>
Fuente: El País.com del 13 de Junio de 2011, tira por Ramón |
Queridos lectores,
Durante estos días he mantenido un intenso debate en Facebook en un grupo creado ad hoc para que un conocido broker del sector de los hidrocarburos, amén de articulista en diarios económicos españoles, y un servidor pudiéramos discutir sobre la realidad y los efectos del Peak Oil. En la discusión he identificado una serie de factores que son corrientes cuando los que hablamos de la necesidad de tomar en serio el riesgo que supone el cenit de producción de petróleo intentamos que los profesionales del sector lo consideren ni tan sólo. Se añade que como quiera que estos días que he estado un tanto alejado del blog se han producido discusiones relacionadas con estas cuestiones en los comentarios del post anterior, y creo que es importante dejar claras algunas ideas, que ya han sido repetidas numerosas veces aquí pero que de vez en cuando conviene glosar y resumir. Vamos a ello.
Antes de empezar, pedir disculpas por el título; queda muy comercial eso de “Por qué los economistas no entienden el Oil Crash”, pero evidentemente algunos economistas -más bien, profesionales del sector, que es en realidad a lo que nos referimos- lo entienden perfectamente, como por ejemplo Jeremy Grantham. Es una posición por el momento minoritaria, aunque esto está cambiando: ahora ya el Fondo Monetario Internacional reconoce el riesgo que supone el petróleo, y algunos bancos de inversión como HSBC también empiezan a alertar de lo mismo. Y eso sin hablar de las declaraciones recientes de François Fillon, primer ministro francés.
Analicemos por fin a grandes rasgos los puntos clave del desacuerdo entre profesionales de la inversión y estudiosos del Peak Oil:
– Falacia Q/P: Q representa las reservas de petróleo, mientras que P representa la producción; ambas variables cambian con el tiempo: las reservas aumentan con la exploración y mejoras técnicas y disminuyen al ser consumidas, y la producción, al estar ligada al consumo, aumenta con el desarrollo económico y disminuye con las crisis económicas (al menos hasta llegar al Peak Oil). Si uno divide Q entre P uno obtiene un lapso de tiempo que nos dice en cuántos años acabaríamos con las reservas actuales al ritmo de consumo actual, si es que estas reservas no aumentan y si se pudiese producir ese petróleo a un ritmo constante. Pero la realidad es que ese número no tiene ningún sentido más que para expresar las reservas en términos más comprensibles para los humanos que cantidades de miles de millones de barriles. El problema es que se desvirtúa este número y da lugar a una interpretación errónea. La apelación a la falacia Q/P es recurrente al comienzo de las discusiones, que hace que los proponentes de la abundancia petrolera desdeñen sumariamente la posibilidad de una posible escasez futura. La versión resumida de la falacia es “Hace 30 años decían que quedaba petróleo para 30 años. Ahora dicen que queda petróleo para 30 años. Siempre van descubriendo más petróleo y en realidad queda petróleo para muchas décadas, incluso siglos”. El problema viene de no entender que tener reservas de petróleo no es lo mismo que tener petróleo en un depósito. Ese petróleo se tiene primero que extraer, y si la fuente es no convencional encima se tiene que procesar usando otros materiales (agua y gas natural, típicamente) para producir un sucedáneo de petróleo. Lo que nos dice el Peak Oil no es que el petróleo se agote o que esté a punto de agotarse, sino que cada vez saldrá (o se producirá, si es sintético) más lentamente, y los problemas comienzan cuando la oferta no puede satisfacer una demanda creciente. Es costoso hacer entender este problema a alguien que vive de invertir en desarrollar campos de petróleo y que ve que con precios crecientes el beneficio es creciente, y que actualmente si surgen problemas es por falta de demanda, no por falta de suministro (ahora volveremos a eso); y cuando por fin se consigue que capten el concepto es prontamente desechado porque la experiencia de más de un siglo de exploración y desarrollo indica que, invirtiendo suficiente dinero, se puede sacar tanto petróleo como se quiera.
