Cuando oigo y leo determinadas cosas que, después en mi vida cotidiana, compruebo que no son percibidas por amigos y conocidos me doy cuenta de que en este país se ha llegado a un grado de podredumbre y descomposición del régimen oligárquico que padecemos que ni siquiera los jefazos de la partitocracia y sus acólitos en los mass-media hubieran imaginado tenerlo todo tan bien “atado” como dijo el viejo general. Es tal el ruido ( que es silencio para el común de los mortales) que la gente ya no hace caso. Es como que el escándalo tape al escándalo.
La semana pasada nos enteramos de que el delincuente común llamado Luis Bárcenas, ex-tesorero y ex-senador del PP, ese partido que más parece una organización del hampa criminal, ingresó en prisión. Ya lo sé, no está condenado. Cometo un acto de voluntarismo al llamarle delincuente común. Pero me quedo más ancho que largo llamándole ladrón. Porque todo indica que ha robado y a espuertas. Bien pues Bárcenas, que dicho sea de paso, se asemeja mucho a un capo de la mafia calabresa fue encarcelado por el juez Pablo Ruz con la acusación implacable de las dos fiscales anticorrupción de la Audiencia Nacional. Hasta aquí todo normal, todo sigue su curso, como en cualquier país democrático y serio que se precie. Todo el mundo ha hecho su trabajo aunque sorprende como en otros casos la fiscalía no solo no acusa sino que presenta recurso contra el juez que envía a prisión a un destacado banquero y amigo íntimo de Jose María Aznar. También vemos impávidos como esa misma fiscalía recurre la imputación de una infanta de España, por la Gracia de Dios, claro ( declaraciones de Rouco Varela rezando por el bien de la monarquía).
Después escuchamos a una diputada del PP de canarias que afirma en radio, textualmente que: “Debemos recordar que el Ministerio Fiscal está sometido a la jerarquía y, por tanto, es el ministro de Justicia y el Gobierno de España el que ha solicitado la prisión incondicional”, poniendo en evidencia que el propio ministro de justicia controla y dirige como si de un instrumento a su servicio se tratara a la fiscalía, es decir, al ministerio público, encargado constitucionalmente de velar por la acusación y persecución de la delincuencia, mal que acecha a la sociedad civil. Pues aquí se quedan más anchos que largos, es de estas declaraciones esclarecedoras, que te reconfortan con el ser humano porque ves que hay alguien que, aunque sea por equivocación dice la verdad en política. Y que verdad.
Y, sin embargo, nada de esto llega al 95% de la población y si llega tampoco lo comprenden. Tamaña atrocidad, es decir, que el gobierno controle de una manera tal a la justicia, no es vista como algo malo, lo más probable porque la mayoría ni se entera. Lo que queda es que Bárcenas ha entrado en prisión, el ruido mediático. Lo otro, la constatación de que vivimos en una república bananera en el que el ejecutivo controla al judicial, lo mangonea e impide ciertas imputaciones cuando le perjudican o impulsa otras cuando presuntamente le pueden favorecer, eso que es tan grave, no supone mayor escándalo en España.
Las noticias se publican, eso sí, pero es tal el ruido, son tantos los escándalos, que es casi imposible enterarse de otros escándalos, quizás más graves, pero que pasan por tanto desapercibidos. Así está España: saliendo con paso firme de la crisis.