QUEREMOS OTRA CRISIS COMO ÉSTA

QUEREMOS OTRA CRISIS COMO ÉSTA
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La empresa moderna era y es ciega. Sabemos que efectivamente produjo la revolución industrial, pero este no era el objetivo de los empresarios. Tales hombres, codiciosos y ansiosos de acumular la máxima ganancia no son raros – de todos modos no lo fueron en Europa desde las Cruzadas en adelante – ni su comportamiento es muy recóndito. La empresa privada estimulará el desarrollo económico y la revolución industrial si, y solo si, los beneficios a obtenerse de ese modo son mayores a los que se logren por otros medios. Si no lo son, no lo hará”.

EricHobsbawmEn torno a los orígenes de la revolución industrial.

Echando la vista atrás al comienzo de la crisis, no podemos por más que pensar que la gestión de ésta está siendo buena. Incluso, podríamos decir excelente. El objetivo del sistema económico actual es el beneficio y las ganancias, la acumulación capitalista y el enriquecimiento. La competitividad, la codicia y el dinero son los becerros de oro que dan sentido al sistema capitalista que nos domina. Por tanto, cuando observamos que el número de millonarios crece un 13% durante el último año, el beneficio de la gran banca un 79% hasta septiembre, la bolsa española sube más de un 16% durante este año y, además, más de 6 millones de personas deben pelear por empleos cada vez más precarios y con peores salarios, no podemos por más que congratularnos. Solo podemos llegar a una conclusión: la gestión de la crisis está siendo excelente. Y todavía podemos obtener éxitos aun más grandiosos porque el número de millonarios amenaza con crecer un 110% más hasta 2017.

El fin del sistema capitalista es el beneficio, el enriquecimiento. Ni la libertad, ni la democracia, ni el progreso social. Si éste no se consigue mediante la innovación tecnológica o productiva, debe conseguirse por otros medios. Los medios son coyunturales, lo importante es el fin. Y el fin es obtener la máxima a ganancia. Nunca ha importado que se haga a costa de la explotación de otros seres humanos sino que ha sido y es imprescindible. Por tanto, si el sistema no alcanza sus objetivos por unos medios utilizará otros, se adaptará en la búsqueda de sus fines. El capitalismo no es un sistema inmóvil, es un sistema en constante evolución, sus métodos y formas pueden variar, pero el objetivo que guía a éstos es siempre el mismo. Entonces, una vez que conocemos su esencia no puede sorprendernos que vuelva repetidamente a usar la explotación y la desposesión de las personas para reproducirse.

Si hoy en día la ganancia capitalista se ha recuperado en España – y en el mundo – ha sido a costa de evolucionar hacia una mayor explotación de las personas y una constante expulsión del personal sobrante. Sumados a los millones de parados que nunca volverán al mercado laboral están los 3 millones de españoles que se encuentran en situación de “pobreza severa”, el doble que al principio de la crisis. Pero la pobreza no es una situación novedosa de la crisis, es estable y estructural, aunque agudizada por ésta, la pobreza infantil se eleva a casi al 27%, sólo 3 puntos más que al comienzo de la misma. Y es que es una situación lógica porque para que una minoría pueda tener mucho, poseer todo, otros no pueden acceder a nada. Esta es la naturaleza de las “reformas estructurales” que están aplicándose en España, ahora, si cabe con más saña que nunca. Guardando las formas democráticas del bien común se dice que son necesarias para crecer, acabar con la crisis y el desempleo. En realidad su función es concentrar aún más la riqueza y la propiedad, aumentar las rentas y salvar fortunas en peligro.

Es la oligarquía dominante mundial, depredadora y extractiva, quien mediante sus diversos instrumentos e instituciones, el FMI o la Unión Europea, siempre bajo la tutela de Washington, trasvasa enormes cantidades de riqueza y recursos a sus carteras.Los métodos son numerosos y se adaptan a las diferentes situaciones y características de cada país. En España, por ejemplo, la usura bancaria mediante los intereses de una deuda – pública y privada – desproporcionada y unas comisiones bancarias que han crecido un 186% entre 2007 y 2012; la rebaja salarial de los trabajadores desde la última reforma laboral que supera el 10%, pero es simplemente continuar una tendencia, porque entre 1994 y 2011, los salarios ya habían caído también otro 10%; unido al aumento de la jornada laboral; los rescates a la banca mediante ayudas directas, avales, estafa a los preferentistas, el ‘banco malo’; el rescate a las concesionarias de autopistas; el rescate encubierto a las eléctricas mediante subidas de la luz que superan el 70% en los últimos 7 años, a pesar de tener sobrecapacidad eléctrica; las privatizaciones de los bienes y servicios públicos de ayuntamientos y Comunidades Autónomas; etc.

