DESMEMORIA DEL CRISTIANISMO

DESMEMORIA DEL CRISTIANISMO

Antonio Pérez (04.enero.2016)

“Mas los Asirios se estremecieron de espanto, alzaron el grito y se dieron a la fuga. Hijos de madres jóvenes los atravesaron y como a siervos huidos los hirieron, perecieron… Porque es poco para el Señor el sacrificio de suave olor y es nada toda la grasa para tus holocaustos“ (Judit: 13-19)

Ahora que todo quisque cree saber algo del terrorismo islámico, de la pelea entre sunitas y chiitas, del mega-embrollo sirio y del super-lío del Próximo Oriente, resulta extremadamente oportuna cualquier pieza que sirva para demostrarnos que no sabemos nada. Y no sabemos nada porque no nos hemos informado sobre la situación de las minorías en una zona del planeta donde todos son minoría. Por ello, por estudiar ese tema y por la urgencia del momento, es doblemente bienvenido que tan benemérita tarea haya sido cumplida por un excelente reportaje sobre una minoría longeva de cinco milenios: el pueblo Asirio .

Los asirios son una de las numerosísimas víctimas desconocidas de la apocalíptica destrucción que comenzó hace un siglo exacto . Aunque bien podríamos decir que el pueblo que esculpió el impresionante bajorrelieve La Leona Herida no ha dejado de huir desde mucho antes, quizá desde que, circa el año 612 ane, una coalición de Medos, Escitas y Babilonios destruyera la fastuosa ciudad de Nínive, “la ciudad sanguinaria, toda llena de mentiras y de violencia y de inexhaustas rapiñas… la ramera de encantadores atractivos, maestra en brujerías, que con sus fornicaciones seducía a las naciones y con sus hechicerías engañaba a los pueblos” . Así terminó un Imperio Asirio que se había estado formando desde los años 3000 ane y que, pocos siglos antes de ser abatido, había alcanzado su apogeo durante los reinados de personajes, más o menos bíblicos, cuyos nombres todavía nos son vagamente familiares: Taglatfalasar, Sargón, Senaquerib, Asurbanipal o Salmanasar .

Ahora bien, el primer problema que nos surge cuando queremos profundizar en nuestro conocimiento del pueblo asirio estriba en que, para rastrear su huella en la historia y en Asia, les encontraremos bajo multitud de denominaciones. Por ejemplo: arameo, caldeo, cristiano oriental, siríaco (no sirio), armenio, cristiano nestoriano , etc. Y, si husmeamos en los viejos papeles chinos del siglo VII, hallaremos que se les apellidaba ching chiao o de religión iluminada –o iluminadora-. Naturalmente, todos estos términos tienen su razón de ser pero, a los efectos divulgativos que hoy nos ocupan, se nos va a perdonar que, a veces, parezcamos ‘imperialistas asirios’ confundiendo invasores e invadidos y que olvidemos y reduzcamos las diferencias entre ellos resumiéndolas en un único etnónimo: asirio.

Los primeros cristianos

Porque es pura propaganda barata y no de las más sutiles, olvidemos la imagen de unos primeros cristianos medio judíos medio greco-romanos reunidos clandestinamente en las catacumbas de Roma mientras dibujan peces y cruces para no escuchar el ronquido de los leones. Digámoslo claramente: los primeros cristianos fueron asirios y no emigraron hacia Italia sino en dirección contraria. Expliquemos brevemente el porqué de tan rotunda y escandalosa y quién sabe si hasta arbitraria afirmación:

Los asirios se mantuvieron fieles a su antiquísima religión asurita hasta el año 256 pero una de sus ‘tribus’, concretamente la fracción asirio-arameo, fundó la primera y primigenia iglesia cristiana inmediatamente después de que ejecutaran al Cristo. En efecto, en ese mismo año 33, los apóstoles ‘arameos’ Tomás, Bartolomé y Tadeo erigieron la primera iglesia cristiana en Edesa .

