En agosto de 1999, a punto de entrar en la fecha que algunos consideraban apocalíptica (9.9.99), acababa de visitar, en la isla griega de Patmos, la cueva donde, según la tradición, San Juan Evangelista recibió la revelación divina sobre el Apocalipsis. Un monje guardaba la cueva, tratando de evitar los desmanes de los turistas, que por centenares descargaban los cruceros de lujo que periódicamente hacían escala en la isla, con el propósito de visitar este sagrado lugar. Misión, la del monje, poco menos que imposible, ya que los turistas seguían entrando en el recinto, con sus trapillos veraniegos, para desazón de la ortodoxia griega.
También resultaba una tarea ímproba para aquel monje evitar que los turistas descargasen continuamente los flashes de sus cámaras, que se disparaban de forma automática, dada la penumbra reinante y la obsesión actual por fotografiar o filmar todo lo que se ve.
“No flashes, please”, sermoneaba una y otra vez el monje con infinita paciencia, cada vez que veía el reflejo de un disparo sobre su libro de oración, como si hubiese sido enviado allí por el prior a expiar alguno de sus pecados por medio de esta letanía interminable, o como si repitiendo una y otra vez la admonición, se fuese purificando gradualmente, como monje tibetano con cada vuelta de su carraca.
En aquella cueva estaban las oquedades donde se dice que San Juan reposó la cabeza y apoyó la mano en tan trascendentales momentos, claramente bordeadas de sendos repujados de plata, muy del gusto ortodoxo, semejando iconos cóncavos y misteriosos.
También se veía en el techo un pliegue que, al decir del monje, fue abierto por un rayo de luz infinitamente más penetrante y duradero que los flashes instantáneos de los miles de turistas; la luz que iluminó al profeta el último de los libros. El que fuese un simple pliegue que ahora no permitiría pasar luz alguna, no parecía plantear problema alguno de fe a los fieles, pues es bien sabido que, tanto la inspiración divina, como la mecánica cuántica de Einstein, hace que rayos de luz, átomos o fotones puedan pasar por sitios inverosímiles.
Estaba sentado en la popa del barco, mientras el capitán ponía rumbo a Atenas. La nave maniobraba lenta pero majestuosamente, dejando en el agua unas preciosas turbulencias de color turquesa, que resaltaban sobre el fondo azul marino, oscuro y quieto de la bahía en la que habíamos anclado. El monasterio dominaba la colina y la zona, a media altura, donde se adivinaba la famosa cueva. Estaba atardeciendo sobre la isla y el sol se filtraba, a través de unas solitarias nubes que parecían haberse colocado allí, a modo de decorado de un escenario teatral, arrojando un nítido haz de rayos sobre el venerado lugar. Fue en ese instante, cuando se desencadenó una rápida e involuntaria sucesión de imágenes, el relámpago descrito por los que dicen haberse encontrado alguna vez en trance inminente de muerte. Vi muchas escenas sobre el término de las cosas y enlaces y conexiones entre ellas y la actualidad.
Si hubiese sido religioso, posiblemente lo hubiese llamado trance o revelación. Pero un aprendiz de escritor solo puede declarar haber recibido el influjo, eso sí, siempre misterioso, de la inspiración o de las musas. Duró una tarde y una noche y fue febril, disparatado y sorprendente.
Este cuento salió de esta visión y no pretende suplantar, denigrar, ridiculizar o tergiversar las verdades reveladas a los creyentes, ni los misterios aún por revelar.
La llegada de la noche encrespaba al mar y las olas mostraban rizos blancos, que al romperse subían hasta la borda, nube perlada de sal que impregnaba el rostro. Bajé al camarote y busqué en la mesilla una Biblia, de las que siempre suelen dejar algunos grupos religiosos en las habitaciones de los alojamientos de turistas. Sin poder evitarlo, me puse a repasar el Apocalipsis de San Juan, allá por donde el capricho fue abriendo las páginas.
Mientras hojeaba con cierto desorden, intentando buscar no sabía qué, recordé la oquedad donde dicen que San Juan tuvo reposada su cabeza en el momento de la revelación; obligaba a una posición supina e incómoda. El Apocalipsis quedó abierto por donde se revela su número más famoso y temible:
(Apocalipsis 12, 11. La segunda bestia, Ap. 12,18. Aquí está el saber. Quien tiene inteligencia, calcule el número de la bestia, que su número es de un hombre, y el número de la bestia, seiscientos sesenta y seis).
En junio del año 66, hubo, efectivamente, mucha gente que creyó llegado el fin del mundo. Como los hubo al final del primer milenio y en muchas otras fechas que resultaron fallidas.
Volví a Einstein, quien parece que en algún momento manifestó que “Dios no juega a los dados con el Universo”. Si Dios no lo hacía, el demonio, por el contrario, solía ser, de ordinario, juguetón y tramposillo. ¿Y si el demonio le hubiese jugado una pasada de tahúr de bingo a San Juan y le hubiese dado la vuelta a los números, justo en el momento en que el ángel se los presentó sobre el fondo de la cueva? ¿ Y si le hubiese presentado el 999 y San Juan, en esa incómoda posición lo hubiese interpretado erróneamente? Precisamente, el seis y el nueve solo se diferencian en las bolas de la lotería con un punto. ¿Estaríamos, en ese caso, ante el próximo mes de septiembre del año 99?
