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Cubierta fotovoltaica de la Plaça de Catalunya de Figueres, vista desde abajo. Foto de la página web de Oscar Guayabero, http://www.guayabero.net |
Queridos lectores,
Dado que estos días estoy de asueto estival voy a hacer un post cortito que hace tiempo que quería escribir, para ilustrar con un ejemplo concreto hasta qué punto muchas veces nuestros líderes hacen un diagnóstico correcto de los problemas a los que tenemos que hacer frente pero su manera de proceder delante de problemas reales es no sólo poco práctica sino complemente inadecuada, incluso cuando actúan en la dirección correcta. Vayamos con el ejemplo.
Desde hace unos meses la Plaça de Catalunya de Figueres, localidad catalana donde resido actualmente, tiene una flamante cubierta fotovoltaica que proporciona sombra a los comerciantes que se sitúan debajo de ella los días que hay mercado o los mercadillos de antigüedades, y electricidad gracias a los paneles que hay situados arriba. Dada la situación de crisis energética en la que nos vemos envueltos parece que el Ayuntamiento de Figueres, promotor de la obra, ha demostrado tener una gran sensibilidad con esta actuación. Pero, ¿verdaderamente era ésa la mejor actuación posible en función del coste que ha tenido? Para poder valorar la bondad de la obra no hay como tomar los números que el propio Ayuntamiento de Figueres pone a disposición de sus ciudadanos en la página web que tiene dedicada a esta cubierta fotovoltaica; todos los datos que siguen han sido extraídos de ahí. La obra en cuestión ha costado 2.077.400,35 euros y el Ayuntamiento estima que la electricidad que permitirá generar las placas fotovoltaicas representarán un ahorro anual de 37.000 euros (se entiende que a precios actuales). La primera pregunta que se puede hacer uno es en cuánto tiempo la producción eléctrica pagará toda la obra; tirando de calculadora al dividir la primera cifra por la segunda se obtiene que la obra tiene un payback time, o plazo de recuperación de la inversión, de más de 56 años. Teniendo en cuenta que la vida útil de un panel fotovoltaico típico es de 30 años eso quiere decir que las placas no durarán lo suficiente como para recuperar la inversión. Bien es cierto que una parte sustancial del coste de esta instalación es atribuible a la estructura de vigas y pilares de acero que soporta las placas, pero teniendo en cuenta lo que suelen durar las construcciones dentro de 50 años seguramente se considerará también agotada su vida útil. Se ha de hacer notar que el techo de esta cubierta es muy elevado para evitar que los edificios colindantes proyecten su sombra sobre las placas; además, la superficie total cubierta es grandiosa: 1,173 metros cuadrados. Ambos hechos hacen que la estructura sea por tanto más grande y costosa, y eso es lo que habrá hecho que el precio se dispare de la manera que lo ha hecho. La conclusión es en todo caso que estamos delante de una instalación que en principio pretende ser una fuente de energía (si se ha elevado tanto la cubierta y se ha abarcado tanta superficie es a este fin, puesto que anteriormente a esta cubierta había dos marquesinas de mucha menor alzada y superficie que ya daban suficiente cobijo al mercado), pero que desde el punto de vista económico, con los mismos números que da el Ayuntamiento, no se puede justificar. Ok, pensemos que desde el Ayuntamiento hay una no ya grande sino inaudita sensibilidad respecto al problema de la próxima escasez energética, y que hayan decidido hacer una instalación estratégica para Figueres aunque económicamente no sea justificable hoy en día, simplemente porque quieren garantizar que en el futuro habrá un suministro adecuado de electricidad para la ciudad. Veamos. Resulta que el propio Ayuntamiento estima que los paneles producirán unos 127 megavatios·hora por año. Puede parecer mucho, pero si lo expresamos en términos de potencia media equivalente a esta energía producida anualmente (simplemente, dividiendo los 127 megavatios·hora por las horas que tiene un año, 8,760) nos encontramos que esta potencia media es de aproximadamente 14,5 kilovatios. Evidentemente habrá momentos en que las placas proporcionarán 0 kilovatios (por la noche, obviamente) y otros en los que quizá produzcan 50 ó 60 kilovatios, pero en media los 1,252 metros cuadrados de paneles orientados hacia el Sur nos darán 14,5 kilovatios. Eso en España viene a ser como la potencia contratada por 3 ó 4 pisos y como el consumo medio de 8 o 10 pisos, así que nuestra gigantesca placa podrá dar suministro a uno de los bloques de pisos que tiene enfrente; pongamos que a unas 40 personas, 1.000 veces menos que la población actual de Figueres. Por tanto, desde el punto de vista de la seguridad en el suministro esta inversión tampoco parece especialmente justificada.
