El elitista Club de Campo de Madrid sigue funcionando como si fuera privado, pero en los últimos años ha recibido unos 13 millones de euros del Ayuntamiento de la capital para sus exclusivas infraestructuras.
El 1 de mayo de 1931 el Gobierno de la II República decidió que la Casa de Campo, hasta entonces de disfrute exclusivo de la realeza, pasaba a ser de uso público. Ese día decenas de miles de madrileños cruzaron las tapias del parque para celebrarlo. El 22 de octubre, en terrenos de este célebre pulmón verde se inauguró con gran pompa el Club de Campo, con la flor y nata de la alta sociedad española retratada al día siguiente en las páginas del diario Abc. Se cerraba un círculo de privilegio y se abría otro, reducido y duradero.
De aquellas señoritas de rancio abolengo jugando al hockey en terrenos públicos a la familia Aznar en pleno dando clases de golf pagadas por el Ayuntamiento de Madrid hay 70 años de diferencia pero no tanta distancia como podría parecer. Son dos estampas de una misma escena: la del uso de lo que es de todos para el beneficio de unos pocos. El Club de Campo sigue funcionando como si fuera privado, pero en los últimos años ha recibido unos 13 millones de euros de las arcas municipales para sus lujosas infraestructuras. El cupo de abonados no se ha ampliado en décadas, pero hasta hace poco gozaban de pases VIP desde Carlos Sainz o Rafa Medina a Florentino Pérez o Luis Bárcenas, en una larga lista de políticos, empresarios, periodistas, nobles habituales del papel cuché, cargos públicos y familiares de. Así hasta llegar a unas 650 tarjetas en 2011, el año con más invitaciones “protocolarias”.
La confusa factura de unas clases de golf que Ana Botella, entonces primera dama y ahora alcaldesa de Madrid, aceptó como “un detalle” para la familia del presidente, aunque ahora haya decidido pagarlas, ha logrado descorrer un telón de histórica opacidad tras el cual afloran sospechas de mala gestión y utilización política del patrimonio común. Porque aunque en los papeles el club es de acceso libre, no muchos pueden permitirse el lujo de un baño en su piscina cubierta (81 euros en fin de semana) construida, eso sí, con dinero del contribuyente. Y si los precios para los no socios son prohibitivos, el sistema para incorporar nuevos miembros resulta igual de desalentador: la lista de espera para quienes quieran pagar los 2.000 euros de suscripción y las cuotas de 700 euros anuales supera los 15 años. En unas instalaciones que pertenecen en un 51% al Ayuntamiento de Madrid y en un 24,5% a Patrimonio del Estado.
Un reducto elitista
La Guerra Civil redujo a escombros el lujoso chalé y el campo de golf de nueve hoyos con los que había nacido el Club de Campo. Pero el infortunio de haber quedado en el frente de batalla sería subsanado rápidamente. En 1942 se fusiona con la Real Sociedad Hípica Española –creada por “familias de renombre y militares de caballería”, según su propia descripción– y sigue funcionando como club privado en 200 hectáreas cedidas por el Ayuntamiento. …TEXTO COMPLETO