Además, el 666, está a mitad de camino del 333, que es el tercio de un millar y el 999, que es la práctica totalidad del millar. El tercio y el millar son cantidades muy apocalípticas. El 999 incluso preocupa grandemente a los especialistas en informática, que temían un probable desmoronamiento de la torre de Babel hacia el final del milenio, como si de falsos predicadores se tratase. Bancos, empresas, instituciones comenzaban a gastar millones de veces más dinero en resolver el problema técnico del fin del segundo milenio que todo el que se invirtió en limosnas y caridades al final del primer milenio, cuando también hubo falsas predicciones sobre el fin del mundo.
Hojeando el Apocalipsis aparecieron porcentajes en los primeros anuncios de destrucción de los ángeles que tocaban las trompetas. Eran todos de un tercio:
Apocalipsis, 8,7-12
Visión de las trompetas
Las cuatro primeras trompetas.
7. Tocó, pues, el primer ángel la trompeta; y fuego, mezclados con sangre, y descargó sobre la tierra, con lo que la tercera parte de la tierra se abrasó, y con ella se quemó la tercera parte de los árboles, y toda la tierra verde.
Andaba Greenpeace por aquel entonces diciendo que ya se habían destruido más de la mitad de los bosques y selvas del planeta. Los desiertos avanzaban de forma terrorífica. La lluvia ácida había destruido ya un tercio de los bosques de Europa.
“Los bosques del planeta se han reducido en un 55% de su extensión original”. “Cada año, se destruye una superficie de bosques equivalente al 1% del total de los bosques del planeta” Edward O. Wilson. “La biodiversidad, amenazada” Revista Investigación y Ciencia. Noviembre de 1989.
“La tercera parte del mantillo productivo de los EE.UU. se ha perdido para siempre”. Wilson Clark. “Energy for Survival” Garden City. New York Double Day. Anchor Books 1975.
“La salinización de las tierras por sobreirrigación, supera el 30% de las tierras de regadío en los EE.UU.” J. W. Mauritius La Rivìere. “Los recursos hídricos, amenazados” Revista Investigación y Ciencia. Noviembre de 1989.
“Hoy los bosques cubren más de la cuarta parte de las tierras emergidas, excluyendo la Antártida y Groenlandia. La mitad de los bosques están en los trópicos; y el resto en zonas templadas y boreales. Siete países albergan más del 60% de la superficie forestal mundial: Rusia, Brasil, Canadá, Estados Unidos, China Indonesia y Congo. La mitad de los bosques que una vez cubrieron la Tierra han desaparecido, y lo que es más importante, en términos de biodiversidad, cerca del 78 por ciento de los bosques primarios han sido ya destruidos y el 22% restante están amenazados por la conversión a otros usos como la agricultura y la ganadería, la especulación, la minería, los grandes embalses, la extracción de madera, las carreteras y pistas forestales, el crecimiento demográfico y el cambio climático. Un total de 76 países han perdido ya todos sus bosques primarios, y otros once pueden perderlos en los próximos años…
…Por lo menos 5 millones de Km2 de bosques tropicales han sido talados entre 1960 y 1995, una superficie equivalente a diez veces España. Asia perdió un tercio de su superficie forestal y África y América Latina perdieron el 18 por ciento cada una. Durante la primera mitad de los años noventa, estas regiones continuaron perdiendo porciones significativas de su cobertura forestal. Más de la mitad (el 57 por ciento) de la pérdida neta de bosques entre 1980 y 1995 tuvo lugar en sólo siete países: Brasil, Indonesia, Congo, Bolivia, México, Venezuela y Malaisia…
….Al terminar el siglo XX hay una pérdida neta anual de 11,3 millones de hectáreas de bosques, según la FAO, qu8e se destinan a otros usos. Entre 1990 y 1995, por lo menos 107 países registraron una pérdida neta de superficie forestal, según el Worldwatch Institute. En el mismo periodo el área foresta se redujo en 56 millones de hectáreas, resultando de una pérdida de 65 millones de hectáreas en los países en desarrollo y una aumento de 9 millones de hectáreas en los países industrializados.
“Historia de los bosques” (A Forest Journey). John Perlin. Gaia. Proyecto 2050. 1ª Ed. 1999. Páginas 481 a 483”
Parece que el primer ángel ya había pasado con largueza y que los hombres no se habían dado cuenta. O que no les importaba. Una ligera inquietud me revolvió en mi camarote sin ojo de buey; no sabía bien si debido a las imágenes que venían a mi mente o al bamboleo al que sometía al crucero un mar crecientemente agitado. Empezaba a ver que lo de San Juan, que en tiempos debió asustar a muchos, no era una predicción más o menos irrisoria, sino un hecho consumado. Pero la Humanidad parecía haber ignorado olímpicamente (por esas tierras del Olimpo navegaba) al ángel trompetista y haber digerido sin espanto la profecía cumplida. Seguí leyendo con creciente avidez:
Apocalipsis 8, 8. El segundo ángel tocó también la trompeta, y se vio caer en el mar como un grande monte todo de fuego, y la tercera parte del mar se convirtió en sangre.
