Después de no ver por la televisión al Jefe del Estado no elegido democráticamente ni a parte de su familia (puesto que la otra es impresentable) se me ocurren varias reflexiones en torno a esta bonita y militarmente pacífica festividad patria, cabra incluida. ¿A qué viene el desfile militar que cuesta alrededor de un millón de euros?. ¿No existe ya un “día de las fuerzas armadas”?. ¿Por qué tiene que estar en él uno de los máximos dirigentes de la OTAN?. ¿Publicarán merced a ese nuevo espíritu de la transparencia que nos invade el coste y los invitados a la recepción real?. Y finalmente: ¿no se podría celebrar un sencillo acto al que asistieran representantes de las culturas indígenas que masacramos?.

Otro aspecto no menor es el de la fecha, que ha generado polémica. El 12 de octubre Colón arribó a una isla de las Bahamas y la tomó para los Reyes Católicos, no para España. Entonces, ¿Qué sentido tiene celebrar ese día como fiesta nacional de España si España como estado, la España actual, no existía como tal?. ¿No sería mejor celebrar la fiesta de todos otro día?.Es cierto que no se puede argumentar como hace Ada Colau: estamos ante una celebración vergonzosa porque estamos conmemorando un espantoso genocidio. Es una visión simplista ya que se este día se conmemoran hechos tan destacados en la historia de la humanidad como el encuentro (aunque fuese traumático) entre dos civilizaciones, dos mundos que a partir de entonces estarían unidos. El abandono de la Edad Media y el acceso al mundo moderno, el descubrimiento de nuevas especies vegetales y animales, el desarrollo del comercio, etc. Pero tampoco estamos, en mi opinión, para alharacas ni cabras ni celebraciones militares, precisamente por lo que tuvo aquel encuentro de conquista militar y sometimiento de millones de seres humanos. Que después lo hiciesen, incluso peor, franceses o ingleses no justifica la encomienda, por muchas leyes pioneras que la monarquía española hiciese en defensa de los indígenas. Que España hizo cosas gloriosas no debe ser puesto en duda, que hizo cosas espantosas tampoco.

Después estamos los que no aceptamos al borbón y quisiéramos otra bandera y otro Jefe de Estado, electo por el pueblo, presidiendo una fiesta de todos. Siempre  se plantea la polémica pero hemos de ser pragmáticos. En la calle en la que vivo han amanecido hoy tres balcones con la bandera monárquica. Es cierto que son minoría, puesto que, a groso modo, debe haber unos cincuenta balcones en esa manzana.  A lo mejor es que la idea de la monarquía o de la simbología del régimen del 78 está más que asumida por la gran mayoría y que somos escasos los nostálgicos que gustaríamos de tricolores e himnos de riego, yo desde luego con la letra original ( aunque a más de uno gustaría  de modificar su letra por excesivamente patriótica).

Por eso mismo considero que la educación de una sociedad manipulada hasta la náusea es vital. No para lograr una república sino para poner las bases de una sociedad crítica que comprenda la necesidad de cambios de calado para progresar. No se trata de trapitos ni de cabritas, sino de decencia. Y creo yo que al ver a toda esa gente sonriendo ante una tela rojigualda, ágape posterior incluido, debemos considerar la posibilidad de que está todo por hacer, de que hay que seguir luchando por lo que creemos porque estamos en lo cierto. No es posible una España más decente con toda esa gente ahí sentada en la tribuna.