Dos semanas después del gran terremoto del BREXIT todavía continúan habiendo réplicas políticas que no han dejado espacio para poder evaluar cuáles serán los impactos y qué planes de emergencia y reconstrucción dispone el gobierno contra este terremoto. La última réplica del BREXIT ha sido la dimisión del líder de la UKIP Nigel Farage, uno de los que ha liderado la campaña del “Leave”, afirmando que ya ha cumplido su objetivo político. Esto viene después de los movimientos sísmicos por la dimisión programada del Primer Ministro David Cameron, tras la derrota del “Remain”, y el rechazo del exalcalde de Londres Boris Johnson a substituir a Cameron como líder del Partido Conservador para el congreso de octubre. Johnson ganó prestigio al hacer campaña por el “Leave”. También hubieron manifestaciones riesgosas en el Partido Laborista. Su líder, Jeremy Corbyn, que hizo campaña por el Remain tuvo una moción de confianza por parte de los diputados laboristas. El 80% le han dado la espalda.
Otras réplicas, no de menor intensidad y con poco espacio de tiempo entre unas y otras, han sido desde la histórica caída del valor de cambio de la libra esterlina con las divisas internacionales, la más baja desde 1985, a la primera reunión de la Unión Europa (UE) para valorar el resultado del BREXIT. Una reunión de 27 y no 28 por la no participación del Reino Unido. También se sintió movimiento en la sociedad civil y miles de personas salieron a las calles de Londres concentrándose frente al Parlamento para protestar contra la salida de la UE. Algunos frustrados con un futuro sin Europa, otros sin querer aceptar el referéndum por considerar que hubo falta de información, acompañantes pidiendo una segunda votación como mecanismo de reflexión,… en definitiva movimientos que buscan sumar fuerza para que el Parlamento británico, que tiene la acción jurídica de reconocer el resultado, no valide la consulta.
Réplicas que dibujan a una Gran Bretaña muy dividida respecto a la UE. No sólo a nivel generacional (juventud vs tercera edad como extremos) o por geografía (urbano vs rural), sino también por naciones. Escocia e Irlanda del Norte, y Londres, con las victorias del “Remain”, y Gales y el resto de Inglaterra del “Leave”. No hay que olvidar tampoco las complejidades internas en las naciones. En el caso de Irlanda del Norte tras un largo conflicto armado entre católicos pro-irlandeses (que se inclinaron por quedarse en la UE y así no alejarse políticamente de la República de Irlanda) y protestantes pro-británicos (que siguieron el euroescepticismo británico) el terremoto del BREXIT ha tenido una réplica tan fuerte que ha vuelto a poner muros al futuro de estas comunidades tan enfrentadas. Y en el de Escocia, el BREXIT anula toda la credilidad del referéndum celebrado en 2014 para su independencia respecto al Reino Unido. El discurso escocés unionista en la campaña de ese referéndum de hace dos años sobre quedarse en el Reino Unido era permanecer en la UE y tras el BREXIT se ha convertido contradictoriamente en una falacia que ha disparado el movimiento independentista escocés. Y finalmente una réplica que ha llegado a traspasar el Canal de la Mancha moviendo tierras en otros países europeos han sido las manifestaciones de líderes políticos, como Marine Le Pen en Francia, de seguir el mismo camino y pedir celebrar un mismo referéndum en sus Estados.
Aunque se puedan dar nuevas réplicas de este duro terremoto los próximos días, pero con impactos cada vez menores, la pregunta es ¿cuál es el plan de reconstrucción? ¿Qué mecanismos posibles existen?
Tres millones de firmas han pedido al Parlamento británico realizar un segundo referéndum sobre permanecer en la UE justificando que según una encuesta relámpago el 7% de los votantes que apoyaron el “Leave”, es decir más de un millón de votantes, están arrepentidos. Aún así, el mismo David Cameron descartó esa opción acentuando que el Parlamento que dispone de la llave de la legalidad “no debe bloquear el BREXIT”. Lo mismo defendió el ex-Prime Minister Tony Blair, “respetar la voluntad del pueblo”, pero justificó buscar soluciones europeistas confirmando que “esa voluntad tiene derecho a cambiar”.
