¿Qué reflexión?

  Me hace mucha gracia la sacrosanta jornada de reflexión. Al margen de que no existe en casi ningún país democrático, ¿sobre qué tenemos que reflexionar?. ¿Debemos pensar si vamos a volver a votar a unos ladrones, corruptos, delincuentes y sacamantecas que nos han arruinado para varias generaciones?. ¿Acaso alguien debe tener dudas de a quién no votar?. Por tanto, ¿tenemos que sopesar si votar a algún partido nuevo y esperar a que actúen con decencia, esa que reclaman intelectuales como Lledó?. Y finalmente:¿debemos replantearnos si es de alguna utilidad votar en blanco o nulo e incluso no acudir a votar como protesta?.

No indicaré aquí, como ya se ha escrito en las últimas semanas en múltiples artículos, la utilidad de votar. Y tampoco el efecto de hacerlo en blanco o votar nulo, como forma de protesta. Son asuntos suficientemente conocidos. Creo sinceramente que hay que votar y que cada uno vote en libertad, ¡faltaría más!. Sin embargo opino que después de los años que llevamos eligiendo partidos (y no personas) es absurdo perder un día de nuestras vidas pensando, reflexionando, cavilando sobre algo que deberíamos de tener meridianamente claro, sobre todo cuando observamos cuánto dinero han malgastado los diferentes partidos políticos, fundamentalmente de nuestros impuestos, salvo una única opción política que no lo ha hecho. Quizás haya que votarla, aunque la probabilidad de que pronto también gastará nuestro dinero para darse a conocer roce la certeza.

Lo cierto es que, en especial en los últimos dos meses y en particular en estas últimas y agónicas dos semanas deberíamos de haber reflexionado sobre la necesidad de suprimir las campañas electorales o, a lo sumo, limitarlas a un par de días antes de votar. Resulta de todo punto vergonzoso cómo los políticos se saltan la ley electoral. Primero extendiendo la campaña más de seis meses, con reuniones y mítines explícitos cada fin de semana, multiplicando sus apariciones en todo tipo de formatos publicitario-televisivos para repetir a sus conmilitones sus mensajes oxidados. Y después como, en las dos semanas de campaña “oficial”, violan  la propia ley ante la pasividad de los jueces que componen esa cosa llamada Junta Electoral, inaugurando obras y prometiendo desde el propio Consejo de Ministros pagas y prebendas a diferentes colectivos.

 

También deberíamos reflexionar si no deberían de estar prohibidas las encuestas no la última semana sino el último trimestre, como poco, motivo de reflexión en un artículo anterior a este.

Otra reflexión muy necesaria debería de ir encaminada a si sería pertinente exigir a la policía que actúe ante prácticas de caciquismo decimonónico, por ejemplo cuando un grupo de delincuentes de algún partido acude a un geriátrico para robar su voto a ancianos dementes. O cuando un jefe local de un partido promete trabajo a cambio de votos por correo. Reflexionemos por qué estos individuos no entran inmediatamente en prisión.

Por el contrario no sería preciso reflexionar sobre la basura con que nos inundan los periódicos tradicionales y algunos digitales en dónde, por cierto, se anuncian con descaro los candidatos de la mafia. Sencillamente deberíamos no leerla ni escucharla (porque la inmundicia es convenientemente difundida por radios y televisiones, los medios mediante los que el 75% de los votantes se informan). De hecho deberíamos reflexionar si no debería estar prohibido que con dinero público se regara a determinadas cabeceras que son particularmente dóciles con la mano que les da de comer.

En definitiva, la reflexión debe ser prolongada en el tiempo, no ceñida a 24 horas antes de ejercer el derecho de sufragio, situación que por desgracia millones ejercitan sin ningún tipo de reflexión.

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