9. Y murió la tercera parte de las criaturas que vivían en el mar, y pereció la tercera parte de las naves.
Navegaba por el Mediterráneo, que ya había sobrepasado el tercio del agotamiento por contaminación, con multitud de naves hundidas, contaminando cada vez más y más. Imaginé los superpetroleros y plataformas marinas hundiéndose en el mar y dejando manchas horrorosas, fiel imagen de los montes de fuego en el mar. La guerra de los petroleros en el Golfo o los vertidos al mar del petróleo de Kuwait, escenas literalmente apocalípticas.
“Más del 60% e las especies marinas están sobreexplotadas (bacalao, atún, gamba, mero y besugo, entre otras)” Chris Newton, Jefe del Servicio de Información Pesquera. Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
“La actual flota pesquera mundial tiene un tamaño 2,5 veces superior a lo que los océanos pueden soportar de manera sostenible, lo que significa que los seres humanos extraemos mucha más pesca que la que ofrece la tasa de reemplazo. Como resultado de lo anterior:
El 52% de las pesquerías mundiales están completamente explotadas y el 24% sobreexplotadas, agotadas o en recuperación del agotamiento.
Siete de las diez principales pesquerías marinas, que representan el 30% de todas las capturas, están completamente explotadas o sobreexplotadas.
El 90% de todos los grandes peces de los océanos ya ha sido capturado.
Algunas poblaciones importantes de especies marinas comerciales han sido diezmadas hasta el punto de estar en peligro de extinción
A menos que la situación actual mejore, se cree que las reservas de todas las especies que hoy se pescan para alimentación, pueden haberse agotado hacia 2048
World Wildlife Fund (WWF)
http://www.panda.org/about_our_earth/blue_planet/problems/problems_fishing/”
La inquietud de sentir la primera trompeta sobrepasada se convirtió en un pequeño escalofrío. Pasó el segundo ángel y los hombres tampoco lo vieron. O digamos más bien, que no lo quisimos ver. Pasé a la tercera trompeta con cierto resquemor. ¿Cómo era posible que nadie hubiese mirado con estos ojos?
Apocalipsis 8, 10. Y el tercer ángel tocó la trompeta; y cayó del cielo una grande estrella, ardiendo como una tea, y vino a caer en la tercera parte de los ríos y en los manantiales de las aguas.
11. Y el nombre de la estrella es Ajenjo, y así la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, con lo que muchos hombres murieron a causa de las aguas, porque se hicieron amargas.
¿Y qué decir de los ríos y manantiales?
“1.200 millones de seres humanos, sin garantía de acceso al agua. Su falta produce el 80% de las enfermedades humanas”. Conferencia Mundial del Agua de 1994 ” La actividad humana consume en la actualidad 3.600 Km. cúbicos de agua dulce de los 9.000 Km. cúbicos accesibles a los seres humanos” Ibid.
Por otro lado, la construcción de más de 40.000 grandes presas a lo largo del siglo XX ha generado una reducción drástica de las pesquerías fluviales, llevando a la extinción de muchas especies de peces y moluscos. Esta quiebra biológica es hoy una de las claves de la crisis alimentaria para millones de seres humanos en multitud de comunidades que tenían en la pesca fluvial su base de provisión de proteínas.
Pedro Arrojo Agudo Dpto. de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza. IV Encuentro de Políticas de la Tierra. Salamanca. 2005
Naciones Unidas estima que la cantidad de aguas residuales que se producen anualmente es de unos 1.500 Km3, unas seis veces más agua que la que existe en todos los ríos del mundo United Nations World Water Assessment Program (2003)
http://www.pacinst.org/reports/water_quality/water_quality_facts_and_stats.pdf
Todos los grandes ríos de Europa están biológicamente muertos. El tercer ángel arroja cuatrocientas Hiroshimas cada año sobre la infancia del planeta y nadie lo quiere ver. Palestina, la Tierra Prometida, se muere de sed. Los vertidos industriales y las lluvias ácidas convierten las aguas de ríos y manantiales en Ajenjo, pero no nos damos cuenta. Ha pasado el tercer ángel de la destrucción y nadie se ha dado por aludido. Empezaba a tener algo de miedo de pasar al cuatro ángel tocando su trompeta. El barco se movía cada vez más y mi estómago reivindicaba una pausa en la lectura. Subí a cubierta a tomar algo de aire fresco. Comenzaba a tener ganas de vomitar. Me asomé a la borda, hermanado con otro pasajero en circunstancias similares, para prevenir manchar el suelo, con un malestar que mi agnosticismo achacó principalmente al efecto de la mar gruesa. El crucero ya navegaba en alta mar y la espuma que levantaba la quilla rompiendo olas cada vez más altas, junto con la que el viento traía, me dejaban un regusto salino en los labios y sensación de refresco en el rostro. A pesar de ser noche cerrada, las luces del barco se proyectaban sobre el mar hasta varias decenas de metros. Fue cuando comencé a ver plásticos flotando a tres horas de navegación de Patmos. Decidí que eran una invitación a seguir leyendo el libro que cierra los libros al camarote-sentina.
