Toda crítica, para serlo, requiere de dos presupuestos, dos implícitos, dos cuestiones previas sin las que la crítica no tiene ningún sentido. Por un lado, la situación inicial, lo que ya está ahí, lo que ya es. Por otro lado, el ideal comparativo que se genera en base a un valor o principio que te posibilita imaginar algo distinto de lo ya dado. Lo dado, por sí mismo, no revela problemas. La problematización de lo dado solo emerge de la contraposición de lo dado con lo imaginado. Y ahí el componente valorativo es fundamental. Así, cuando se critica que la lista de espera en la seguridad social es demasiado larga, subyacentemente, se están declarando dos cosas: por un lado, que se cuenta con un sistema de asistencia sanitaria pública y universal y, por otro lado, que se asume no solo como deseable sino también como posible que esa asistencia sea muchísimo más eficaz. Esta pretensión de mayor eficacia por parte del sistema sanitario surge desde la experiencia de una contrariedad, un “perjuicio”: la larga espera para ser atendido. Pero ese perjuicio lo es ya dentro de un contexto que permite que tal circunstancia sea juzgada como perniciosa: la estructura socializada, y asentada, de asistencia sanitaria pública y universal. Y ese perjuicio se lo percibe como tal a la luz de unos valores sociales asumidos de solidaridad institucionalizada, además de ciertos valores de eficacia, sin los cuales ese hecho no necesariamente se percibiría como negativo; podría, simplemente, verse como normal, inevitable o consustancial a la estructura sanitaria (el retraso). Así pues, ¿cuánto de “injusto” es el reproche o la exigencia que se profiere cuando se describe como algo intolerable las largas colas de espera? Pues dependerá del grado de consciencia de la magnitud del fenómeno, del lugar que la circunstancia objeto de atención ocupe dentro del conjunto, de sus implicaciones, de su genealogía, de su historia, de su alcance, de su idiosincrasia. De mil cosas.
Pero quizá lo más importante sea el hecho de si hay consciencia o no de la dimensión valorativa. Esa dimensión que ha hecho que esa estructura social esté ahí, y que hace a su vez que dicha estructura sea criticada por aquellos que la gozan, precisamente. Aquí hay un proceso de recursividad ético-social. El mismo valor social que genera prácticas solidarias institucionalizadas es fundamento de críticas a dichas prácticas. Hay una lógica implacable en este proceso, inevitable y positiva, porque refuerza la práctica. Y ese proceso en sí mismo se justificaría en última instancia por el propio ámbito valorativo ya mentado. Todo reposa en una cuestión ética como fondo y fundamento de proyección discursiva, de realizaciones prácticas, de fundamentaciones “racionales”, de justificaciones políticas y de “críticas” personales y/o sociales. El caso es que, si hay una profunda consciencia de todo esto, en el momento de la crítica brota espontáneamente un sentimiento de agradecimiento; ya no hay solo rabia o resquemor por la contrariedad de no ser atendido ipso facto. Hay también consciencia de lo que supone el despliegue sistematizado en base a recursos socialmente compartidos de una estructura de asistencia sanitaria que está ahí para cubrir problemas y necesidades de las personas. Y eso es inmenso, inconmensurable.
Y es que llega un día en que, quizá por la edad y/o por las circunstancias, lo inconmensurable te asalta de pronto.
Por ejemplo, en forma de accidente de tráfico. A los cinco minutos llega la policía, a los diez la ambulancia; y ello gracias a las personas que, testigos presenciales, han llamado a las autoridades. En media hora estás en el hospital. Las enfermeras te reciben, el médico te explora, se te realizan pruebas. En un caso grave, eres intervenido quirúrgicamente, etc. Te dan el alta. Te vas a casa. Bien. Recapacita.
Las personas que te ayudaron pudieron haber sido esa señora con la que discutiste agriamente cuando te interpeló agresivamente por no haber cerrado la puerta del portal. Lo cierto es que la señora odia que dejen la puerta abierta. Pero en caso de accidente, cogerá el teléfono y llamará a la asistencia. Puede también que se acerque y te coja la mano, y te consuele. Y en esos momentos, que te cojan la mano puede suponer más que el plato de lentejas por el que se vendió un reino entero. El otro chico que no deja de hablarte dándote ánimos pudo ser aquel gilipollas al que espetaste no haber arrancado el coche a tiempo. El conductor de la ambulancia… bueno, ese señor jamás sería tu amigo. Él odia todo lo que tú amas. Incluso destrozaría por placer el “Guernica” de Picasso. Hay unas enfermeras que no conoces de nada que te están esperando como si fueses un hijo en problemas. Y un médico que ni te mira a los ojos pero hace su trabajo. Al final te lleva a casa otro conductor que en otro momento te hubiese parecido simplón, absurdo, obviable.
