible y físico.
El caso es que la “espacialización” del tiempo partiéndolo en unidades estándar como días o segundos es muy útil en la física, y también es muy útil en economía. Pero hemos de tener cuidado al trasladar los conceptos de la física a los conceptos de la economía. Ya decía Heráclito que lo único permanente es el cambio en si mismo. El tiempo es cambio, y sin cambio no puede haber tiempo. En definitiva, el tiempo es una sucesión de cambios.
En física los cambios son achacables sobre todo a la acción natural (la gravedad, el óxido de un metal, la maduración de un fruto, etc…). En economía además de la acción natural deberemos tener mucho más en cuenta los cambios inducidos por la acción humana.
Si tenemos en cuenta la teoría del valor subjetivo, el hecho de advertir que el tiempo es una sucesión de cambios es muy importante. ¿Por qué? Porque cuando consideramos útil un bien, por ejemplo un vaso de agua, lo más importante en esa consideración es lo sedientos que estemos, no el vaso de agua en si. Y todo cambio en nuestro nivel de sed implicará una valoración distinta del mismo vaso de agua. Muy simplificadamente, esto es la teoría del valor subjetivo puesta en relación con el tiempo (entendido como cambio).
En este sentido, no solo es relevante que un bien pueda o no permanecer fisicamente inalterado, o incluso que pueda crecer o dar frutos. Como exponíamos más arriba con el ejemplo del vaso de agua y nuestro nivel de sed, son tan importantes o incluso a veces más, los cambios en nuestra apreciación subjetiva de los bienes. No valoramos igual una manta en verano que en invierno, y sin embargo la manta es fisicamente la misma en ambos momentos. Mientras la manta no se deteriore significativamente sería admisible decir que es la misma manta en términos físicos, sin embargo es distinta en términos económicos!!
Por eso el enfoque de la Teoría de la Preferencia Temporal no es adecuado. La teoría de la preferencia temporal pretende comparar un mismo bien en el presente y en el futuro, cuando no pueden ser idénticos. Sobre todo porque ya hemos visto que lo importante no es el bien en si, sino el sujeto que lo valora. La preferencia temporal dice: “A igualdad de circunstancias (ceteris paribus) el ser humano prefiere los bienes presentes a los bienes futuros”. Esta afirmación tiene los siguientes problemas:
- Si introducimos la condición “a igualdad de circunstancias” (o “ceteris paribus“) estamos poniendo la condición de que nada cambie, y si nada cambia entonces no transcurre tiempo. Y si no transcurre tiempo, los bienes futuros no son tales. No olvidemos que el tiempo no son segundos o minutos, el tiempo es cambio.
- Además, la utilización del condicionante ceteres paribus denota un tratamiento lineal del tiempo, como si lo relevante fuese que únicamente transcurran dias, meses o años, que solo son conceptos abstractos, cuando lo importante son los cambios que se producen. El cambio no se produce necesariamente de forma lineal y constante, también puede producirse de forma abrupta e irregular.
Por eso el tiempo es valioso. Porque tenemos una absoluta falta de control sobre el tiempo, nos produce incertidumbre (cambios), y sobre todo el hecho de que la disponibilidad de tiempo es muy escasa y limitada, y por tanto valiosa, para el ser humano. Y ya sabemos que todo lo que el ser humano valora es susceptible de intercambiarse. Y si algo se intercambia automáticamente genera un precio. ¿Cual sería entonces el precio del tiempo cuando se intercambia?: El interés.
Pero claro, el tiempo no se puede intercambiar así como así porque no es algo tangible. El tiempo se tiene que materializar en otros bienes para poder ser intercambiado, de la misma forma que la música, cuando no es en directo, se intercambia a través de en un soporte (una partitura, un CD o un mp3).