Tenemos que esta costosa y voluminosa instalación es en cuanto a fuente energía deficitaria en términos económicos (otra cosa es su valor para usos comunitarios, aunque lo que había antes ya cubría bien su función) e insuficiente como garantía de suministro. La pregunta obligada por tanto es: ¿qué sentido tenía hacer esta obra? Y estoy seguro de que el Ayuntamiento de Figueres es, de todos los de Cataluña, de los que más sensibilidad tiene en temas medioambientales y de sostenibilidad, pero, sinceramente, no sé quién asesoró al concejal de turno que tomó la decisión de emprender esta obra. Lo curioso y paradójico de esta situación es que un simple vistazo rápido a los números que publicita el Ayuntamiento muestra lo absurdo de esta actuación. Es decir, los mismos números que enarbolan para vanagloriarse (y, por qué no decirlo, en un ejercicio de transparencia que les honra) muestran lo equivocados que están. Dado que los números están a la luz estoy convencido de que nadie ha reparado en que no cuadran. ¿Qué problema hay aquí, entonces? Uno del que hemos hablado frecuentemente: el anumerismo.
Resulta que en una sociedad tan tecnificada como la nuestra, aparte del analfabetismo funcional de tantas personas embelesadas por los medios de distracción de masas, existe otra forma perniciosa de analfabetismo, el analfabetismo aritmético. La gente no es capaz de hacer operaciones sencillas, comparar cantidades, tener una idea grosso modo de cuántas veces una cantidad contiene a otra, ver a primer golpe de vista si algo es muy grande, muy pequeño o está groseramente en el intervalo adecuado. Dado el general desprecio hacia la cultura por mor de la consecución de un status más elevado y la despreocupación ciudadana general hacia los problemas que más de cerca les tocan (lo que les hace incapaces de entender el Oil Crash como también otros muchos problemas), es normal que las actividades de las ramas científico-técnicas, las matemáticas en particular, y más en particular las habilidades aritméticas sean prácticamente desconocidas por el hombre común. Lo cual es grave, porque no se puede ser plenamente ciudadano sin comprender la realidad de la ciudad en la que vives, y un hombre desprovisto de matemáticas es, en muchos aspectos, un hombre indefenso. A mayores, ha querido una concepción errónea de la educación tan cara al sistema español el hacer una división radical entre las llamadas Ciencias y las llamadas Letras, con el agravante de que los que mayoritariamente se forman para el servicio público y el liderazgo político provengan de estas últimas y sean perfectamente legos en el manejo de los números. Sin embargo, tales deficiencias son hoy en día inaceptables, y tanto más que para poder lidiar con una realidad cada vez más compleja, donde el crecimiento económico no se puede dar por garantizado, se ha de ser mínimamente versado en el cálculo más básico. De otro modo, ¿cómo se pueden tomar decisiones de gran calado de manera responsable si no se entienden los aspectos más fundamentales? Seguramente, una mayor seriedad, un mejor ejercicio de la responsabilidad, una mejor comprensión de las matemáticas más básicas, haría comprender que es flagrante que no se puede crecer indefinidamente y encima a un ritmo exponencial en un planeta finito; y haría que se dejasen de decir expresiones absurdas como “recuperar la senda del crecimiento” o “crecimiento sostenible”.
En los tiempos de la Gran Escasez que ya algunas personas destacadas vaticinan el listón de exigencia para nuestros líderes estará inevitablemente más alto. Si algún alcalde o concejal de alguna localidad da en leer estas lineas le animo cordialmente a que lea “Por qué los políticos no entienden el Oil Crash“, y allí comprenderá la gravedad de lo que le espera y de lo que se espera de él. Porque cuando los recursos ya no sobran no nos podemos permitir el lujo de perder uno o dos millones de euros en un proyecto inútil.
Salu2,
AMT