Apocalipsis 8, 12. Después tocó la trompeta el cuarto ángel, y quedó herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, de tal manera que se obscurecieron en su tercera parte, y así quedó privado el día de la tercera parte de su luz, y lo mismo la noche.
Pensé inmediatamente que también había pasado el cuarto ángel, echando un tupido velo de polvo cancerígeno sobre las ciudades industriales del planeta, las grandes rameras de este Apocalipsis industrial y tecnológico y que seguimos danzando frenéticamente, sin prestar atención. Ya ha desaparecido bastante más del tercio de la luz del sol, la luna y las estrellas, debido a la contaminación del aire. Recordé mi infancia feliz en las noches de agosto, tumbado sobre los montones de paja, señalando con mis primos la Vía Láctea, cuajada de estrellas de densidad superior a las de los brillantes y multitudinarios restos de estrellas y planetas. Recordé que hoy miro desde mi casa y apenas veo la Osa Mayor, muy desdibujada y con ella puedo rastrear con dificultad la estrella Polar . Junto con Marte y a veces Venus, eso es todo, aparte de ver algunos satélites artificiales orbitar en las primeras horas de la noche, junto a la Estación Espacial Internacional, que los tecnócratas dicen con orgullo es la “segunda estrella más brillante del cielo” sobrepasando a Venus, una vez instalado el cuarto módulo.
Apenas un 1% de los 560 millones de habitantes de ciudades en China respira aire que se pueda considerar seguro por los estándares de la Unión Europea, según un estudio del Banco Mundial. La contaminación del aire es particularmente mala en las áreas dañadas del nordeste de China. Un estudio llevado a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que la cantidad de partículas suspendidas en el aire en el nordeste de China es unas 20 veces superior a los uqe la OMS considera niveles seguros.
http://factsanddetails.com/china.php?itemid=392
Curioso mundo, pensé, este que mediante el desarrollo oscurece sus cielos y que con el desarrollo lanza satélites para observar lo que ha ensuciado. Curioso mundo éste que vela la visión de las estrellas y luego lanza estrellas artificiales para que brillen más que las que el cielo nos puso para disfrutarlas. Ello me animó a leer tembloroso ya, el anuncio de la trompeta del quinto ángel.
Tocó la quinta trompeta:
Apocalipsis, 9,
La quinta trompeta. La primera amenaza. 9,1. El quinto ángel tocó la trompeta; y vi una estrella del cielo caída en la tierra, y diósele la llave del pozo del abismo.
2. Y abrió el pozo del abismo; y subió del pozo un humo semejante al de un grande horno; y con el humo de este horno quedaron obscurecidos el sol y el aire.
3. Y del humo del pozo salieron langostas sobre la tierra, y dióseles poder semejante al que tienen los escorpiones sobre la tierra.
Estos párrafos me devolvieron de nuevo al enigmático y travieso Einstein (¡otra vez Einstein, figura recurrente en lo tocante al Apocalipsis!), a quien se le dio la llave del pozo del abismo (E = M*C2), del que desde entonces, han surgido más de dos mil humos semejantes a los de grandes hornos, en forma de explosiones atómicas, que oscurecen el sol y el aire, el último de los cuales ha crujido bajo las entrañas de la tierra en Corea del Norte. Además, esas fuerzas mantienen un par de decenal de miles de ingenios capaces de seguir provocando esos humos en forma de hongo. Forma literaria de describir el mundo nuclear, nada original por otra parte, pues ya muchos autores de ciencia-ficción, habían creído ver, cohetes modernos y bombas atómicas en otros pasajes de la Biblia.
Armas nucleares: un repaso de la historia nuclear.
http://www.youtube.com/watch?v=gJe7fY-yowk
Se podía casi concluir, a estas alturas, que en la civilización actual, todo es interpretable con pasajes apocalípticos, tan terrible está siendo. Por ejemplo:
Apocalipsis 9,4. Y se les mandó no hiciesen daño a la hierba de la tierra, ni a cosa verde, ni a ningún árbol; sino solamente a los hombres que no tienen la señal de Dios en sus frentes.
¿Bombas de neutrones, que atacan solo a las personas? ¿Bombas genéticas, que atacan solo a determinadas razas? ¿Cómo es posible que asistamos impotentes al espectáculo de científicos trabajando en estas aberraciones? ¿Qué se busca con el espectacular desarrollo de los drones o aviones sin piloto dentro (sí los tienen fuera, a salvo a miles de kilómetros) y los “asesinatos selectivos” que aseguran pueden llevar a cabo desde los aires? ¿Es un ángel, el quinto, o es un demonio? ¿No se llamó ángel de la muerte a Menguele?
Apocalipsis 9,5. Y se les encargó que no los matasen, sino que los atormentasen por cinco meses; y el tormento que causan es como el que causa el escorpión cuando hiere a un hombre.
6 En aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos.
.
Las picaduras de los Tomahawk sobre el pueblo iraquí; el tormento de la destrucción sistemática, que es peor que la muerte; los sarpullidos, las úlceras y las llagas que no se cierran de las víctimas de Hiroshima; los hijos deformes de las parejas vietnamitas; el síndrome de los soldados americanos en Irak. El aumento incesante de los terroristas suicidas. El quinto ángel se las trae. Y seguimos sin querer verle.
