Nasama Alí Ahmed
15 de diciembre de 2012
Dana Bakdounis tal vez no llegó a imaginar el efecto que su acción, tan sencilla y común en otras latitudes, llegaría a producir en el mundo árabe. Dana, en un acto de apoyo al aperturista y liberal movimiento que tiene en Facebook su expresión más global, ‘The Uprising of Women in the Arab World’ (El Alzamiento de las Mujeres en el Mundo Árabe), se fotografió sin velo, con el pelo corto, los hombros y los brazos desnudos, mirada desafiante ante la cámara a la que mostraba su documentación oficial y un breve texto para expresar su apoyo a las mujeres que en el mundo dominado por la sharía, necesitan construir sus vidas desde la libertad. Dana tiene sólo 21 años de vida desarrollada en un país opresivamente rigorista como Arabia Saudí, donde la mujer está sometida a unas estructuras rígidamente patriarcales que anulan sus aspiraciones de libertad e igualdad. El caso de Dana no es el único y, poco a poco, vamos teniendo conocimiento de antecedentes en esta larga lucha de las mujeres, como Manal Al-Sharif que desafía a las autoridades al ponerse al volante de su automóvil y se convierte así en el rostro de la campaña Women2Drive. A Manal le grabaron un vídeo mientras conducía y lo colgó en Youtube, el resultado fue que esta valiente mujer acabó en la cárcel saudí, pero, a cambio, se ha convertido en un estímulo de lucha para otras.
Como Dana y Manal, muchas mujeres en el mundo árabe, en Túnez, Argelia, Egipto y otros países, están haciendo sentir su presencia para alzarse contra esas inhumanas normas que las anulan, las difuminan y las hacen invisibles. Esas y otras musulmanas se afanan para que los derechos de todas aquellas que viven sometidas sean reconocidos. Podemos sentirnos orgullosos de las que han comprometido sus vidas en tan noble y generosa causa como la que anima las aspiraciones de una vida en libertad para tantos millones de seres humanos, que desde su más tierna infancia tienen su destino regido por designios ajenos a su voluntad. Las mujeres no pueden ser moneda de cambio en los matrimonios convenidos a edades tempranas ni pueden ser sometidas por el régimen de la poliginia, ser agredidas con ácido para destruir su rostro, recluidas en la vida doméstica, sometidas siendo niñas a la mutilación de sus genitales; tampoco pueden ser tildadas de prostitutas por pasear sin compañía, maltratadas al amparo del agresivo machismo dominante dentro y fuera del matrimonio, ser sumidas en el analfabetismo, explotadas, marginadas en las leyes de sucesión y nacionalidad, asesinadas por criminógenos códigos de honor, ni pueden ser marginadas en la vida de la comunidad. Las mujeres musulmanas son imprescindibles en la vida civil, en los ámbitos de decisión política, en la judicatura y en el mundo laboral y empresarial para que puedan aportar sus cualidades y talentos personales. Por ello, tienen derecho a levantarse como seres humanos y hacer oír su voz, a organizar sus vidas bajo sus criterios y no bajo la sempiterna tutela masculina con el pretexto de normas que pudieran haber tenido explicación hace siglos pero que actualmente sólo justifican unas condiciones de vida inaceptables. La voz de las mujeres sólo se podrá armonizar con la de los hombres, cuando todos sean ciudadanos libres bajo la protección del Estado de Derecho y la democracia, pues sólo en estas condiciones esos países podrán organizar una vida social, familiar e individual, donde la aspiración a la felicidad sea un bien a proteger, es por ello, que la lucha de la mujer musulmana por sus derechos, es inseparable de la lucha por las libertades y derechos democráticos, pues no es sólo un compromiso y un proyecto femenino, lo es por principio también de los hombres.
Nuestro deber ciudadano, el deber de mujeres y hombres, musulmanes y de cualquier confesión o ideología, es convertir en objetivo prioritario la solidaridad efectiva con ellas, para que sientan el calor de la compañía en un viaje que sin duda será largo, pero cuyas metas supondrán no solo su propio beneficio, sino también el de sus sociedades y países, superando el sometimiento colectivista a valores tribales, materializando una vida libre más allá de tradiciones anquilosadas impuestas por la jerarquía de los clanes. Podemos apreciar cómo el dogmatismo y el oscurantismo es una poderosa tentación en la concepción y las prácticas religiosas. Ninguna religión o ideología está libre de ellos y los musulmanes debemos denunciar esas peligrosas derivas que mantienen paralizados en el tiempo a países enteros. El pensamiento libre, crítico e independiente no es algo ajeno al Islam, pues está representado por una tradición interesadamente olvidada como la ‘ijtihad’, el esfuerzo de reflexión no dogmática que hace a cada uno más libre y próximo a todos los seres humanos. La confluencia de esa nueva autoconciencia entre mujeres y hombres, que cristaliza en la formación de nuevos movimientos civiles democráticos, y nuestra solidaridad activa con ellos será condición esencial para contribuir a la libertad, la democracia y el Estado de Derecho en el mundo árabe y el mayor compromiso por la paz en el siglo XXI.