¿Y como se materializa el tiempo en un bien? Pues a través del préstamo de bienes presentes. Si yo necesito trigo y tengo un campo de trigo ,y además se que con mucha probabilidad en un plazo de tiempo dispondré de una cosecha de grano, puedo pedirlo prestado y devolverlo cuando coseche mi propio campo. No tengo la total certeza pero si la suficiente seguridad, siempre subjetiva, de que dispondré de ese grano en el futuro para poder devolverlo.
Yo no tengo la capacidad de hacer que pase el tiempo más rápido en mi campo de trigo para cosechar antes, es imposible. Lo único que está en mi mano es pedir el grano que necesite prestado, y lo hago porque tengo la suficiente seguridad de que podré devolverlo en el futuro. Mi problema no es el trigo, porque se que lo tendré, mi gran problema es el tiempo. Por eso cuando pido el trigo prestado estoy en realidad intercambiando tiempo, y pagaré una contraprestación, el interés, por ese “pequeño viaje económico en el tiempo”.
Este artículo pretende ser una puerta de entrada al nuevo trabajo de Carlos Bondone, donde realiza un análisis exhaustivo y brillante de las teorías del interés comparandólas con los planteamientos de su Teoría del Tiempo Económico (TTE), que ofrece un paradigma más general y por tanto más potente desde el punto de vista teórico. Y digo más potente porque:
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trata el tiempo como un bien económico más respetando el axioma “propietario-bien económico-precio”
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y porque al mantener que el ser humano valora más los bienes económicos que estén en mejor relación temporal con la necesidad que satisfacen (manta en invierno vs. manta en verano), engloba la preferencia por los bienes presentes como una particularidad de la teoría del interés, no una generalidad. Ya que, por ejemplo, la preferencia permanente por los bienes presentes no explica satisfaccioriamente el ahorro ni la acumulación de capital, que consiste precisamente en preferir aplazar nuestras necesidades al futuro.
Para leer detalladamente el análisis de Carlos Bondone sobre la teoría del interés, aquí está el enlace al documento pdf completo.
Muchas gracias por esta introducción a conceptos tan interesantes. Siga vd. por esta linea que tendrá un fiel lector.
Se le hechó de menos ayer en lo de DL en El Confidencial, por lo menos hasta que pude leerlo. Parece que DL se apunta a la MMT….. ¡¡¡ herejía !!! Jajajajaja
Ya me conoce, yo sigo aprendiendo por oposición de contrarios, y me empiezo a barruntar que las diferencias insalvables entre unas teorías y otras son simples diferencias semánticas (entendidas como las entendía Wittgenstein y que le llevó a decir algo así como que: todo el antagonismo de escuelas filosóficas desde los griegos no eran más que diferencias de lenguaje o fuegos de artificio) o resultado de poner el acento en ciertos aspectos de la misma realidad y no en otros. No sé si me explico….
Tenga un buen día y gracias, otra vez.
A eso de la semántica también le he dado yo muchas vueltas, pero concluyo que en realidad las diferencias si son de fondo. Una cosa es la etiqueta o nombre que pongamos a los conceptos, que es lo de menos, y otra cosa la relación que hay entre los distintos conceptos. Por ejemplo:
– El peso y la masa los podemos llamar “weight” y “mass”, o incluso intercambiarlos si así lo convenimos. Pero los conceptos que representan siempre serán distintos, no sería correcto unificar los dos conceptos en uno solo.
– No es lo mismo decir que el interés es el precio del tiempo a decir que es el precio del dinero.
Por otro lado, lo importante de las teorías, que no son más que la estructuración y sistematización de los conceptos, no es solo si son “correctas” o no. Por ejemplo la teoría de que el sol gira alrededor de la tierra podría ser válida en la práctica para mucha gente (y de hecho lo fue). Lo importante de una teoría también es que sea capaz de explicar bien las cosas y que además sea una teoría lo más general posible, que no obligue a hacer excepciones o a elaborar nuevas teorías para explicar situaciones no contempladas inicialmente.
“La semántica de términos desparece cuando de ellos derivan cadenas deductivas-causales distintas”.
Carlos A. Bondone