Ni Barak Obama ni Mitt Romney llegarán a la Casa Blanca gracias al voto directo sino que lo harán por los electores del Colegio Electoral. ¿Cómo funciona esto? Muy sencillo: Cada estado tiene asignado un número de votos electorales igual a la suma de los representantes y senadores con que cuentan en el Congreso.
El candidato que logre la mayor cantidad de votos populares en un estado, se queda con todos sus votos electorales. Para ganar los comicios, debe obtener la mayoría de los 538 votos electorales en disputa, de allí la importancia en ganar estados clave o indecisos, como Florida, donde hay 27 votos electorales en juego.
270, el número mágico
El Colegio Electoral está integrado por 538 electores, número que está en vigencia desde 1964. La Constitución le asigna a cada estado un número de votos electorales -personas elegidas que votan de acuerdo a la voluntad popular- igual a la suma de los representantes y senadores con los que ese estado cuenta.
Estas personas se reunirán unos días después de las elecciones del 4 de noviembre y elegirán al ganador. El número de estos “votantes” por cada estado es determinado por censo cada 10 años. Esto quiere decir que los estados con mayor densidad poblacional, tendrán mayor número de votos electorales.
El estado más densamente poblado, California, es el que tiene más bancas en el Congreso por lo que sus votos electorales son 55. Texas, por ejemplo, tiene 34, mientras que New York cuenta con 31 votos electorales. Florida, el cuarto estado más denso, tiene 27 votos electorales. Montana, por el contrario, donde viven más búfalos que seres humanos, cuenta con 3 votos electorales.
El candidato presidencial que logre la mayor cantidad de votos directos (populares) en un estado, se queda con todos sus votos electorales. Por esta razón, los estados con más habitantes son los más preciados por los candidatos ya que acarrean mayor cantidad de votos electorales, como los ya mencionados.
En cada elección presidencial se ponen en juego 538 votos electorales. Un candidato necesita un mínimo de 270 votos electorales (la mayoría) para ser elegido presidente.
Si bien cada candidato apunta a la obtención de la mayoría de votos populares, la meta final es ganar la mayor cantidad de estados, especialmente aquellos con más votos electorales.
En caso que ninguno de los candidatos logre la mayoría de los sufragios electorales, la Casa de Representantes elegirá al presidente y el Senado hará lo propio con el vicepresidente.
Este sistema de votación indirecta, propio del siglo XVIII, no tiene muchos adeptos en Estados Unidos. No obstante, no existen indicios de que sea cambiado en el futuro, al menos el inmediato.
Durante la época de las 13 colonias, tanto las distancias como las comunicaciones eran largas y tardías, esto provocaba desconfianza entre los estados a la hora de elegir sus representantes por el temor que aquellos que tenían mayor población salieran elegidos. Esto dió lugar a una creación un tanto ingeniosa que ha durado hasta nuestros dias desde hace 200 años y que a algunos les parece trasnochada y falta de democracia. Se piensa que en definitiva al candidato lo eligen las grandes corporaciones con peso para financiar la campaña. Todo ello con la escasa participación de los norteamericanos en los comicios electorales hace que el voto popular no tenga la importancia ni sea tan decisivo como el voto electoral. El ejemplo de las elecciones Gore-Bush, dieron como ganador por votos populares al candidato democráta Al Gore pero el voto electoral hizo ganar a Bush.