Hoy analizamos en profundidad la nueva filtración sobre el TTIP, el Tratado de Libre Comercio, y ahondamos tanto en las novedades como en las confirmaciones que ofrecen los nuevos documentos. Muy relacionado con esto, también hablamos sobre los límites reales de maniobra que tiene un Gobierno europeo en la actualidad, especialmente si es del sur de Europa, y si están las poblaciones preparadas para enfrentar este desafío. Con Jordi Llanos, Vicente Ríos y José Luís Carretero. Conduce Juan Carlos Barba.
Fotografía de Global Justice Now
Esto es lo que dicen los críticos en EE.UU. acerca del NAFTA:
socialistworker.org
abril-mayo de 2008 | página 2
LAS CRÍTICAS de Hillary Clinton y Barack Obama al NAFTA (conocido en español como TLCAN) hacen parecer a EEUU como el mayor afectado. ADAM TURL pone las cosas en perspectiva.
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HILLARY CLINTON y Barack Obama tienen una guerra de palabras acerca del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que fue aprobado por el Congreso y firmado por Bill Clinton en 1993.
Mientras el TLCAN fue vendido inicialmente como una manera de crear nuevos puestos de trabajo en EEUU y Canadá y para ayudar a la modernización de la economía de México (y así evitar la inmigración indocumentada a EEUU), en realidad, el acuerdo redujo los salarios en Estados Unidos y abrió la economía mexicana a beneficio de las compañías estadounidenses — y a expensas del pueblo mexicano.
En el período previo a la crítica primaria del 4 de marzo en Ohio, Clinton y Obama trataron de superarse cada uno en reflejar las frustraciones de los trabajadores con el TLCAN.
Obama dijo a un grupo de sindicalistas que se negaba “a aceptar quedarse de brazos cruzados mientras los obreros veían sus trabajos fugarse al extranjero”. Mientras Hillary Clinton declaró, “si pasas por Youngstown, Ohio, o por las comunidades en mi estado natal, Illinois, verás ciudades enteras que han sido devastadas como consecuencia de los acuerdos comerciales.”
Sin embargo, detrás de esta apelación por votos ni Clinton, ni Obama se oponen al libre comercio. Reciente, ambos recientemente votaron a favor de un acuerdo comercial similar con Perú.
La falta de correspondencia entre la palabras y la realidad probablemente contribuyó a la derrota de Obama en Ohio después de que un memorando del gobierno de Canadá filtrado a la prensa informó que el asesor económico de Obama, Austan Goolsbee, se había reunido con funcionarios canadiense para asegurarles que su retórica contra el TLCAN “debe considerarse más un posicionamiento electoral que una clara articulación de planes políticos”.
De hecho, este memorando es un buen resumen de la real posición de ambos candidatos. Los ataques contra el TLCAN son acerca de ganar votos en las primarias. Cuando los “planes políticos” de un Presidente Clinton o Obama sean “articulados”, no habrá mucho que beneficie a los trabajadores de Ohio, y desde luego no habrá derogación del TLCAN.
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TAN IMPORTANTE como lo que se dice en el debate sobre el TLCAN es lo que no se dice. Por ejemplo, los candidatos tienen mucho menos que decir acerca de los otros ataques a los trabajadores estadounidenses, no relacionados con el pacto comercial.
El TLCAN ha tenido un claro impacto en los trabajos fabriles, especialmente en los estados del Medio Oeste — por ejemplo, el Instituto de Política Económica estima que el acuerdo costó a Ohio 50.000 puestos de trabajo entre 1993 y 2004. Pero en tan sólo los últimos siete años, Ohio perdió más de 200.000 puestos fabriles — como consecuencia del desplazamiento de las plantas al sur en EEUU, la superficialidad de la recuperación económica del año 2000 y el aumento de la productividad, entre otros factores.
Peor aun, cuando los candidatos demócratas critican el TLCAN, ninguno pronuncia una palabra acerca del perjuicio que el tratado trajo a los trabajadores mexicanos. Si los trabajadores en Ohio y en otros lugares de EEUU han sido golpeados, los mexicanos han sido literalmente exprimidos.
El 31 de enero, decenas de miles de trabajadores y campesinos mexicanos marcharon en Ciudad de México para exigir la derogación o renegociación del TLCAN, bajo el lema, “sin maíz, no hay país”.
Esta fue una respuesta a la eliminación de los aranceles al maíz, frijol, azúcar y leche en polvo por parte de México a finales del pasado año — la etapa final a la reducción de los controles a las importaciones agrícolas en México, como exige el TLCAN. Desde diciembre, las importaciones de maíz blanco de EEUU. a México se han incrementado un 384 por ciento.
La agricultura mexicana ha sido devastada por el TLCAN porque no está en condiciones de competir con los productores estadounidense, que se benefician de subsidios gubernamentales que son 20 veces más altos a los de México.
La Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados de México describió la situación rural como “desastrosa”, con la caída del financiamiento del Gobierno a la agricultura un 90 por ciento y la cancelación de programas de educación y asistencia técnica para los agricultores. Citando una disminución en el porcentaje de la población que participa en la agricultura de 26,8 por ciento en 1991 al 16,4 por ciento en 2004, la comisión acusó al gobierno mexicano de “desmantelar” la agricultura.
En unos pocos años, México pasó de ser en gran medida autosuficiente en productos alimenticios a depender de las importaciones estadounidenses. Además de la incrementada competencia de EEUU, el TLCAN exigió el desmantelamiento de históricas concesiones a los campesinos mexicanos, como la abolición del Artículo 27 de la Constitución, que garantiza la agricultura de las tierras comunales.
Como el izquierdista Dan LaBotz escribió, las recientes protestas representan “lo que puede ser el conflicto final entre los campesinos mexicanos y su gobierno, la última postura simbólica de una clase social ahora en extinción”.
Bajo el TLCAN, 3 millones de campesinos emigraron a las ciudades de México o a EEUU en busca de trabajo. No todos los campesinos que abandonaron el campo puede ser absorbidos como mano de obra urbana, de manera que ir al norte se convierte en la válvula de escape para las presiones sociales que TLCAN produjo. El gobierno mexicano calcula que medio millón de personas cruzaron la frontera hacia EEUU en el 2007 solamente, de los cuáles al menos 562 perdieron la vida.
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EL TLCAN ha sido responsable de una crisis rural, y lo que puede ser llamado la liquidación de una clase campesina que una vez formó la mayoría de la población en México. Pero el acuerdo también ha sido un desastre para los trabajadores industriales mexicanos.
Bill Clinton y el ex presidente mexicano Carlos Salinas prometieron que el TLCAN convertiría a México en una de las naciones industriales avanzadas. En lugar de ello, el crecimiento económico de México ha sido mediocre — mucho menor que los países de América Latina que han optado por una relación más independiente con el mercado mundial.
Si bien el comercio con los EEUU ha aumentado, México ha corrido un déficit de 8,3 millones de dólares al año. Unos 3 millones de trabajadores mexicanos están atados a cerca de mil plantas maquiladoras que producen específicamente para el mercado de exportación. Pero estas plantas han hecho empeorar déficit comercial mexicano, ya que dependen de insumos extranjeros.
En cada cosa, desde los contratos petroleros a la economía rural, a los salarios de la clase obrera urbana, el TLCAN reorientó la economía mexicana para ajustarse a los intereses de las empresas basadas en gran medida en EEUU. El valor del salario mínimo en México ha caído un 23 por ciento, y el Banco Mundial estima que 48 millones de personas, casi la mitad de la población, viven en la pobreza.
A comienzo del período del actual Presidente Felipe Calderón, el costo de las tortillas aumentó en un 30 por ciento, provocando protestas en todo México. El fiscal general para la protección de los consumidores informó que el precio de una canasta de productos de primera necesidad aumentó 35 por ciento durante el primer año de Calderón.
Para mantener esta salvaje desigualdad, la clase dominante mexicana ha atacado al movimiento laboral y la izquierda en México — con la ayuda de Estados Unidos.
Como sus homólogos en EEUU, los sindicatos mexicanos han comenzado a mostrar una disminución en el número de sus miembros. Sindicalistas estiman que de 80 a 90 por ciento de los contratos laborales son “contratos de protección”, diseñados a impedir que los sindicatos sienten bases reales.
En los últimos meses, el hostigamiento de las comunidades en Chiapas alineadas con los rebeldes zapatistas ha aumentado, y en los dos últimos años, el gobierno ha utilizado al ejército y la policía federal en contra de los mineros y del sector siderúrgico.
Y el gobierno estadounidense está preparando el terreno para más represión. En octubre, George Bush pidió 500 millones de dólares como parte de la Iniciativa Mérida, o “Plan México”, una iniciativa de $ 1.4 millones para proporcionar equipo policial, entrenamiento, helicópteros y vigilancia para el gobierno mexicano. Al igual que el Plan Colombia, Plan México es promocionado como un programa de lucha contra las drogas, pero será utilizado contra los trabajadores y los movimientos de izquierda.
Hemos escuchados a Hillary Clinton o Barack Obama decir que el TLCAN debe ser renegociado para que México y Canadá no tengan injustas ventajas sobre EEUU. Sin embargo, la experiencia muestra que ni los agricultores o trabajadores mexicanos se han beneficiado de los puestos de trabajo perdidos en EEUU. Por el contrario, hoy se encuentran en peor situación que antes del TLCAN.
México no forzó a Estados Unidos a firmar el TLCAN — fue a la inversa. Los mayores beneficiados con el TLCAN han sido los capitalistas estadounidenses. Al omitir el sufrimiento de los trabajadores mexicanos en su retórica, Clinton y Obama están velando un análisis acerca de quiénes son los verdaderos villanos del TLCAN — las corporaciones y el gobierno de EEUU.
Traducido por Orlando Sepúlveda