• Efectivamente, el régimen franquista dio paso al actual régimen con el llamado harakiri político que consistió en votar en las Cortes la Ley para la reforma política, conociendo que su aprobación era su suicidio político y el adios a un régimen sin cuyo dictador no podía seguir adelante.

Hoy podría ocurrir algo parecido, un régimen agotado por la corrupción y fracasado en lo económico, lo político, lo social y lo moral no es lo más conveniente para que siga siendo un modelo válido de convivencia, donde además una de sus características es la impunidad para los que desde una parte en la que han dividido a la sociedad es total y es delito para el resto de los ciudadanos.

Un régimen cuya mayor atrocidad ha sido destrozar todo un sistema financiero como las Cajas de Ahorro, las instituciones, organismos y todo un país al completo sin que haya un sólo detenido, al contrario, siguen ocupando puestos de responsabilidad en lugar de estar en una prisión para el resto de sus vidas.

Un régimen así sólo puede ser mantenido a base de corrupción y de engaños, es por tanto, obligación de todo ciudadano el acabar con él y no dejar que nos vuelvan a engañar con una alternancia de partidos que ya han demostrado de lo que son capaces.

La solución podría venir, bien por la abdicación del Rey y que ésta arrastrara a todo el sistema detrás, bien porque se produjera como una crisis institucional de la jefatura de Estado o bien por la sucesión de Felipe VI que, aunque sin gozar de poderes ejecutivos, tuviera la dignidad de dirigirse a la casta política en términos de igual rechazo como la inmensa mayoría de la opinión pública y abrir un periodo constituyente en el que se excluyeran a los actuales partidos que forman parte del régimen.

Existen dos fórmulas más que serían más expeditivas si seguimos con lo mismo, es decir, una jefatura de Estado que todo lo admite y que silencia el maltrato a sus ciudadanos y sería un levantamiento popular de desobediencia civil negándose a pagar impuestos a un Estado corrupto, lo cual llevaría al abandono de la propia Monarquía como forma de Estado inservible y la restauración de la República.

O en último lugar y si a pesar de que todo sigue igual porque aqui nadie hace nada y a nadie le hacen caso, que sea el embajador norteamericano el que ponga el grito en el cielo y pida el fin del régimen de corrupción. Seguro que a éste le hacen más caso.