Hoy hablamos sobre demoscopia, encuestas electorales y vicios y errores estadísticos aplicados a las encuestas electorales, analizando las razones de la poca precisión, en general, de las encuestas electorales previas a las dos últimas elecciones generales y tratando de dilucidar si estas desviaciones fueron intencionadas y trataban de generar un efecto en el electorado o no. Con Juan Carlos Bermejo, Salva Mestre y Víctor García. Conduce Antonio Rosenthal.
Fotografía de Ken Teegardin
El considerado primer gran éxito de la demoscopia moderna lo obtuvo George Gallup en las elecciones americanas de 1936, que enfrentaron al demócrata Franklin Delano Roosewelt y el republicano Alf Landon.
La revista The Literary Digest, pidió a los lectores que expresaran de forma anónima su preferencia entre los dos candidatos. Contestaron al requerimiento de la revista cerca de 2 millones de lectores que dieron una abrumadora mayoría al candidato republicano. La revista en consecuencia lanzó las campanas al vuelo de la victoria republicana. George Gallup y su empresa demoscópica realizaron una pequeña encuesta con 5 mil entrevistas y vaticinó la victoria de Roosewelt con algo más del 60 % de los votantes, y acertó.
La explicación es que una muestra electoral bien hecha, que recoja la heterogeneidad de la población, como la que realizó Gallup, es mucho más efectiva y fiable que una encuesta masiva que se salte ese criterio. Los suscriptores de la revista eran una población homogénea, personas mayores, principalmente conservadores y, lógicamente, los resultados presentaban ese sesgo, distorsionando la encuesta.
Con ello quiero decir que recoger en un sondeo la heterogeneidad social depende de cómo se realice el muestreo. Dejando de lado a las empresas demoscópicas que aparcan su código deontológico y se dedican a la propaganda goebelsiana descarada (que las hay), la realización de un muestreo fiable es una de tareas más caras, difíciles y complejas de la estadística electoral y ahí está su talón de Aquiles.