Después de que tertulianos y gurúes varios de nuestra política patria hubieran afirmado casi como un Dogma de Fe el fin per sécula seculórum del bipartidismo resulta que está más vivo cada día. Y no ha pasado tanto tiempo desde que irrumpieran los nuevos partidos. Sí, esos de la “nueva política” y el democratismo a lo bestia. Se anunció a bombo y platillo que el bipartidismo corrupto estaba herido de muerte, que el PPSOE era historia. Y al final el cambio era esto: los socialistas en el gobierno, arrebatando día a día votos a Podemos (Demasiadas incongruencias en tan poco tiempo, Pablo) y los populares en la oposición y robando algunos apoyos ya al partido de Rivera (demasiadas e”mociones” en tan poco tiempo, Albert).
Todos esos sesudos analistas, sobre todo los que daban excesivo crédito a las encuestas, veían una tendencia imparable y una italianización del escenario español. Es cierto que no volverán las mayorías absolutas pero de momento el turno sigue en vigor y no es descabellado pensar que pueda coger nuevos bríos en los próximos años. Porque, veamos: el PSOE en el poder hará todas las políticas de izquierdas que le dejen, todos los gestos posibles que atraerán sin duda el voto podemista, sobre todo el sobrevenido, anteriormente socialista o abstencionista frenando a su vez una parte de las fugas hacia Ciudadanos. La exhumación de Franco, la retirada de la medalla a Billy el niño o una posible ilegalización de la fundación Francisco Franco, sin olvidar el marcado sesgo feminista de este nuevo gobierno serán gestos palpables para gran número de votantes progresistas desilusionados con el 135 o los recortes de la etapa ZP. Y el paso a la oposición del PP, con la renovación exprés de su cúpula (ahora son buenísimas las primararias, veremos en el futuro) no hará sino recuperar, ya sin el lastre de la figura del ex-presidente, al votante tradicional de derechas que estaba huyendo de la espantosa y sistémica corrupción y, sobre todo, de esa figura quemada que era Rajoy. Ciudadanos ha quedado en tierra de nadie y no sería de extrañar que quedase estancado como partido bisagra sin posibilidades reales de gobernar sobre todo si su cúpula (Rivera) se empeña en mensajes recentralizadores y no sale del discurso catalán y españolista.
El bipartidismo, que jamás dejó de gobernar España, ni en los momentos más duros de la crisis, continuará con su camaleónica visión de la política, renovada a pesar de todos.
Foto: @Luisgpueyo y Fernando Guzman
En efecto , que no se quede todo en eslóganes de camiseta depende de nosotros, los que votamos.