La irrupción de la máquina electoral que es Podemos, esa herramienta/partido que se ha propuesto capitalizar políticamente una mayoría social que se había creado al calor del 15M, ha generado y generará un intenso debate político. Su programa no es novedoso, ni los son sus ideas, pero su acertada lectura del momento histórico y del sentir de ese 70 y tantos % de conciudadanos que decían apoyar las protestas en la plaza de sol se ha traducido en un estudiadísimo discurso que ha sabido conectar con el ciudadano de a pie, harto de todo y de todos.
Las críticas no han tardado en surgir, no solo desde la caverna, sino desde la propia izquierda, que encuentra las propuestas de Podemos insuficientes o “reformistas” que dirían los que se otorgan la etiqueta de “auténticos revolucionarios”.
Podríamos debatir si se puede buscar una solución desde las instituciones o si se debe “deslegitimarlas” y cuáles son sus consecuencias, como en su día intenté explicar. Pero voy a intentar llevar el debate por otro lado.
Nuestro problema no es que esta nueva opción política sea “demasiado radical”, “demasiado ambigua” “demasiado inofensiva” o demasiado loqueatiteparezca, nuestro problema es nuestra sociedad en sí. Precisamente, el éxito y desgracia de Podemos es parecerse a la sociedad que aspira a representar en las instituciones.
Volviendo a mentar a Aldous Huxley, sin duda tuvo razón cuando dibujo un futuro donde sería posible informarse y reflexionar más allá del pensamiento único que nos vende el establishment, pero la gente no lo haría porque le resulta más agradable vivir en la burbuja de placer, consumo y banalidades en la que han sido educados. En la televisión se puede ver buen cine, documentales interesantes y hasta programas como “Redes” donde se debate sobre ciencia. Se pueden sacar conclusiones profundamente subversivas de alguna de las cosas que se leen en los periódicos mayoritarios de vez en cuando.
Pero esa información está sepultada por toneladas de basura informativa y audiovisual que no nos hace reflexionar críticamente, que nos resulta placentera, y por eso la elegimos frente a tener que estrujar las neuronas y desaprender lo “aprendido”.
Ese tipo de sociedad somos. Y en este mundo vivimos, construido a medida de quienes así piensan. Por eso, frente a la pureza revolucionaria que algunos exigen a Podemos, P. Antonio Honrubia acierta de pleno cuando señala que “No estamos en un vacío creador, no creamos ex-nihilo: creamos sobre las bases del consumismo/capitalismo”.
Vamos perdiendo
Si el problema inicial no es la oferta de opciones “revolucionarias” –muchos pequeños partidos llevan décadas presentándose con programas mucho más arriesgados que el de Podemos- ni el problema es tampoco esta nueva herramienta, entonces hemos de asumir que vamos perdiendo. Que ya nos la han colado, que ya hemos mordido el anzuelo; por mucha disidencia que exista, la gran mayoría de nuestra sociedad no quiere entender las razones profundas de nuestra crisis, no quiere aceptar que deba de cambiar, sino que señala a algunos culpables y les preguntan: “Dónde está lo mío”, al mismo tiempo que se arropa en las faldas de los nuevos líderes y les pide que les teletransporten de vuelta al año 2006.
Y esto es lo que se ve reflejado en Podemos, la gran derrota ideológica de nuestra sociedad, ilusionada al son de un programa ignora la crisis energética y ecológica de la que ya he hablado por aquí y que condiciona absolutamente el crecimiento económico, fetiche keynesiano del que no se parecen querer desprender.
De todos modos sería muy fácil culpar a Podemos por su programa optimista y timorato, pero lo que intento resaltar es que esto es lo que tenemos. Esto puede ser un error, pero es lo que demanda la gente. Si queremos que el programa cambie, la gente debe de cambiar. Si Podemos se adelanta al pueblo, el pueblo desechará podemos como herramienta del pueblo, como siempre ha hecho con esos pequeños partidos que llevaron sus propuestas más allá de las demandas de la gente.