Para esta oligarquía las empresas, los trabajadores, los seres humanos, el gobierno, los partidos políticos, las instituciones son instrumentos utilizados según la coyuntura histórica, social y económica y están supeditados a alcanzar sus objetivos de máximo beneficio y acumulación. Para la gran burguesía y la aristocracia hace ya casi dos siglos unidas indisolublemente y siempre tendentes a unas relaciones endogámicas, la democracia de masas – la única y verdadera democracia – es algo nunca deseado, siempre despreciada. Todavía, la democracia parlamentaria burguesa era un mal menor en cuanto a que sólo una mínima parte de la población podía participar en ella. Pero, el radicalismo democrático era dar cabida en su mundo – dominado por el darwinismo social, el racismo y la eugenesia científica – a esa “multitud detestable” que tanto habían despreciado siempre. Y cuya única función vital dada su objetiva inferioridad era ser explotada.

Entonces las palabras dichas por Vladimir Ilich ‘Lenin’ hace ya más de cien años vuelven a tomar una vigencia sorprendente: “Las crisis demuestran que los obreros no se pueden a limitar a luchar por obtener de los capitalistas concesiones parciales, ya que, cuando se produzca el crac, éstos no sólo arrebatarán a los trabajadores los derechos conquistados sino que los harán todavía más precarios. Y así continuará sucediendo inevitablemente”. Y es así como nuevamente se repite en la historia que las crisis sí son una oportunidad para aumentar la explotación y la desposesión de la mayoría por una minoría cuya codicia no tiene freno, ni límites. Una minoría que pasará por encima de cualquiera y avasallará a todos los que se le opongan.

La democracia no es un derecho natural, nunca fue otorgada, fue conquistada, siempre fue una lucha, los derechos individuales y sociales nunca fueron concedidos por convencimiento de la igualdad de todas las personas. Cuando en una sociedad se acepta que se puede explotar a las personas, es decir, trabajar 12 horas por menos de 500 euros o hacer millones de horas extras gratis, la democracia no existe, mucho menos el respeto a los Derechos Humanos, la libertad o la igualdad. Cuando a una persona se le quitan sus medios de subsistencia y se hace dependiente de otros, nunca puede haber libertad. Lo que hay es miedo, necesidad y hambre. Ese es el proyecto de la Unión Europea de las corporaciones: la jornada laboral de 65 horas, el trabajador pobre, la generalización de la pobreza. Este es el actual sistema globalizado que tanto ha colaborado a construir. Una involución social para Europa, los países desarrollados, una vuelta al capitalismo que colapsó en 1929, pero una constante realidad para los países subdesarrollados, siempre dominados por la explotación colonial de las potencias capitalistas.

Hacia 1500 comenzó el proceso de transición al capitalismo industrial, marcado por un nivel de explotación de los seres humanos que no había tenido parangón en la historia. Sus víctimas no tienen cabida en la Historia. Hubo que esperar hasta el S.XX para que en la mayoría de los países industrializados se alcanzaran un mínimo de derechos democráticos, que, sin embargo, conllevaban la expulsión de determinados grupos humanos. En Suiza, las mujeres no pudieron votar hasta 1971; los negros, los chinos, otras minorías étnicas y sociales o los pueblos autóctonos, los “no blancos”, nunca estuvieron considerados como sujetos dignos de tales derechos democráticos hasta la segunda mitad del S.XX.Como nos dice Eric Hobsbawm, la cuna de la democracia liberal, el Reino Unido de la segunda mitad del S.XIX “era sin duda menos restrictivo que, por ejemplo, Bélgica, […], pero ni era democrático ni lo intentaba ser”. El voto censitario determinado por la posición de poder y la fortuna personal era la norma. Identificar capitalismo y democracia es ilusorio. El capitalismo no es democrático, nunca lo ha sido, nunca lo será, porque su razón de ser no es esa. Lo que está marcado por el afán de dominación y explotación en pos del máximo beneficio nunca podrá salvaguardar una verdadera democracia.

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