GROENLANDIA
En su obra Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, el biólogo Jared Diamond dedica un capítulo a analizar los motivos del declive y desaparición de la Groenlandia noruega (norse), dibujando un panorama en el que la poca flexibilidad y capacidad de adaptación a las condiciones objetivas, el empeño en mantener formas de vida poco o nada acordes a las capacidades del entorno, acaban llevando al agotamiento del medio y a la extinción del colectivo.
Entre las poderosas imágenes que Diamond transmite con maestría para exponer su tesis hay dos que me resultan especialmente vívidas y desgarradoras: los restos de pequeños animales hallados en una granja, roídos por sus habitantes hasta la médula, como intentando sacar hasta la última caloría antes de perecer irremediablemente de inanición; y la presencia de cuchillos reducidos a la mínima expresión, afilados una y otra vez durante generaciones sin posibilidad de ser sustituidos por falta de materia prima.
Semeja que hemos llegado ya a nuestra Groenlandia. La rigidez mental nos impide asumir lo que tenemos encima y adaptarnos racionalmente, y nos ha llevado a este punto en que roemos con desesperación los huesos para obtener algo de alimento. La civilización industrial, adicta al despilfarro y dependiente de la energía barata de los combustibles fósiles, se apaga irremediablemente mientras intenta estirar de un modo suicida las reservas energéticas con técnicas tan lesivas y tan sumamente caras como el fracking, para obtener un parvo resultado energético que nos ayude a prolongar la agonía unos minutos más.
Así, mientras los gurús del crecimiento indefinido siguen hablando de un paraíso tecnológico de energía abundante, la realidad nos aboca a un futuro de austeridad y profundo cambio de esquemas que consiga garantizar la supervivencia de la especie, o, de no ser así, a acabar como los vikingos de Groenlandia.
Luis Valcarce Rodríguez
Flamante intelectual trotskista y mejor persona
Progresista resentido