Pero no. No es obviable. Entiendes que la sociedad es un conjunto de cosas y presencias, de gestos y valores, de ligazón de espacios y ausencias en un tiempo mental compartido que va mucho más allá de lo que siempre has creído. Algo así como el aire que respiras pero en cuya presencia, imprescindible a tu existencia, no reparas.
El individuo, sobre todo en nuestra tradición cultural, tiende a creerse y pretenderse tan libre como para concebirse a sí mismo independiente de todo y de todos. La “obsesión crítica” respondería al autonomismo del sujeto moderno ilustrado que basa su noción de libertad en la racionalidad. Pero recordemos la paloma de Kant, esa que quería volar tan livianamente que deseaba que no hubiese aire para que no hubiese el más mínimo rozamiento que le impediese desplazarse con total libertad. La verdad es que sin aire no podría volar. Y es que lo que limita, a un tiempo, habilita también. La racionalidad y el criticismo parecen querer volar en el vacío demasiadas veces, llegando a la pretensión de poder hacer tabula rasa con cualquier objeto de atención o análisis, ya sea cultural, institucional o social, sin muchas veces pararse a asentar bien qué objetivo real se persigue: si la mera reproducción de un gesto que casi sería identitario (el gesto “crítico”) o una real puesta en cuestión de aspectos relevantes sensatamente encuadrados. Este “gesto crítico” respondería a un sempiterno y entrañable talante adolescente, tan encantador y simpático, que confía en ser libre y autónomo por el hecho de basarse en la negación taxativa de lo vigente.
El caso es que el individuo quizá sea lo más valioso, puede que sí, pero en todo caso lo es como la perla que la ostra ha procesado paciente y laboriosamente a partir de una materia prima bruta, informe e indiferenciada como lo es la arena. La sociedad es esa organización comunitaria, fundamental, que salvaguarda y reproduce la vida biológica para elaborar parsimoniosamente perlas individuales. El planeta flota en el espacio. Ha sido necesario todo un cosmos quizá infinito para que esta bola azul pueda flotar ignota y perdida en la vacuidad. En su seno, de forma análoga, microcosmos sociales alumbran sistemas enteros donde pueden evolucionar, como un cóndor sobre las llanuras, individuos conscientes de sí y de su poder personal. El caso es que su poder no es nada sino la punta mínima de un inmenso iceberg de vida y existencia que rebasa cualquier capacidad de imaginación. Cualquier crítica que se enfoque con al menos una pequeña orientación a la comprensión de este hecho siempre subyacente cumplirá el requisito mínimo de tender hacia cierta corrección en su pretensión de comprehensividad de la problemática atendida. Dicho de otro modo; no puedes criticar aquello que no conoces y/o no entiendes. Y ese intento de conocimiento y comprensión sería, por definición, infinito. Y tanto más cuanto contemplamos la posibilidad de que dicha comprensión y conocimiento no se limiten a cuestiones racionales. Puede que todo sea racionalizable (al menos en
cuanto a formalización expresivo-referencial, aunque quede en lo esquemático), pero no todo es racional (y esto lo decimos a sabiendas de que Hegel se revolverá en su tumba).
Por todo ello, estamos ahora en condiciones de lanzar un ataque ya no solo crítico sino, sin duda, y de forma consciente voluntaria y asumida, destructivo (tanto como fuere posible) a todos aquellos individuos que están desplegando liderazgos significativos dentro de las estructuras de organización sistémica en los órdenes políticos institucionales y económico/financieros (a todos aquellos responsables de la situación actual que azota a nuestras sociedades). Por supuesto que puede entenderse este ataque como parte de la recursividad ético-social que, en base a valores asumidos culturalmente, reafirma prácticas sociales ya estructuralizadas:
“Hijos de las hienas, cabalgáis sobre el misterio inmenso de la vida y la maravilla devastando plenitudes, gozos y estares. Seréis aniquilados y yaceréis en el lodo para fertilizar con vuestros cuerpos putrefactos nuevos amaneceres. Id contando vuestro tiempo, porque aunque no lo sepáis, es lo más precioso que os queda.”
Gran incorporación a cb. No obstante, ya que estamos, una “crítica” o comentario: en el penúltimo epígrafe haces una oda indirecta a la metafísica spinozista y de ella deduces que el universo es demasiado grandioso como para encontrarle mácula… y sin emargo luego te descuelgas con un alegato contra los liderazgos, como si ese tipo de dominación estuviese “fuera de la naturaleza”. Personalmente encuentro que la tradición spinozista y hasta Foucult no lo gran resolver la cuestión de “el mal”; por una parte se da por buena la idea de que el cosmos es divinidad pura e infinita, perfecto al no tener un afuera con el que medirse, y sin embargo encontraís dentro de esa armonía metafísica cosas con las que no estáis de acuerdo. El error de Foucault y de Deleuze IMHO es que no consiguen superar la discontinuidad entre hombre y naturaleza. Quisieron dar por superado a Hegel pero no fueron capaces (te lo dice alguien que está leyendo atentísimamente “Diferencia y repetición” y econctrándole mil problemas). Gracias por el post y esperamos más!
