Una de las variables que más se estudiaban en las revoluciones por su coincidencia en casi todas era el precio del pan. La subida del pan suponía directamente el hambre para millones de personas y cuando el pueblo pasa hambre se ha traspasado el limite del poder político respecto a los ciudadanos.

Ocurrió en la Francia de Luis XVI cuando las masas enfurecidas por la hambruna acabaron asaltando el Palacio de Versalles donde vivia la corte francesa rodeada de lujos y ajena al sufrimiento de su pueblo. Fue una revolución surgida del hambre y del despotismo.

Sin duda, los tiempos han cambiado pero los modos de comportamiento del poder siguen intactos. Los gobernantes están enviando a la muerte directamente a los ciudadanos que les votaron para que arreglaran la situación por la que atraviesan, situación que ellos no crearon y que no fue, ni más ni menos, que el despropósito financiero y político gobernado por la codicia financiera y la corrupción política, un coctel explosivo que hemos acabado pagando los ciudadanos.

Las consecuencias son 6 millones de parados, más de 500 desahucios diarios con ancianos y niños observando como echan a sus familias a la calle sin ningún respeto y sin piedad hasta llegar a la humillación de tener que abandonar tu casa siendo apaleado por la fuerza. Pero lo peor es que todo esto ocurre, tal y como ocurría en la Corte de Versalles, mientras los causantes siguen sin ser procesados y siguen saliendo con los bolsillos llenos a costa del contribuyente que se ve obligado a rescatar a las Cajas de Ahorro saqueadas y llevadas a la bancarrota.

Sin duda, el Estado no está sabiendo resolver éste gran problema, al contrario, lo está tensando hasta que el nivel de crispación traspase la linea roja. Insisto, tal y como ocurrió en Versalles, la gente ya rodea las instituciones representativas de la democracia como el Congreso para expresar que no les representan y que se tienen que disolver para crear un proceso constituyente.

Se ha producido una fractura social para la que los políticos no tienen solución porque el problema no puede ser la solución y el problema son los actuales políticos y sus partidos que han usurpado la voluntad ciudadana para secuestrarla y gobernar en base a sus postulados, no al de los ciudadanos que ven como cualquier debate surge de los propios partidos, no de los ciudadanos que siguen siendo excluidos de la participación política.

Los desahucios son la gota que colma el vaso de la paciencia, no hay gobierno que pueda hacer pagar el precio de sus errores, de sus corrupciones y de su despotismo a los ciudadanos y salvar a los bancos y Cajas sin que nada ocurra. No se conoce época de mayor injusticia social desde la revolución francesa donde los ciudadanos pierden esa condición para pasar a ser menos que súbditos, son tratados como animales, expulsados de sus hogares, despedidos de sus trabajos y sin ningun atisbo de esperanza para el futuro ¿Que nos queda entonces? La revolución.