Apocalipsis 9,7. Y las figuras de las langostas se parecían a caballos aparejados para la batalla, y sobre sus cabezas como coronas al parecer de oro, y sus caras así como caras de hombres.
8. Y tenían cabellos como cabellos de mujeres, y sus dientes como dientes de leones.
9. Vestían también lorigas como lorigas de hierro, y el ruido de sus alas como el estruendo de los carros tirados de muchos caballos que van corriendo al combate.
10. Tenían asimismo colas parecidas a las de los escorpiones y en las colas aguijones, con potestad de hacer daño a los hombres por cinco meses;
Las modernas fuerzas aéreas, en sus pilotos con sus cascos – como coronas, al parecer de oro -, en sus aviones con herrajes como lorigas de hierro, aviones como langostas, plaga que clava sus aguijones de escorpión y baten sus alas con ruido, como estruendo de muchos caballos que van corriendo al combate. Perfecta descripción de la Quinta, Sexta o la Séptima Flota, con toda su parafernalia de misiles, aviones, cohetes y bombas. ¿Ángeles o demonios?
Salto aquí en pleno frenesí lector, a la primera bestia del Apocalipsis:
Apocalipsis 12,
La primera bestia, 18. Y apostóse sobre la arena del mar.
13,1. Y vi una bestia que subía del mar, la cual tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre los cuernos diez diademas, y sobre las cabezas, nombres de blasfemia.
Submarinos y portaaviones, de esos que transportan misiles, con cabezas nucleares y bombas de todo tipo, en las que no necesariamente coinciden los cuernos y las cabezas, si se trata de cohetes, algunos de ellos con ojivas múltiples y de bombas sobre las que los marines y aviadores escriben nombres, generalmente procaces, según una estúpida costumbre de la guerra moderna.
El aire en el camarote empezaba a ser irrespirable. Las imágenes que cruzaban por mi mente a toda velocidad, evocaban los augurios del quinto trompetista. El crujido del barco con el temporal mediterráneo (¡quien dijo que éste es siempre un mar tranquilo?), los vaivenes ya considerables y el concierto de las cinco primeras trompetas me invitaron a la lectura de la sexta, la del ángel que anuncia el exterminio de un tercio de los hombres:
Apocalipsis 9,11 Sobre ellos tienen como rey al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión.
12 El primer ay pasó; pero vienen aún dos ayes después de esto.
En aquel convulso viaje en crucero de agosto de 1999, había vivido ya el primer ¡ay! en la guerra entre Irak e Irán, que comenzó en septiembre de 1980 e incluso el bombardeo de la central nuclear iraquí por parte de Israel. También había sucedido ya la segunda guerra de los llamados aliados contra Irak, como consecuencia de la invasión de Kuwait, en agosto de 1990. Mesopotamia es lugar de antiguas culturas y tradiciones y aunque todo el mundo puede sufrir guerras y destrucción y de hecho las sufre, éste podría ser también el escenario del primero de los dos ayes que vinieron después. Pero ¿y el segundo ¡ay!? El 20 de marzo de 2003 llegó una posible respuesta al segundo ¡ay! con la llamada Segunda guerra del Golfo. La hora de la sexta trompeta:
Apocalipsis, 9,13-21
La sexta trompeta. La segunda amenaza.
13. Tocó, pues, el sexto ángel la trompeta y oí una voz de los cuatro cuernos del altar de oro que está ante los ojos del Señor.
Si el televisor es el altar de oro del hombre moderno, los cuatro cuernos las antenas y la trompeta la CNN y similares, ya tenemos el escenario apocalíptico perfecto: la madre de todas las batallas, a la que dio nombre la más señalada de sus víctimas, Sadam Hussein. La voz relato continuado (24 horas al día y sin verlo, sin querer verlo) de las muertes humanas.
Apocalipsis, 9,14. La cual decía al sexto ángel, que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados en el grande río Eúfrates.
Esto es, el lugar de comienzo, Irak. Ahí empezó la historia; ahí se inventó la escritura. Es el alfa de la historia y de la cultura. ¿Será también el omega? Nunca antes tantos seres humanos habían sido conscientes de que sus gobiernos y dirigentes se embarcaban en guerras de exterminio contra un pueblo y exclusivamente por sus recursos, por el petróleo y gas de la región. Devuelto el pueblo iraquí a la edad de Piedra y aislado y acosado el pueblo iraní, otros grandes poderes comienzan a dar signos de inquietud por el despojo que Occidente lleva a cabo en la zona. China quedaría semihundida, porque se quedaría de golpe sin el 33% todo el consumo de su país, que es vital para el transporte (el 95% del transporte Mundial es con petróleo). No parece que los chinos se lo pudieran permitir y ya han dicho claramente que si se ataca a Irán ellos se ponen del lado de Irán y entran en la 3ª Guerra Mundial. Y seguimos mirando para otro lado. Ver General chino amenaza con “la Tercera Guerra Mundial” para proteger a Irán
Apocalipsis, 9,15. Fueron, pues, desatados los cuatro ángeles, los cuales estaban prontos para la hora, el día, el mes y el año en que debían matar la tercera parte de los hombres.