A esto, empiezan a hacerse visibles los primeros pasos de reconstrucción. Una de las soluciones posibles es salirse de la UE oficialmente por la puerta grande (BR-EXIT) pero volver a entrar, con otras competencias particulares, por la puerta pequeña (BR-ENTRY). El mecanismo es la adhesión del Reino Unido a la Asociación Europea de Libre Cambio (AELC) conformada por Noruega, Suiza, Lichtenstein e Islandia. AELC es un bloque comercial que se formó en 1960 como alternativa a la institución original de la UE, la CECA y su posterior proyecto de la Comunidad Económica Europea (CEE). El modelo franco-alemán. Uno de los países fundadores de la AELC fue justamente el mismo Reino Unido, junto a Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal, Suiza y Suecia, pero en 1973 fue el primer país en salirse de la AELC para entrar en la CEE. Reino Unido no vivió el 25 de junio su primer BREXIT, ya dispone de estas experiencias en la integración regional europea. Tras su salida de la AELC todos los países miembros excepto Suiza y Noruega, además de Finlandia que se unió en 1970, siguieron los pasos británicos. Algo que se podría repetir en la UE, como hemos señalado, dadas las peticiones de dirigentes políticos, la mayoría de ultraderecha, en otros países europeos para celebrar referéndums “Exit”; Francia, Holanda, Italia,…
El hecho de retornar el Reino Unido al AELC le permitiría ser parte del Espacio Económico Europeo (EEE). Un acuerdo firmado entre la AELC (con la excepción de Suiza que rechazó en un referéndum su adhesión ) y la UE en 1994 instauró el EEE. Consiste en que los países de las dos integraciones regionales son parte de un mercado común donde existe libertad de movimiento de mercancías, personas y servicios, cumpliendo además con el Acuerdo de Schengen (más que polémico hoy en día por el fenómeno social de los refugiados) suprimiendo fronteras internas entre países y compartiendo frontera exterior.
El proyecto de entrar el Reino Unido al AELC no ha sido algo olvidado aunque ahora poco se hable. Los artículos del punto 56 al 60 del Convenio Consultivo de la AELC confirman que para ser miembro se debe ser un Estado y ser aceptado por el Consejo. Noruega, sin ninguna negociación y estudio de impacto, se ha posicionado previamente algo escéptica. Incluso este fácil camino de no perder integración europea es el que se murmuró en el caso catalán si se independizaba de España y se le complicaba entrar en la UE.
La entrada del Reino Unido en la AELC podría ser una estrategia que varios de los actores sociales chocantes en el referéndum podrían converger. En primer lugar para los europeístas se mantendrían varios derechos como la libre circulación de mercancías y personas para así evitar una barrera entre el Reino Unido y Europa. Poder comercializar sin pago de aduana, hacer turismo anual los millones de ingleses en los países europeos, disponer de propiedades en suelo europeo sin pagar más impuestos, los estudiantes poder hacer “erasmus”,… En segundo lugar, podría apaciguar los conflictos de Irlanda del Norte y Escocia, al no separarse completamente de la UE. Y en tercer punto, los euroescépticos podría usar el discurso de no estar en la UE oficialmente, aunque deberían asumir que insertarse el EEE les obligaría a cumplir obligaciones. Muchas de estas obligaciones serían similares a políticas que se ha criticado en la campaña del Leave. Por ejemplo Noruega, sin voz ni voto en la UE, ha tenido que suprimir niveles de soberanía nacional al adoptar el 75% de las leyes de la UE, y la AELC tiene que pagar anualmente la tasa de 860 millones de euros para tener el privilegio de comercializar libremente con la UE.
Pero a todo esto, el mayor beneficiario del BREXIT y BRENTRY podría ser el sector financiero. Al igual que Lichtenstein o Suiza, el Reino Unido podría convertirse en un Paraíso Fiscal al dejar de ser miembro de la UE. Podría reducir los impuestos corporativos, que hoy la UE define en base a los acuerdos comunes, para atraer mayor inversión internacional. La rebaja de la fiscalidad sobre los beneficios de las multinacionales daría la posibilidad a estas grandes corporaciones a evadir impuestos sobre las ganancias logradas que en otros países de la UE deben pagar, y al mismo tiempo podrán comerciar sin arancel con la UE bajo el EEE. Más fácil llenarse los bancos británicos de “dinero negro” y “cuentas Panamá” al no tener que dar responsabilidades financieras a la UE.
La reconstrucción ya está preparada. Nigel Farage y otros actores de la élite financiera británica han conseguido el terremoto esperado, el BREXIT. Su discurso contra la migración, los refugiados, la fiscalidad de la Unión Europa, además de vestirlo de soberanismo chovinista británico, no ha tenido otra función que destruir las barreras financieras de la UE. Una vez conseguido Farage vuelve a su profesión, corredor de la bolsa del mercado financiero de Londres. ¿Por algo será?
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Fotografía de Gage Skidmore