Entre los Doce Apóstoles, conocidos en la cofradía de pescadores por su pregonado servilismo, Tomás es el único que muestra algo de raciocinio –duda del lanzazo que propinaron al crucificado y aún más de la resurrección del Cristo-, algo de independencia y, contradiciendo lo anterior, también algún arrebato martirial como cuando, enterados de la muerte de Lázaro, el antes llamado Dídimo exclama ante sus condiscípulos: “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (Juan 11, 16) A la larga, el asirio-arameo ex escéptico Tomás, fue uno de los fundadores de la primera iglesia cristiana. Dícese por el vulgo que, desde Edesa, partió en misión hacia el Levante llegando a los confines del Indostán suponemos que cabalgando en algún Clavileño sidéreo. Asimismo, la desatada imaginación doctrinal asegura que fue enterrado en la costa Malabar (India), hoy una llanura arrocera que incluye la ex colonia portuguesa de Goa, comarca que sigue siendo fuente inagotable de delirios historicistas y de arrebatos místicos más o menos inducidos.

Bartolomé, otro de los Padres Fundadores, viajó todavía más lejos que Tomás pues dícese que, además de la India, llegó a Arabia donde es fama de imposible congruencia cronológica que dejó un ejemplar en hebreo de un texto que se escribiría siglos después: el evangelio de Mateo.

Recurrimos a toda esta vana seudo-erudición de leyendas no sólo para advertir que la historia del Cristianismo está atiborrada de pacotilla sino, especialmente, para mostrar que la verdadera y primordial expansión cristero-apostólica no se dirigió a Occidente sino a Oriente. Que nos la hayan contado al revés es atribuible a muchos factores, no sólo a la censura ejercida por los epígonos de Paulo de Tarso sino también al hecho del ninguneo sistémico que Europa ha sometido al Oriente sin olvidar que, un milenio después del año 33, desde el Indostán hasta la China y el Más Allá, la suerte del cristianismo asirio –léase, oriental- experimentara un auge insólito para, quizá a partir del siglo VIII –la Musulmanía-, empezar a declinar poco a poco.

Pero subrayemos que, en términos demográficos, Europa siempre se ha negado a reconocer que el Homo sapiens era más abundante hacia Levante que hacia Poniente –las Yndias son caso aparte-. Ejemplo: cuando las ciudades europeas eran corrales de cabras, el Catai contaba con capitales como

“Quinsai que tiene cerca de 100 millas de cintura y 12.000 puentes de piedra y mármol… todas las calles están empedradas con adoquines o con ladrillos de barro cocido, que se puede transitar en ellas sin enlodarse a pie y a caballo. También añadiré que cuenta con 3.000 baños; son baños calientes, que son muy agradables a los hombres y los toman varias veces al mes, porque son muy aseados y limpios de sus personas. Estos baños son grandes y espaciosos y pueden dar cabida a 100 hombres y a 100 mujeres a la vez… tiene 160 hogares, es decir, que están en grupos de viviendas y forman manzanas, por lo cual la manzana, que es de 10.000 tomanes, forma un total de 1.600.000 casas, entre las cuales se cuentan infinidad de bellos palacios” (Marco Polo, cap. 153)

Conclusión: todavía en el siglo IX, había más cristianos al este de Damasco que al oeste; es decir, había más iglesias en Asia que en Europa y el Mediterráneo.

¡Censuren a Marco Polo!