16. Y el número de las tropas de a caballo era de doscientos millones. Yo oí el número de ellas.
Ese es un número posible para militarizar, en una guerra verdaderamente mundial, en un planeta con más de siete mil millones de seres, aunque cuando San Juan lo escribió careciese de sentido, pues no había más de cien millones de seres en toda la Tierra. A las divisiones acorazadas se las sigue llamando hoy caballería, en muchos ejércitos.
Apocalipsis, 9,17. Así vi también en la visión los caballos y sus jinetes, que vestían corazas de fuego, y de color de jacinto y de azufre, y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de sus bocas salía fuego, humo y azufre.
Apocalipsis, 9,18. Y por estos tres azotes fue muerta la tercera parte de los hombres; el fuego, el humo y el azufre que salían de sus bocas.
19. Porque la fuerza de los caballos está en su boca y en sus colas; pues sus colas son semejantes a serpientes, y tienen cabezas, y con éstas hieren.
Terrorífica y muy precisa descripción de la guerra moderna: fuego sale de las colas de cohetes y misiles. Tienen la fuerza -de propulsión- en la cola y la fuerza -de explosión- en la boca y en la cabeza, con las que hieren a los hombres. Portan humo y fuego y azufre. San Juan tiene un trance verdaderamente profético.
Con todo, la más deslumbrante y terrible profecía, la más real, la que verdaderamente cuenta y la que debe estremecer por su acierto tremendo, es la que describe la indiferencia, la tremenda indiferencia de los seres humanos que no son directamente afectados por este primer ¡Ay! o por los dos ayes siguientes, eso si no los jalean y justifican directamente. Uno ve la guerra del Golfo por televisión, como si de una serie se tratase y mientras millones de seres humanos están golpeados por el sexto ángel, el resto no dejan de adorar al dios consumo, que exige víctimas inocentes para seguir satisfaciendo su insaciable apetito. Y siguen haciendo frenéticas compras y quejándose de que no pueden crecer más.
Nadie se arrepiente de los homicidios que tenga que provocar su gobierno o su ejército, ni de los robos que haya que perpetrar de materias primas y riquezas minerales, si es para conseguirlas y sacrificarlas a sus dioses menores: el automóvil-totem, las luces vacuas de Navidad, la calefacción a todo trapo, los brillantes bienes inútiles. Siguieron con las obras de sus manos, perpetrando hechicerías biológicas, genéticas y de cualquier tipo y consagrándolas al gran becerro de oro de la producción incesantemente creciente, al rendimiento y a la competitividad.
Apocalipsis, 9,20. Entre tanto los demás hombres, que no parecieron esas plagas, no por eso hicieron penitencia de las obras de sus manos, dejando de adorar a los demonios y a las estatuas de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que ni pueden ver, ni oír, ni andar.
Apocalipsis, 9,21. Ni tampoco se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus robos.
Los efectos de la sociedad industrial parecen abonar más fácilmente la imaginación catastrofista y en vez de pensar solo en terremotos, que sigue habiéndolos, los expertos relatan muchas otras catástrofes naturales, como la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento y fusión gradual de los polos, por causa del efecto invernadero y la desaparición de islas enteras de la faz de la tierra, como consecuencia de la subida del nivel de los mares y cambios de corrientes marinas, de consecuencias permanentes y devastadoras.
Si los ángeles con sus trompetas anunciaban y cumplían destrucciones de un tercio (el complemento del 666, o dos tercios) y la apertura de los sellos y la llegada de los jinetes anunciaba aflicciones, dolor y muerte sin especificar mucho las cantidades, los siete cálices que San Juan relata posteriormente en el Apocalipsis, anunciaban el acaecimiento de todos los males y daños. Anunciaban y cumplían la destrucción de la práctica totalidad. En realidad, si jugamos al tercio (333) a los dos tercios (666) o a los tres tercios (999), aún si fuesen muertas 999 de cada mil personas, todavía quedarían sobre la faz de la tierra unos 70 millones de personas, de la misma forma que los números economicistas de los testigos de Jehová entienden que se salvarán 144.000 elegidos, porque sencillamente el Apocalipsis declara que serán salvados doce mil personas de cada tribu).
Pero aquí se trataba no de enredarse con los números exactos de los supuestamente elegidos ni con las fechas del fin del mundo con precisión de horas o minutos (viejo vicio en los falsos debates proféticos), sino de la pasmosa clarividencia, en lo general de la visión de Juan con el mundo que iba a ser dos mil años después de su éxtasis.
Entré con este convencimiento en la dolorosa lectura del derramamiento de los siete cálices, por los siete ángeles y la terrible y prácticamente completa destrucción que provocaron:
Apocalipsis 15,
Los siete cálices
Preparación de las plagas. 15.
1. Vi también en el cielo, otro prodigio grande y admirable, siete ángeles que tenían las siete plagas que son las postreras, porque en ellas será colmada la ira de Dios.
Se derrama el contenido de las copas.