Gracias por tu comentario, Observer.
1) No me pongo spinozista necesariamente. No pensaba en Spinoza al escribir eso.
2) No hago un alegato contra los liderazgos. Ataco directamente a ciertos líderes. Es cosa distinta.
Lo demás que comentas daría para muuuucha charla. Raro que no haya nombrado a Leibniz con su “mejor de los mundos posibles” 😉
Saludos
excelente.
has dado en el clavo mismo. todo sistema necesita un patron de medicion, no un patron de anulacion de errores sin patron de medicion.
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y ampliando tu analisis, dire que eso es muy duro para muchas personas o sociedades de entender.
pero por ejemplo, anular los asesinatos puede ser posible, pero jamas sera deseable en ninguna sociedad, por ejemplo, y eso no impide hablar la gente vive en paz con los demas.
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como se gestionaria por ejemplo un sistema donde se acepta de modo natural que debe haber asesinatos, y se que eso sigue siendo inasumible por infinitas personas, si pudieran evitarlo… bien por ejemplo una propuesta seria esta:——
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si los asesinatos aumentan , se aumentan las sanciones, (si solo vemos origen en sanciones de que pasen.)
y si disminuyen disminuimos la sancion.
(pero dejando un regalo al CAOS PROPIO NATURAL SOCIAL= ese regalo significa que siempre que de un periodo a otro no aumenten mas de un 5% por ejemplo no se acometera endurecimiento de penaS, pues se trata el propio sistema busque sus optimos.)
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(las sociedades deberian tener sistema de medicion en todo, y de hecho de ese modo es como algun dia, tal vez deje de haber asesinatos, pues la causa que los provoca ha desaparecido en la moral de las personas, lo que no se puede pretender es tratar a base de la ley anular al propio ser humano, o decir que por que hay asesinatos, el ser humano, no es un ser que puede establecer sociedad.)
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(la unica excepcion a lo dicho es cuando el propio ser humano ysociedad, considera que quien hace algo de algun tipo no es un ser humano sino un animal, y todo acto de condena es poco…. pero sin embargo solo puedo decir, que mucho ojo, pues en muchas sociedades he visto acabar desligando al hombre como individuo de su misma sociedad por esto mismo, pudiendose considerar ya a todos los individuos como animales y no personas, al 100%.)
(es en ese momento si pasa por haber cometido la mayor estupidez cuando el hombre aunqeu publicamente muestre saludo por que a lo mejor depende de eso su trabajo, pero si tuvieran seguridad en un momento de penumbra nadie les observa, usarian todos ese momento para ser todos asesinos, pues realmente, la razon llego a anularles la propia razon.)
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La naturaleza de la empresa, transformada en un ser abstrato, y neoliberal que se impone a la existencia de decision colectiva basada en democracia ciudadana, pero consciente de las personas no lo que hay hoy dia, o donde la gente, solo busca su interes…. (yo me refiero a la autentica democracia.).
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si la empresa privada logra anularlo esto, simplemente, es cierto solo buscaran un objetivo =El beneficio.
y eso destruira totalmente la sociedad, pues la sociedad deja de estar encapsulada. cuando el beneficio no tiene ningun contrapoder como es la capacidad de todas las personas de trabajar, o de no ser sacrificadas por ese beneficio, y donde aparte esas personas tambien puedan germinar si lo desean las estructuras de capital, para las que actualmente trabajan, pero que un dia podrian ser ellos o sus descendientes los organizadores de la estructura.
etc, etc.
pero que conste yo si acepto la decision de anular algo, como correcta, pues el hombre nace de la sociedad, y esta puede implicarse en el hombre, y si puede buscar resortes, como que las listas de espera bajen, o que los asesinatos disminuyan, pero solo, y solo si eso significa que no violan la ley de la negacion pura: que en las listas de espera haya gente que no es tratada… o en temas mas serios, como los asesinatos, que se genere un odio social desde los individuos a la sociedad, que al final estallara, por que simplemente ya no tienen capaciadad de siendo hombres de tener solo movimientos de mecanos, al estar totalmente controlados.. pues eso estalla, o confirma el fin del ser humano propiamente.
etc, etc.
personalmente, creo que habría que construír una economía orientada a la provisión de placeres a sus ciudadanos. Trabajar placenteramente, salud, calidad de vida, tiempo libre placentero… una cultura sabiamente hedonista sería la ideal, aquella en la que el placer no fuese considerado “vagancia” o perdición (tradición católica) sino el objetivo de toda estructura económica.
