Grecia está en una espiral desastrosa hacia ninguna parte. Europa no quiere mantener una demanda nacional que se basó en deuda exterior y que enriqueció a la Casta griega (la española es una aficionada a su lado) y ayudo a ampliar sus redes clientelares. Obviamente este modo de aumentar la renta nacional es insostenible a largo plazo. Sin embargo, Europa se comporta con Grecia de una forma cruel, ya que el camino emprendido ayuda a conservar los privilegios de la oligarquía local mientras que esta ignora al tercio de la población que ha quedado excluida por la crisis. No está actuando de la única forma que sería humanitaria, es decir, creando un plan de rescate ciudadano y a la vez pilotando un plan de industrialización. Esto choca frontalmente con la ideología imperante, que considera que los mercados se ajustan solos y que con una potente devaluación interna se creará una industria exportadora amplia y con un paro elevado se ajustarán los salarios a la baja. Buena teoría, si no fuera porque está sucediendo justo lo contrario de lo que preveían, ya que las exportaciones griegas están bajando actualmente un 4% mientras que las importaciones suben un 1% y la deuda exterior neta pulveriza todos los récords conocidos.
La pretensión de Syriza de cambiar la mente darwinista de los eurócratas es ingenua. No lo van a hacer. Como máximo harán otro plan similar a los de hace tres y cuatro años, con más medidas de devaluación interna, lo que impedirá que un hipotético gobierno de Syriza disponga de margen de maniobra como para hacer otra cosa que no sea poner algún parche que otro, por muy buena voluntad que tengan.
La alternativa solo puede ser salir del euro y dejar que el nivel de vida caiga un 40% en términos reales pero de una forma homogénea, no marginando a un tercio de la población. Esto es volver a 1980, pero es que la base industrial griega es comparativamente igual de mala que entonces. A ver quién es que pone el cascabel al gato, porque el mito de Europa aún es fuerte en los países del Sur.