Los sistemas de dominación lo que intentan es ocultar una parte de la realidad, lo que vemos no es todo lo que hay, lo que se oculta es lo esencial de la realidad. No hay que aceptar las cosas como son. Si realmente estamos convencidos de que los seres humanos somos racionales y libres, somos responsables de nuestros actos y de la conformación de nuestra vida social, no podemos resignarnos a esto.

Paradoja: En las sociedades democráticas creemos que somos libres, que pensamos por nosotros mismos y sin embargo, si analizamos nuestra situación, la anulación de la capacidad crítica y de la solidaridad hacia el otro es comparable a la de un sistema totalitario. La tecnologización utiliza todos los métodos inimaginables de la psicología social para manipular a los individuos a una cosmovisión colectiva, un pensamiento único caracterizado por la sumisión a los poderosos y la humillación de los débiles.

Esta manipulación no es tan violenta como en los sistemas totalitarios pero es muy sustancial y la prueba es la falta de crítica y la capacidad de rebelión. Aceptamos cualquier cosa, en situaciones de crisis económica estos mecanismos alcanzan su máxima expresión y tienen consecuencias terribles, racismo y xenofobia son fomentados en momentos de crisis a través de mensajes que van calando en la opinión pública.

Lo sobrante, lo que no nos gusta se presenta como una amenaza, esto se va interiorizando y se va instalando el conformismo, la insolidaridad, el sálvese quien pueda, llevándonos a lo que Marcuse llama “El hombre unidimensional”, aquel que percibe y siente como suyas las perspectivas y necesidades que los mecanismos publicitarios y la propaganda le prescriben en aras de la felicidad, la comodidad y el conformismo que va institucionalizando un comportamiento colectivo que va despersonalizando al ciudadano sin ser consciente de ello y cree que elige cuando en realidad le imponen, las únicas decisiones reales son decisiones de consumo que también están programadas a través de la publicidad, la despersonalización es la otra cara del individualismo.

La meta liberal de la autonomía individual se confunde con la externalización de fines internos, deseos que se nos imponen. Contra este mundo de dominación se requiere una visión que no sea cómplice de todo éste sistema, que al menos denuncie estos principios que están dominando todo. Denunciemos que es lo que no puede ser y encontremos alternativas encarnadas en el conocimiento de todos estos mecanismos de dominación. Hasta ahora se ha interpretado el mundo, ahora hay que transformarlo.

No podemos conformarnos con el sufrimiento que sea evitable, hay sufrimientos que no se pueden evitar, pero hay muchos otros que provienen de la opresión, de la explotación económica, factores opresivos que producen un gran sufrimiento y que serían evitables, factores de alienación que convierten a los sujetos en objetos y por tanto instrumentalizan al ser humano para fines distintos a sus intereses, hacer que los objetos sean las máximas finalidades son los fines a los que se supedita todo. Es una inversión del ser por el tener, se idolatra el dinero, se invierten los valores. Esta situación es evitable y no debe ser aceptada, es una forma de vida de algunos modelos culturales que puede ser transformada.

Si no somos indiferentes ante esto surgirá una fuerza capaz de transformar el mundo, para ello hay que conocer las cosas, saber como funcionan. El problema de fondo es haber confundido la racionalidad con un tipo de racionalidad, en la realidad operan muchos aspectos que no pueden ser demostrables porque no operan con la lógica matemática pero tienen racionalidad y pueden contribuir a luchar contra la alienación y a restituir al individuo al lugar que le corresponde y además pueden darnos nuevas perspectivas alejadas de la propia visión de progreso, de temporalidad que sólo se produce en las culturas occidentales. Hay otras formas de pensar y hay que estar abiertos a ver si nos pueden ayudar en lo radicalmente opuesto.

El capitalismo es el sistema más difícil de desmontar, nos creemos libres porque los mecanismos de opresión son más sutiles y tenemos el espejo del totalitarismo para asustarnos de la alternativa. Los valores máximos del capitalismo (productividad, rentabilidad, estrategia etc) también se dan en el sistema antitético, podrían casar con el liberalismo y la democracia pero son los mismos que triunfan en el sistema aparentemente contrario como es el totalitarismo.

Todo ello nos hace caer en el pesimismo y el escepticismo, habíamos creído en el progreso, en que los cambios iban a traer un mundo mejor pero no ha sido así, hay que parar e imprimir un mundo nuevo, de lo contrario estamos abocados a repetir la barbarie porque la esencia permanece, de ahí que nos inunde el escepticismo. Hay que reapropiarse de los presupuestos filosóficos y normativos que subyacen en la democracia liberal, una nueva lectura sin renunciar a los avances, a la mayor conquista de la democracia liberal que son los derechos humanos, un paso adelante sobre el que no se puede dar marcha atrás, la idea de la dignidad humana, el mismo mecanismo kantiano que ha de ser mantenido pero adaptado a los tiempos actuales.