La corrupción es quizás la característica definitoria del régimen de poder establecido en 1978 en España igual que el crimen de estado instrumentalizado por eficientes funcionarios constituyó el rasgo esencial del nazismo en la Alemania de Hitler. En un momento dado la corrupción, su práctica, se banaliza. Es entonces cuando se generaliza en los estamentos políticos y administrativos. Esta corrupción normalizada va permeando hacia abajo, hacia las escalas inferiores del funcionariado y la sociedad y se generaliza como habitual el favor personal, el enchufismo, etc. De esta forma casi la totalidad de la sociedad queda impregnada de la corrupción que emana de sus oligarquías. Quizás por ello no les cree ningún conflicto moral seguir votando a corruptos, sus corruptos.
Es bien sabido que el corrupto nace y se hace, ambas situaciones son compatibles. Todos llevamos un corrupto dentro solo que muchos, a través de la educación y la moral, aprendemos que robar está mal. Este es un hecho indiscutible: sin educación todos robaríamos, igual que creeríamos que el mal no es tal. Es falsa la afirmación que hacen algunos periodistas y estudiosos, normalmente del establishment, de que no se puede evitar la corrupción, ni siquiera por muchos controles que pudiésemos establecer. La corrupción y el mal como situaciones de normalidad se difuminan tras una sólida formación moral e intelectual solo que ni siquiera esta resulta suficiente impedimento para evitarla. Resulta clave en una democracia avanzada un sistema de contrapesos de poder y control independientes para vigilar, fiscalizar y controlar la tentación de corromperse. Todo ello ha fallado estrepitosamente en España.
Como decía Hanna Arendt en su obra Eichmann en Jerusalén, el mal se practica en el ámbito de un sistema, de unas normas que se ejecutan sin reflexión ni mala conciencia por parte del malvado o corrupto en nuestro caso. Entonces el delincuente se siente respaldado, abrigado, protegido por un entramado que en muchos casos ordena la comisión de dichos delitos. Una pequeña corruptela puede no ser ordenada por un superior pero si que es percibida como “pecata minuta” por el corrupto cuando observa la extraordinaria impunidad de que gozan sus superiores.
Deberíamos incidir en la formación evitando la banalización de la corrupción. Y como bien sabemos la educación no es cosa de la escuela sino de la propia sociedad, jugando los medios de comunicación un papel determinante. Unos medios adocenados con el poder que banalizan la corrupción, en especial la más indecorosa. Uno de los instrumentos más perversos que utilizan es la estrategia de sembrar en las conciencias la idea de que da igual quién gobierne porque es inevitable que se corrompan y de hecho, que ya son corruptos antes de llegar al poder. De esta manera muchos, influidos por estos medios de desinformación masiva, vuelven a votar a los corruptos que les saquean. Se afirman cosas como: “total, si voto al nuevo, va a robar igual. ¿Es que no veis como está ya robando o colocando a familiares nada más tomar el poder?. ¿O que se van de vacaciones a todo lujo y no respetan el medio ambiente?. Hacen lo contrario de lo que dijeron. Son todos iguales, mejor me quedo con lo malo conocido“.
Y eso sin tener en cuenta las inmensas redes clientelares que la corrupción institucionalizada ha ido tejiendo a lo largo de ya cuatro décadas de monarquía de partidos. Esa red de araña banaliza la corrupción como algo necesario, como modus viviendi de una gran parte de la sociedad. La pervivencia de las diputaciones y miles de ayuntamientos microscópicos (por la escasa población de sus municipios) es el ejemplo más visible de esa corrupción no tan escandalosa pero sí constitutiva, medular, del sistema.
Las soluciones son complejas y quizás traumáticas. La educación y la enseñanza del pensamiento crítico como ya se comentaba, algo que ha ido en retroceso curiosamente desde los años ochenta. Quizás un aspecto clave sería establecer de una vez un verdadero Estado de Derecho en España, es decir, suprimir cualquier tipo de desigualdad legal entre individuos, empezando por la inviolabilidad del Jefe del Estado y el aforamiento de sus familiares y el resto de la clase política “pata negra”. Como pasó con el nacionalsocialismo, que hubo de ser extirpado de raíz la cleptocracia española solo podrá ser eliminada con un cambio profundo llevado a cabo en un período de tiempo lo más breve posible. No, obviamente, a través del torticero sistema de reforma constitucional de los 2/3 de los votos parlamentarios que solo permitiría cambios “estéticos” pero no sustanciales. Los harakiris son extraños en estos tiempos.
Siempre he pensado que los referentes culturales en este país son el Lazarillo y el Quijote… Una historia de criado y amo puteándose mutuamente, y una de un tío que intenta ser honesto y le llueven las hostias… En este país admiramos al más listo, al que más se aprovecha, y nos burlamos de quien intenta ser honrado. Así nos va…
Bravo, excelente reflexión de la España que tenemos. Breve pero conciso resumen de nuestros problemas reales, no de los que quieren que nos preocupemos dígase; futbol, tiempo, Gibraltar, independentismos, “populismos de otros” etc…
Naturaleza humana y educación aparte, el problema de la corrupción político-económica es que no tiene sanción. Los mismos que hacen las leyes se financian.
Pero la gente no aúpa a undargartarín sino a Castro.
Votar “lo conocido”, malo, es temor, cobardía, comida de codo, y también falta de confianza en lo nuevo.
Incluso falta de confianza de que sirvan de algo las elecciones. Y nadie cree que un cambio que merezca tal nombre surja de unas elecciones. Tampoco que este país sea independiente hasta tal punto … Ni Grecia …
Se dice “sin novedad”en el frente, como si todo cambio fuera malo.
Los más mayores todavía hablan de guerras civiles …
Los más jóvenes, muchos ávidos de consumo, quedaron infantilizados en sus casas.
Más que la banalidad del mal del alto funcionario nazi que ejecuta órdenes sin tener ideología se trata de una “sumisión voluntaria” (La Boétie) a la autoridad estructurada como tal (del charlatán encorvatado que vende programa electoral o que vende preferentes) y a la que se acostumbra por lo general desde la infancia.
Gran observación, anita. La Boétie tendría mucho que decir en este tema. Es cierto que de unas elecciones no va a surgir el remedio a nuestros males sino de un movimiento de base, quizás apolítico que se centre en “hacer sociedad civil”. Por eso decía que los cambios, si queremos que sean de verdad, se tienen que hacer rápido porque sino no se hacen. La derecha en sus diferentes versiones, por conservadora, impedirá todo cambio revolucionario gracias a su bloqueo de la COnstitución con los dos tercios. Solo queda algo rápido que pase por encima de esa ley de leyes que ellos mismos incumplen sistemáticamente, es decir, una revolución que es difícil que se materialice desde el poder.
Gracias por leer.
Mis dudas tengo de si tras un cambio rápido “Ça ira, ira, ira …” viene un Napoleón que ponga “orden” a la “anarquía”. Rápido, pero antes profundo.
Votar en este régimen del 78 es corrupción moral. Si quieres acabar con la corrupción, empecemos por el principio. ABSTENCIÓN A LA PARTITOCRACIA CORRUPTA.