– La tragedia de la TRE (inglés: EROEI): Un concepto completamente desconocido para muchos economistas es el de la Tasa de Retorno Energético, abreviado TRE, que es la cantidad de energía que se recupera de una determinada fuente de energía por cada unidad invertida en su recuperación. Es un concepto repetidamente discutido en este blog y de implicaciones tenebrosas. Los inversores sólo entienden de dólares invertidos y les sorprende que antes que eso está la cantidad de energía invertida. Acostumbrados a que el progreso tecnológico, combinado con las economías de escala, reduzcan de manera espectacular los costes monetarios (en el ambiente de energía muy barata en el que hemos vivido), les resulta inconcebible que no se puede ir reduciendo en igual manera la energía invertida, no digamos ya que por empobrecimiento de las fuentes que nos quedan la TRE esté bajando alarmantemente y por tanto la energía invertida suba en relación a la recuperada. El problema está en que hay una energía implícita mínima, que tiene que ver con la energía necesaria para superar la tensión superficial de los líquidos que mojan la superficie de la roca, la energía para romper o disgregar esta misma, la energía para perforar, la energía para construir una estructura mínima para el bombeo, etc. Eso implica un límite insoslayable de energía mínima a gastar para poder recuperar el petróleo, y la práctica y algunos motivos termodinámicos nos enseñan que en el mundo real nuestros dispositivos más eficientes se quedan a uno o dos órdenes de magnitud por encima de ese umbral mínimo, sin que décadas de estudio consigan reducirlo sustancialmente. Se ha de entender que si una fuente energética no es rentable termodinámicamente (es decir, si su TRE es de 1 o inferior) no puede serlo económicamente (salvo que medien subsidios, como en el caso de algunos biocombustibles). El problema es que la bajada del TRE no se manifiesta directamente, sino por su impacto sobre la economía. Al bajar la TRE media de todas las fuentes de energía de la sociedad queda menos energía neta disponible para la misma, y eso, en un sistema de libre mercado, se traduce en una competencia más feroz por los diversos usos de la energía, y en un encarecimiento de los precios que acaba atravesando toda la estructura de costes de la economía. El avezado inversionista no entiende ni “cree” en la TRE, pero sí que sabe que el acero, el cemento, los equipos electrónicos, etc son cada vez más caros y eso encarece los costes de producción. El inversionista hace un diagnóstico clásico y se fija en aquellos factores coyunturales que conoce bien: repunte de la demanda, especulación con las materias primas, exceso de liquidez consecuencia de las medidas de alivio cuantitativo, etc. Todos ellos son ciertos y actúan, pero superpuestos a un factor subyacente, aún minoritario pero que sólo sigue una tendencia, que es la disminución de la energía neta disponible para la sociedad por culpa de la erosión de la TRE. Por eso, y aunque la producción llegue a nuevos máximos, si uno ve la energía neta que le está quedando a la sociedad es posible que el pico de toda la energía neta (y ya ni tan sólo de del petróleo) haya pasado ya. Pero desde el punto vista del inversionista no hay problema, ya que piensa que precios más altos en un sistema de libre mercado empuja a buscar sustitutos y mejorar los procesos productivos, sin entender que ambos caminos tienen un camino cada vez más limitado. Pero es normal que crea que son los caminos a seguir; simplemente, porque durante 100 años ha parecido que eran ilimitados.
– El carácter cíclico de los precios: Otro factor que desconcierta al analista y que favorece que busque explicaciones más estándar y coyunturales que el Peak Oil para entender qué esta pasando es la evolución que ha tenido el precio del petróleo durante los últimos años y la que previsiblemente tendrá en los próximos, con subidas y bajadas constantes. Para la gente de la calle, e incluso para el broker experto, este continuo tobogán, esta volatilidad extrema, lo que le indica es manipulación del mercado, cuando en realidad lo que indica es el estado crítico del suministro de petróleo. Como ya hemos comentado en otras ocasiones, la subida de los precios hasta niveles demasiado altos para que los soporte la economía (seguramente bien por debajo de los 200$, en contra de lo que piensan muchos analistas) hace que una parte de la actividad económica deje de ser viable y se abandonen negocios, se cierren fábricas, se impaguen pedidos, etc. Cuando el volumen de la destrucción económica es suficientemente elevado la demanda cae (generalmente la destrucción de demanda tampoco es un proceso continuo y se “pasa de frenada”, se destruye más de lo necesario para contener el precio; otro efecto no lineal del lado derecho de la curva de Hubbert) y con la demanda cae el precio… es el fenómeno que la Agencia Internacional de la Energía viene detectando desde principios de año, aunque la falta del petróleo libio a causa de la guerra no está permitiendo que los precios bajen, y con el nuevo período estival seguramente subirán todavía más. El caso es que lo previsible, durante el primer período de cambio en la producción de petróleo (meseta inicial y declive ligero) es este continuo subir y bajar de precios. Pero tanta aleatoriedad en el precio tiene un efecto perverso en el medio y largo plazo. Todos los cálculos que los inversores hacen para determinar la rentabilidad de un determinado proyecto de explotación de hidrocarburos (plazo de recuperación de la inversión, retorno de la inversión, etc) se basan en un escenario estable, con variaciones suaves de los precios y generalmente no a la baja. Sin embargo, las oscilaciones tan salvajes de precios conducen a la pérdida de rentabilidad percibida de las inversiones y a la imposibilidad de sacarlas adelante; de hecho, como informaba la AIE en su informe de 2009, de 2009 a 2008 se constató un descenso de inversión en el segmento upstream de gas y petróleo del 19% (debido, sin duda, a los bajos precios del petróleo y gas durante 2009). En suma, que dado el marco de precios inciertos en el que viviremos se invertirá menos en la producción de más petróleo, y eso hará que falte más en un futuro no muy lejano. Pero, entre tanto, los brokers miran sólo hojas excel con escenarios suaves a cinco años vista con un ojo mientra con el otro están pendientes de las cuentas trimestrales de resultados.