Insólito nos resulta que las citadas constataciones aparecieran en un libro tan conocido en Europa como los Viajes de Marco Polo… y, sin embargo, nadie las tuviera en cuenta. Veamos: ya en su primer viaje, los hermanos micer Nicolás y micer Mafeo –respectivamente, padre y tío de Marco-, llegaron a entrevistarse con el Gran Khan quien, al despedirse, les encargó que pidieran al Papa

“que le enviara hasta cien sabios de la cristiandad que supieran las siete artes, que supieran discutir a los idólatras y a los gentiles que todos los ídolos que tenían en sus casas eran obras del diablo y que supieran probar por razonamientos que la ley cristiana es mejor que la de ellos. Además, encargó a los hermanos que trajeran aceite de la lámpara que alumbra el sepulcro de Dios nuestro Señor en Jerusalén” (Polo, capítulo VIII)

¿Huelga añadir que los chinos conocían de sobra la existencia del Cristianismo? Años después, vueltos los hermanos a Venecia y retornados con hijo y sobrino al Lejano Oriente, toma la palabra el joven Marco. Su relato está plagado de referencias a los cristianos asiáticos y/o nestorianos en China y alrededores:

“En esta Armenia Mayor es donde se encuentra el Arca de Noé en una alta montaña [el monte Ararat]. Confina al Mediodía y a Levante con un reino llamado Mosul, que está habitado por cristianos, jacobitas y nestorianos (cap. XXII; nuestras cursivas) [Y continúa] “Mosul es un gran reino habitado por diferentes pueblos, del cual os hablaré ahora. Hay la población árabe que reza a Mahoma. Hay otra especie de gente que son cristianos, pero no dependen de la Iglesia de Roma. Tienen un patriarca que hace funciones de arzobispo, obispo y abate, que ellos llaman katolicós y envía sus clérigos a la India, al Catai y a Bagdad, lo mismo que hace el Papa de Roma. Y os digo que cuanto cristiano encontréis en estas regiones es o bien nestoriano o bien jacobita” (cap. XXIV; nuestras cursivas)

Esto es, en pleno siglo XIII, aquellos asirios no sólo de nación sino de religión –o sólo de religión, y perdón por la ambigüedad-, mantenían no sólo grandes poblaciones nestorianas en toda Asia sino que enviaban misioneros tan lejos como “al Catai”. Jornadas adelante, Polo llega a Cascar (hoy, Kashgar):

“Cascar fue antaño un reino; ahora pertenece al Gran Khan… crecen muchas plantas de algodón y salen de esta región mercaderes que van por todo el mundo haciendo negocio con esta planta. La población es miserable y pobre, muy sobria en el comer. En este país hay cristianos nestorianos, que tienen su Iglesia y su credo” (cap. LI) .

Asimismo, Polo menciona expresamente la presencia de nestorianos en otras provincias chinas –o, como entonces se decía, “tártaras”-. Ejemplos: en Yarcan-Yarken (cap. LIII), en Tangut (cap. LVIII), en Gkingkintalas (cap. LX), en Erginul (cap. LXXII), en Grigaia (cap. LXXIII), en Caragian (CXIX) y en la ciudad de Cinghianfu donde tienen dos iglesias y en la enormidad de la capital Quinsai donde sólo tienen una (cap. CL) Nota aparte merece la olvidada noticia del Preste Juan asiático:

“Tenduc es una provincia de Levante rica en castillos y ciudades. Pertenece el Gran Khan, pues los descendientes del Preste Juan son sus vasallos. Su capital es Tenduc. El rey de esta provincia desciende del Preste Juan y él mismo se da este nombre. Es cristiano; su nombre es Jorge…en esta provincia vivía el sabio maestro del Preste Juan cuando éste reinaba sobre los tártaros y todas las provincias y reinos circunvecinos. Y aún moran ahí sus descendientes y el Jorge que os nombré es de la estirpe del Preste Juan y heredó de la señoría del mismo. Es el lugar que en nuestro país llamamos Gogo y Magogo…Y cabalgando por esta provincia siete jornadas hacia Levante, hacia Catai, nos encontramos con varias ciudades y castillos, en donde adoran a Mahoma y a los ídolos; pero aún existen algunos cristianos nestorianos. Viven del comercio y la industria. Fabrican el brocado de oro, que llaman nascisi, fin y nac, y paños de seda de varias suertes; también tejen el brocatel de seda y oro y bayetas de lana de muchas clases. Son vasallos del Gran Khan” (cap. LXXIV; nuestras cursivas)

Y en muchos otros capítulos “chinos”, Marco Polo reseña a poblaciones ‘cristianas’ sin mayor especificación pero, vista la abundancia de provincias ‘nestorianizadas’ antes citada, podemos suponer que también eran asirio/nestorianas.