La cuestión es puramente relativista. El patrón de medición que utilizamos es lo humano, no lo natural. Y la artificialidad se ha separado por una continua desviación deificante de lo natural, hasta resultar tan grotesco como que ha reventado ese medio en el que se asienta y desarrolla.
Es preciso volver a ser la poca cosa que somos en la Naturaleza, nuestra Diosa. Aprendiendo a vivir más despacio como nos marca el Tiempo, nuestro Dios.
hola Salva: enhorabuena por tu trabajo. Como siempre, un placer leer tus ideas, aunque no coincidamos en algunas cosas. Permíteme que difiera de esta afirmación:
“””Toda crítica, para serlo, requiere de dos presupuestos, dos implícitos, dos cuestiones previas sin las que la crítica no tiene ningún sentido. Por un lado, la situación inicial, lo que ya está ahí, lo que ya es. Por otro lado, el ideal comparativo que se genera en base a un valor o principio “” Eta afirmación es discutible, y toda tu argumentación se basa en esta afirmación.
Por otro lado , hablas desde una perspectiva relativista de asuntos morales, al afirmar que “la dimensión valorativa” de las cosas dependa del “grado de consciencia” del conteto en que se producen. En mi opinión, la ética y la moral son exactamente lo contrario:son el producto de la abstracción de las circunstancias en las que se producen los hechos. Por lo tanto, yo no creo que la moral tenga que tener necesariamente un paralelismo en el “mundo real” sobre las que apoyarse o justificarse.
Por último, en este texto afirmas que la “dimensión valorativa” depende del grado de “conciencia del individuo”. Esto implica que habrá personas con un criterio mejor y otra con uno peor, ya que unos tendrán un grado de conciencia mas desarrollado que otros. Algo que choca con mi propia experienia, ya que he comprobado a lo largo de mi vida cómo aquellas personas mas cultas, más inteligentes y con mas formación académica, suelen ser los mas torpes a la hora de comprender los asuntos públicos, es decir, a lo referente a las relaciones de poder ejercidas entre personas. Nunca dejaré d sorprenderme de comprobar cómo las personas en teoría mas competentes, pueden llegar a rozar la subnormalidad profundoa en asuntos de política. Por cierto, en mi opinión es la política, o las relaciones de poder ejercidas de pesonas sobre personas, el elemento último sobre el que se articula la sociedad… y no un “””conjunto de cosas y presencias, de gestos y valores, de ligazón de espacios y ausencias en un tiempo mental compartido”””
Gracias por tus comentarios, Iago.
1) Dices que la primera tesis del artículo es discutible, pero no añades nada más. Si quieres discutirla, adelante, pero ten en cuenta una cosa, por si acaso: no se afirma que esas dos cosas sean las únicas. Dicho de otro modo, esas dos cosas serían necesarias pero quizá no suficientes. La intención aquí ha sido más descriptiva que genealógica.
2) No creo haber afirmado en ningún sitio que “la dimensión valorativa dependa del grado de consciencia del contexto en que se producen”. Aquí, “dimensión valorativa” se refiere al substrato ético-social del que emergen prácticas como la de la asistencia sanitaria pública y universal (o la educación, o un sistema de carreteras nacional con sus reglas de circulación, etc…). Y el grado de conciencia que se tenga de ello aportará mayor o menor lucidez en la crítica que se haga de dicha práctica. Por tanto, en ningún momento entro en el ámbito de discusión que inauguras a nivel moral (y que sería un tema largo, donde pareces decantarte por un esencialismo ontológico propio del gesto epistemológico de la modernidad filosófica), y por tanto tu apreciación de que aplico una “perspectiva relativista de asuntos morales” no es que se ajuste o no a lo dicho, sino que ni siquiera tiene relación con lo planteado.
3) Por último, para mí, lo que tú llamas “relaciones de poder” forma parte de ese “conjunto de cosas y presencias, de gestos y valores, de ligazón de espacios y ausencias en un tiempo mental compartido”, porque la sociedad tiene una dimensión comunitaria que rebasa en mucho a lo meramente político (en el sentido que pareces utilizar, de uso público del poder). Tampoco habría que olvidar que político viene de polis que significa ciudad… político, pues, significa ciudadano…es decir, perteneciente a la ciudad, a la comunidad. En ese sentido más amplio de política, la política es un “tiempo mental compartido” que por supuesto implica espacialidad y relacionalidades de todo tipo, etc, etc…
Un abrazo, Iago.