Y este es el caso de tantos compañeros y compañeras que no quieren “legitimar” un programa y movimiento que no es lo suficientemente radical para ellos, lo que provoca que se vayan bajando del barco progresivamente. Es muy entendible, pero en mi opinión sólo sirve para entregar la nave a quienes no han entendido la crisis y nos piden volver a 2006. Y a la manada de arribistas que intentan buscar un futuro asiento.
A otros nos puede desesperar tener que lidiar con ciertas cosas una y otra vez, pero no ganamos nada separándonos, porque este pueblo es el pueblo que debe ser soberano, este es el país que tenemos y no otro. Podemos escaparnos de Podemos y seguir buscando más allá, montar nuevas formaciones, lo que queramos… pero el pueblo seguirá siendo el mismo.
La única revolución es la revolución de la conciencia
Si la gente pide cosas que son imposibles y Podemos las asume como propuestas… ¿cuál es el sentido de todo esto?
Si aspiramos a que el pueblo esté dispuesto a cambiar, esto es, a una revolución de la conciencia, entonces debemos de trabajar en ella. Podemos será una ayuda tremenda en tanto que continúe fomentando las asambleas, círculos y demás grupos de debate y deliberación colectiva que hasta el 15M eran espacios muy minoritarios en el Estado Español. Y eso ayudará –está ayudando- porque es en ese contacto con el otro, en ese ejercicio de deliberación, donde nos vemos obligados a entender nuestro propio mundo y a nosotros mismos, frente a la responsabilidad que supone saberse dueño de sus decisiones, y con ello de sus consecuencias. Es en esos espacios donde se crean redes de solidaridad, se intercambia conocimiento, se buscan respuestas a problemas colectivos y por lo tanto… se crea comunidad y se crea conciencia.
Es lamentable que tenga que ser un Partido el que reactive estos espacios. Pero es lo que hay. Una vez más, la gente pide eso, pues a eso vamos. Bienvenidos todos aquellos espacios ajenos a Podemos donde se trabaje en la misma dirección.
Que el pueblo entienda la transformación social necesaria es la única esperanza para conseguir un cambio real. Un gobierno que no se construya sobre el sentir popular y sus demandas será un gobierno autoritario. El peligro de Podemos es que los académicos que tienen el aparato del Partido por el mango decidan que ellos y no el pueblo son lo que tienen las respuestas. Que hablen para el pueblo y por el pueblo, pero no con el pueblo. Que atemorizados por la torpeza del pueblo resten poder a los círculos, en nombre de su superior formación frente a la ignorancia de las masas.
Dice Paulo Freire que quien teme al pueblo no puede ser nunca un revolucionario. Un líder revolucionario está con el pueblo y habla con él, haciéndolo protagonista:
“En la praxis revolucionaria existe una unidad en la cual el liderazgo, sin que esto signifique, en forma alguna, disminución de su responsabilidad coordinadora y, en ciertos momentos directiva, no puede tener en las masas oprimidas el objeto de su posesión (…) Se impone, la dialogicidad entre el liderazgo revolucionario y las masas oprimidas, para que, durante el proceso de búsqueda de su liberación, reconozcan en la revolución el camino de la superación verdadera de la contradicción en la que se encuentran, como uno de los polos de la situación concreta de opresión (Opresores-Oprimidos). Vale decir que se deben comprometer al proceso con una conciencia cada vez más crítica de su papel de sujetos de la transformación”.
Por eso Podemos debe meterse en el barro y ser la herramienta que capitalice las decisiones del pueblo, no el partido cuyos líderes dicen al pueblo lo que éste necesita, sin escuchar lo que éste piensa. Y por eso la gente que busca ese social cambio debería ser más comprensiva con la torpeza programática de Podemos, en vez de señalar con dedo inquisidor los errores –de bulto- que se van cometiendo, pues la meta es y debe ser transformar la conciencia colectiva, y para ello hay que trabajar con el pueblo, no en exclusivas “reuniones de sabios” donde se diga al pueblo lo que debe hacer.
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