Durante el mes de agosto en el edificio donde vivo vino a hacer la suplencia del conserje un hombre aproximadamente de mi edad. Un día, hablando de fútbol, que es de lo que hay que hablar, me explicó que él y su hijo (de seis o siete años, creo que me dijo) eran muy aficionados al Madrid, que eran abonados, pero que hace un par de años se quedó sin trabajo y obviamente tuvo que empezar a renunciar a cosas y que con todo su dolor el abono del Bernabéu había sido de las primeras.
El hombre era muy expresivo y resultaba evidente que sí, que le había dolido renunciar al abono, pero supongo que le parecía más sensato renunciar a él que a necesidades primarias, especialmente teniendo un hijo pequeño.
Parece natural que a los madrileños nos ilusione albergar unos Juegos Olímpicos. A poco que le guste el deporte a uno (verlo, se entiende), cuando hay Juegos Olímpicos se devora uno todas las competiciones: desde la halterofilia a la natación, uno se sienta frente a la tele y se hace experto, aprende nombres de deportistas que olvidará para siempre a las 48 horas, lamenta que el viento de cara haya impedido ese record mundial cantado o critica la permisividad del árbitro de judo y se emociona con los goles del waterpolo…TEXTO COMPLETO