16,1. En esto oí una voz grande del templo que decía a los siete ángeles: Id, y derramad las siete copas de la ira de Dios en la tierra.
2. Partió, pues, el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y se formó una úlcera cruel y maligna en los hombres que tenían las marca de la bestia, y en los que adoraron su imagen.
3. El segundo ángel derramó su copa en el mar, y quedó convertido en sangre como de muerto, y todo animal viviente en el mar murió.
4. El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y sobre los manantiales de aguas, y se convirtieron en sangre
8. El cuarto ángel derramó su copa en el sol, y diósele fuerza para afligir a los hombres con ardor y con fuego
Apocalipsis 16,9. Y los hombres abrasáronse con grandes ardores, en vez de hacer penitencia para darle gloria, y blasfemaron en nombre de Dios, quien tiene poder sobre estas plagas.
Es sorprendente lo recurrente que puede ser San Juan manifestando que ni siquiera cuando les cae la destrucción cuasi total, los hombres se arrepienten. Por el contrario, siguen blasfemando, esto es, consumiendo, quemando, arrasando, talando y contaminando todo lo que pueden. No puede haber imagen más fiel de nuestro tiempo.
Apocalipsis 16,10. El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y quedó su reino lleno de tinieblas, y se despedazaban sus lenguas en el exceso de su dolor.
11. Y blasfemaron del Dios del cielo por causa de sus dolores y llagas, más no se arrepintieron de sus obras.
Sigue la falta de con(s)ciencia y absoluta falta de arrepentimiento por los errores cometidos….¡espeluznante!.
Apocalipsis 16,12. El sexto ángel derramó su copa en el gran río Eúfrates, y secó sus aguas a fin de abrir camino a los reyes que habían de venir del oriente.
Dicen que Sadam ordenó, en la guerra con Irán, desviar y secar el cauce de los grandes ríos Tigris y Eúfrates en su confluencia, para así evitar las filtraciones de comandos iraníes y al mismo tiempo machacar a la población autóctona de la zona pantanosa, que vive en ese humedal, mayoritariamente chiíta y poder someterlos y controlarlos con mayor eficacia. Eso fue en el sitio que la tradición describe como el Paraíso Terrenal. De allí fue expulsado el hombre, según el Génesis, por querer ser como Dios.
Apocalipsis 16,13. Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos en figura de ranas.
14. Porque éstos son espíritus de demonios que hacen prodigios, y van a los reyes de toda la tierra con el fin de coligarlos en batalla para el día grande del Dios todopoderoso.
15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.
16 Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17. El séptimo ángel derramó su copa por el aire, y salió una voz grande del templo por la parte del trono, que decía: Esto es hecho.
Es curioso que además de que el conflicto final tenga lugar en el escenario de la Mesopotamia y que los reyes de toda la tierra, esos que buscan petróleo debajo de la tierra con desesperación, para poder mantener la sociedad infernal que han creado, que solo puede vivir consumiendo cada vez más petróleo, sean también los mencionados como coaligados por los espíritus de demonios (¡ellos se llaman así mismo los aliados!).
Apocalipsis 16,19. Y la ciudad grande se rompió en tres partes, y las ciudades de las naciones se arruinaron, y de la gran Babilonia se hizo memoria delante de Dios, para darle la copa del vino de la indignación de su cólera.
Y fue él último ángel, antes del séptimo, que dio por concluida la destrucción y partió en tres la ciudad de Babilonia, símbolo de ciudad que Sadam Hussein intentó durante años reconstruir, para sacarla de las múltiples maldiciones consecutivas y encadenadas, sin conseguirlo. Babilonias son todas las ciudades modernas y arrogantes que el mundo ha visto.
Que las naciones del mundo se arruinaron está también puesta al día, pero no parece que estemos muy lejos, como se verá más adelante, por causa, precisamente, de sus ambiciones en el área. Unos párrafos más y se llega a unas prodigiosas visiones, en la caída de Babilonia, denominada la gran ramera.
Apocalipsis 17,
Caída de Babilonia
La gran ramera
La imagen, 17.1. Vino entonces uno de los siete ángeles, que tenían las siete copas, y habló conmigo, diciendo: Ven, te mostraré la condenación de la gran ramera, que tiene su asiento al borde de muchas aguas.
2. Con la cual se amancebaron los reyes de la tierra, y con el vino de su torpeza están emborrachados todos los que habitan la tierra.
Sociedad industrial, emborrachada con el vino del petróleo, torpeza suprema de los que se creían listos y avanzados. Gran ramera, desde luego, pagada de sí misma.
Apocalipsis 17,3. Y me arrebató en espíritu al desierto. Y vi a una mujer sentada sobre una bestia bermeja, llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.
17,5. Y en la frente tenía escrito este nombre: Misterio, Babilonia la grande, madre de las fornicaciones y abominaciones de la tierra.
De las fornicaciones y abominaciones de la tierra puede dar fe el penoso estado de la misma y la falta de sensibilidad de la sociedad que la fornica: la sociedad industrial, exclusivamente preocupada por su propio crecimiento cancerígeno, aunque para ello tenga que esquilmar a la propia madre (se llama madre tierra, en muchas culturas sabias, aunque no sean industriales).