Naturalmente, esta plétora nestoriana había comenzado mucho antes de que Marco Polo la anotara con mayor o menor exactitud cuantitativa. Fuentes actuales asirias –es decir, interesadas pero no más que las demás-, sostienen que los misioneros asirios llegaron a China en el siglo VI. Según su parecer, su éxito fue instantáneo; aventuran incluso que la mitad de la horda de Gengis Kan pertenecía a la iglesia Asiria Oriental. Y rematan asegurando que el primer alfabeto mongol usó el alfabeto asirio –todavía usado, sus signos pueden descargarse de internet-.

¿Cómo ha sido posible esconder la expansión hacia Oriente de la primera iglesia cristiana? En el caso de China –caso extremo tanto demográfica como cultural y geográficamente hablando, nos maliciamos que algo han tenido que ver los jesuitas: habiendo sido no los únicos pero sí de los primeros misioneros modernos en llegar a Cipango y Catai, es posible que cedieran a su manía constitutiva, esa que les lleva mecánicamente a ningunear cualquier otra orden cristiana que les haga competencia, da lo mismo que sean franciscanos o remotos nestorianos de difícil taxonomía cristiana. Hay ejemplos claros de que unos cardan la lana y otros llevan la fama: los de Asís organizaron las famosísimas Reducciones paraguayas antes que los soldados de la Compañía de Jesús; los segundos, llegaron al Extremo Oriente con siglos de antelación.

De otomanos, Califatos y eurocentrismo

Hoy persiste el ninguneo contra los asirios. Para abreviar, sólo dos ejemplos:

1) Todos hemos oído recriminar a Turquía que todavía no haya pedido perdón por haber perpetrado, en 1915, el genocidio del pueblo armenio. Pero nunca se dice que aquellas matanzas y deportaciones deberían ser conocidas como el genocidio de los pueblos asirio y armenio.

2) Muchos estuvimos pendientes de la suerte que corrió el pueblito sirio de Malala, famoso por ser “el último reducto del arameo, el idioma de Jesús”, cuando fue conquistado por el Califato . Inexactitudes y exageraciones aparte, lo cierto es que Malala también es asiria.

No es nuestra guerra –o, velis nolis, quizá sí- pero es preocupante que la Cristiandad tenga tan mala memoria. Y tan malas pulgas como para emborronar la figura del Preste Juan, olvidarse de varios Apóstoles y, finalmente, negar a todo un pueblo mesopotámico curtido en cinco milenios de genocidios y exilios. Pese a que los estudiosos asirios digan que, actualmente, la ‘nación asiria’ asciende a unos dos o tres millones de almas repartidas por varios continentes.

Y no es nuestra guerra porque, en el fondo y en la forma, nos traen sin cuidado las inconsistencias del Cristianismo. Pero el ejemplo asirio nos demuestra por enésima vez que el Cristianismo sigue fiel a su capricho censor y esa es una monomanía que nos puede perjudicar la salud física. Y también que, en su patología historicista, se ha vuelto tan eurocéntrico –de katolikós, nada- que censura toda información sobre la Iglesia Oriental, como si su viscoso mundo cristiano/católico no se hubiera creado en Edesa en el tempranísimo año 33, es decir, siglos antes que en Bizancio. Asimismo, la mefistofélica alianza Vaticano-Canterbury-Wittenberg-Utah ha manipulado tanto sus variantes doctrinales y las historias de sus Padres y Patriarcas que ni siquiera ahora que están asesinando a su Primera Iglesia, quiere reconocer –allá ellos-, la mera existencia del pueblo asirio.

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