Siempre es más fácil derrotar al adversario si antes se acaba con su reputación. A partir de ese momento, la gente suele aceptar cualquier medida que antes quizá hubiera rechazado. De ahí que políticos y periodistas se apresuraran a calificar a Chipre de “paraíso fiscal” en los días posteriores a la decisión de esquilmar las cuentas corrientes en los bancos chipriotas para que ese país aportara 5.800 millones a su propio rescate.
Analicemos porqué no lo es: