Muchos están ya afilando concienzudamente sus hachas para asestar un nuevo tajo a los servicios públicos y al exiguo “estado del malestar” que nos ha dejado la maldita crisis. No lo confesarán públicamente porque es año electoral y toca vender la burra de unas tasas de desempleo mejores que hace un año, con su cansino “mantra” de que han logrado dejar al país con un poquito menos de paro que Zapatero, todo un éxito después de cuatro años de política del hachazo indiscriminado a todo bicho viviente. Ese fracaso, el crear unos cientos de miles de puestos de trabajo en cuatro años, que hay que tener caradura para venderlo como un éxito, es el primer paso para su triunfo final: lo que podríamos llamar la feliz sociedad de la pobreza.
Si, amigos. De eso se trata. Después del primer shock perpetrado impunemente por Zapatero, a las órdenes de los que de verdad mandan vino como respuesta el 15-M. Este abrió una brecha por la que se coló el PP y su atronadora mayoría absolutista aunque por suerte también permitió pasar a las mareas, los movimientos sociales y aquello llamado “sociedad civil” que despertó por fin en España tras décadas de adormecimiento y comenzó entonces a organizarse en respuesta al segundo shock, el de Mariano a las órdenes de los mismos de antes. Los despojos de lo que iba quedando los recogió Podemos que logrará en breve aglutinar un buen porcentaje de votos de cara a las legislativas de finales de año, pero no suficientes como para producir el vuelco necesario.
Sin pretender adjudicarme dotes adivinatorias, probablemente gobernará el PSOE con apoyos puntuales y sustanciales del PP, que cederá el testigo con los deberes bien hechos, como presumen públicamente. El sistema necesita cambiar de caras y la de Rajoy no es mínimamente presentable. Todo parece indicar que será entonces cuando habrá de llegar el tercer hachazo a los de siempre: asalariados y pensionistas. Mientras tanto ya nos habremos acostumbrado a esta sociedad dual, pocos ricos y muchos pobres, pero eso sí, caminando hacia unas cifras de paro mucho más presentables. Advertirán magnánimos el “no se quejen” o “la mejor política social es crear empleo” (aunque solo sirva para malvivir). Nos adentraremos en la feliz sociedad de la pobreza, de la cual será muy difícil salir.
El régimen quedará a salvo momentáneamente, incluso con una estética reforma constitucional, pero la herida seguirá abierta y supurando, esa herida que abrió el 15-M y que nadie se atreverá definitivamente a cerrar. Solo nos queda esperar que nuestros amos, desde fuera, nos permitan respirar y adecentar mínimamente este régimen criminal. Cosas veredes.