La publicidad ha cumplido para el sistema capitalista la función básica de fomentar la demanda por encima de los niveles básicos y la concentración empresarial. Las derivadas han sido la mercantilización de las necesidades humanas y el individualismo a ultranza. En un mundo que ha de hacer rápidamente la transición del fomento de la producción y el consumo al reparto de bienes limitados la publicidad será una de las primeras víctimas. Un mundo sin publicidad se parecería muy poco al actual, ya que más que cumplir la función de informar, como se pretende, la que tiene es más bien parecida a la del plumaje de los pavos reales. Los productos que perviven son los que tienen un plumaje mayor resultando en una eliminación del resto aunque redunde en peores opciones y un enorme dispendio de recursos.
No obstante, las resistencias a esa transición vemos que están siendo formidables, ya que las víctimas entre el ejército de las élites serían incontables, y es muy posible que finalmente la víctima sea la propia viabilidad de esa hipotética transición ordenada.