– El carácter transversal y estratégico del petróleo: Se ha comentado aquí que la mayoría del petróleo que se consume en los países occidentales va al transporte (en otros países una parte muy significativa va a calefacción y producción de electricidad). Esto puede dar la falsa impresión de que el problema del petróleo es exclusivamente el transporte, problema que per se ya es bastante grave (no hablamos sólo del coche privado, sino del transporte de mercancías que son producidas en otros lugares donde hacerlo es más eficiente y transportadas por líneas de suministro que, como denuncia Lloyd’s, la aseguradora más grande del mundo, podrían verse interrumpidas de modo abrupto). Pero, por si esto no fuera ya suficientemente malo nos encontramos que una cantidad minoritaria pero significativa de petróleo se usa para fines críticos. Es el petróleo que va a nuestros tractores, cosechadoras y pesticidas; es el que se usa para mantener la red eléctrica con excavadoras, grúas e incluso helicópteros (y justamente Richard Duncan, el creador de la Teoría de Olduvai, cree que el colapso de la civilización empieza por el colapso de la red eléctrica, un sistema tan complejo que sin insumos fósiles no se podrá mantener) y el que se usa para mantener nuestras infraestructuras vitales, el que dota del difícil binomio autonomía y potencia a nuestras máquinas, el que nos permite excavar de manera rentable minerales muy poco concentrados en localizaciones remotas, el que usamos en las minas de carbón y de uranio y para perforar los pozos de gas… Si el petróleo para esos usos críticos ha de competir con los demás usos, en un momento de precios altos muchas de estas actividades fundamentales para la continuidad de funcionamiento de la sociedad se abandonarán con consecuencias gravísimas. Por tanto, no sólo estamos hablando de transporte. Hablamos de la estabilidad de un sistema complejo y muy tensionado, muy frágil.
– Las implicaciones inaceptables del Peak Oil: Si al final no podemos compensar la bajada de la producción de petróleo primero y del resto de materias primas energéticas y no energéticas poco después, y estas bajadas probablemente tendrán lugar en breve plazo, hay una consecuencia que necesariamente se sigue: tenemos que adaptarnos desde ya a esta situación de carestía, La Gran Escasez. Sin embargo, aceptar y asumir La Gran Escasez implica aceptar que no podemos consumir de manera despreocupada, que no podemos limitarnos a producir los bienes y servicios que solicita el mercado sino que tenemos que aceptar restringir nuestra actividad; peor aún, planificarla, lo que es lo contrario y veneno del libre mercado. Aceptar que nuestro mundo que ya no puede crecer porque esta crisis económica no acabará nunca significa estar dispuesto a poner del revés nuestro sistema económico y financiero, tarea nada fácil porque los pocos experimentos de algo así que se han hecho acabaron catastróficamente. En todo caso, implica que soñar en retornos porcentuales de una inversión ya no es posible. Es tan desagradable y tan violento que ningún broker aceptará jamás eso hasta que no se vea él mismo en la calle. Y es posiblemente ésta la mayor dificultad: que aquéllos que tienen la mejor preparación para guiarnos en un futuro incierto tienen todos los incentivos para cerrar los ojos delante de él. Ojalá reaccionen a tiempo.
Me voy unos días a tierras no cristianas. Peléense pero no se maten.
Salu2,
AMT