Articulo de Antonio M. Ballesta, original en www.separaciondepoderes.es
“Lo que acostumbramos a llamar instituciones necesarias, muchas veces son instituciones a las que nos hemos acostumbrado.” Alexis Tocqueville.
¿Podemos conseguir una democracia de calidad simplemente mejorando la ética de los políticos?
Victoria Camps, Adela Cortina y José Luis García Delgado han publicado recientemente en El País, martes 25 de septiembre de 2012, un manifiesto para regenerar la supuesta ” democracia de mala calidad” española que tenemos, ya que han desaparecido los logros de la transición, entre los que destacaba, según ellos, el escurridizo estado de bienestar.
Vivimos -siempre según los firmantes- también “una crisis política y ética que pone de manifiesto las carencias de espíritu cívico”, ¿en todos los españoles, nos preguntamos, o exclusivamente en los gobernantes y sus lacayos de partido?.. , crisis que, obviamente, debemos superar cambiando ” el marco ético efectivo capaz de estimular la responsabilidad social y un buen uso de la libertad”, es decir, dicho en cristiano o castellano llano y viejo: que debemos ser más responsables en los temas de la igualdad y la libertad, conceptos fundamentales para una democracia, en América y en España, como decía Alexis Tocqueville, el gran jurista francés de resonancia universal.
Los pensadores firmantes no lo mencionan -¿para qué?- en su manifiesto pero en él piensa toda mente comprometida con la intelección de lo que pueda ser el conjunto de unas instituciones democráticas, y decimos bien: instituciones políticas y no simples conductas individuales.
Para conseguir salir de la crisis ética-política nacional proponen, en definitiva, 12 medidas urgentes, ni una más ni una menos, y, sin embargo, ninguna de ellas tiene el mencionado carácter político directo y eso es la que las hace ineficaces y utópicas.
Perseguir el bien común y tener la equidad como fin, decir la verdad, ser ejemplares, profesionales y recuperar el prestigio, y otras medidas por el estilo, son consejos que ofrecen a los políticos de la partidocracia y a la misma sociedad, pero que, por ir contra su naturaleza, no podrán cumplir, y, además, olvidan la exigencia primera y última : la reforma o cambio de las instituciones políticas, las fundamentales para establecer la separación de poderes y la representación de los electores.
Esos doce consejos nos harán más “buenos”, pero no alcanzaremos con ellos la democracia que buscamos.