Detrás de la baja recaudación por sociedades hay dos problemas clave. El primero son las ETVE, instrumentos que usan varias grandes multinacionales para eludir el pago de impuestos. Pero no aquí, como se suele decir erróneamente, sino en otros países donde realmente están generando el valor añadido. Nos usan como un paraíso fiscal y por eso es absurdo pretender que se puede recaudar cambiando la normativa fiscal de las ETVE, que sencillamente se irán por donde vinieron si les intentan cobrar impuestos. No tienen inversión real ni estructura en España. Por otra parte como no nos sirven para nada (como no sea para realizar un maquillaje estadístico), pueden largarse lo antes posible que nadie las va a echar de menos.
El otro medio, este sí real, por el que las grandes empresas eluden el pago de impuestos son las estructuras offshore en paraísos fiscales, asunto mucho más peliagudo y que cumple la función que cumplimos nosotros para el vecino con las ETVE. Las grandes empresas transfieren beneficios de forma opaca a las filiales de estos paraísos donde no pagan impuestos y así se libran de pagarlos aquí. La mayor parte del IBEX paga cantidades ridículas en concepto de sociedades y muchas de ellas no pagan directamente nada. Por ejemplo el Banco de Santander mantiene 11 filiales en paraísos fiscales (aunque las va a reducir a cuatro, supongo que por ventajas fiscales igualmente).
Este problema se plantea en todos los países con altos impuestos sobre sociedades y forma parte del ADN de la globalización tal y como está concebida. Las soluciones son muy complejas, ya que la línea que separa un paraíso fiscal de otro que no lo es no es nítida. Por ejemplo hay quien considera a España un paraíso fiscal por el asunto de las ETVE, y en la UE Luxemburgo, Liechtenstein, Holanda, Irlanda, Reino Unido y hasta Francia se incluyen en diversas listas de paraísos fiscales. Nadie ha encontrado una solución adecuada a este problema, que pasaría por una reforma radical de la globalización financiera que se enfrenta a enormes intereses económicos de los más poderosos y a una ideología, la liberal, que ve en la competencia fiscal una réplica de la competencia del mercado libre. Otros lo que vemos son intereses de una clase parásita (los super ricos) que se niegan a renunciar a ninguno de sus privilegios y que utilizan a esta ideología como arma arrojadiza en unos medios de comunicación ampliamente controlados por ellos mismos.