Apocalipsis 17
Interpretación de la imagen. 7. Y me dijo el ángel: ¿De qué te maravillas? Yo te diré el misterio de la mujer y de la bestia de siete cabezas y diez cuernos en que va montada.
9. ¡Aquí una inteligencia que tenga sabiduría! Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales la mujer tiene su asiento, y también son siete reyes.
Susto, espanto y estupefacción hay que sentir, ante el descubrimiento de la gran ramera del Apocalipsis. Pues que esa bestia tenía siete cabezas, que dice son siete reyes. Esto huele a G7 que apesta, pero predicho dos mil años antes. ¡Los siete dirigentes del capitalismo y la industrialización mundial!
Apocalipsis 17,10. Cinco cayeron, uno existe y el otro no ha venido aún, y cuando venga, debe durar poco tiempo.
Apocalipsis 17,11. La bestia que era y no es, esa misma es la octava, y es de los siete y va a fenecer.
Japón ha caído recientemente, sobre todo después de Fukushima. Quedan otros cuatro por caer: Italia, Alemania, Francia y Reino Unido. Este último, más en el lado de Estados Unidos que en el de Europa o de la Unión Europea, se asemeja bastante al que no ha venido aún y cuando venga durará poco tiempo. Los países europeos del sur ni cuentan. El octavo rey, instalado sobre el octavo monte, la bestia que era y no es, suena mucho a Rusia, el último añadido postizo. San Juan aquí pareciera predecir para la CIA, porque le augura el fenecimiento. Ya la llamaban bestia los integristas católicos y mira por donde, es bestia desde que dejó de ser comunista y mendiga el octavo puesto del capitalismo mundial. La madre de todas las batallas puede suceder, en cuanto se enfrenten al gigante estadounidense, aliado con los cinco solo de forma circunstancial en la abundancia, mientras el despojo del mundo de todavía para los dos grandes grupos, pero enemigo a muerte en los tiempos de escasez que se avecinan; quizá el que existe son los EE.UU., el único imperio en la actualidad.
Apocalipsis 18,
Vaticinio sobre Babilonia
Primera voz. 18.
2. Y exclamó con voz potente, diciendo: Cayó, cayó Babilonia la grande, y se hizo morada de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de todas las aves asquerosas y abominables.
3. Por cuanto todas las naciones bebieron el vino irritante de su fornicación, y los reyes de la tierra fornicaron con ella, y los mercaderes de la tierra se hicieron ricos con su considerable lujo.
Segunda voz. 4. Y oí otra voz del cielo que decía: Pueblo mío, escapad de ella, para no ser participantes de sus pecados, ni quedar heridos de sus plagas.
8. Por eso en un día sobrevendrán sus plagas, mortandad, llanto y hambre y será abrasada del fuego; porque poderoso es el Dios que ha de juzgarla.
9. Y llorarán y harán duelo sobre ella los reyes de la tierra que con ella fornicaron y se deleitaron, cuando vean el humo de su incendio.
11. Y los negociantes de la tierra prorrumpirán en llantos y lamentos sobre ella, porque nadie comprará ya sus mercaderías.
Tercera voz y destrucción simbólica de Babilonia. 21 Aquí un ángel robusto alzó una piedra, como una gran rueda de molino, y arrojóla en el mar, diciendo: Con tal ímpetu será precipitada Babilonia, la ciudad grande, y ya no aparecerá más.
23. Ni luz de antorcha te alumbrará en adelante; ni volverá a oírse en ti voz de esposo y esposa, en vista de que tus mercaderes eran los magnates de la tierra, y de que con tus hechizos anduvieron desatinadas todas las gentes.
En este punto, el mareo era total y no acertaba a discernir si era producto del violento movimiento del barco o de mi febril imaginación, ya disparada a altas horas de la noche. la sociedad industrial y capitalista. Las aguas sobre las que la gran ramera está sentada son pueblos y naciones y lenguas y la gran ramera tiene poderío sobre los reyes de la tierra. Algunos de los vaticinios que seguían en el libro sagrado así parecían indicarlo: mercaderes de la tierra que se hicieron ricos con su considerable lujo; comerciantes de la tierra llorando estos días porque nadie compra sus mercaderías y otros versículos de semejante, aunque algo más oscura interpretación.
Las noticias de los periódicos y televisiones sobre la crisis financiera mundial, con sus conocidos y no conocidos magnates (mandantes sirve igual), haciéndose asquerosamente ricos, con sus considerables lujos (y lo que es peor, la inmensa mayoría de los demás seres humanos deseando ser ellos y poniéndolos como modelos), deleitándose con el humo de sus propios incendios; los empresarios, solo preocupados porque nadie compra sus mercaderías, empujando a sus trabajadores al abismo para reducir costes, desesperados unos por su caída al abismo y los otros, quemando todo lo que hiciese falta, para no perder poder ni riqueza.
Desperté de la pesadilla de aquel crucero de 1999 por el Egeo y me encontré a finales 2012, con una más de las falsas profecías incumplidas, la de los mayas. La gente reía nerviosa unos días antes y con gran jolgorio el día después, porque no había sido cierto el fin del mundo según los mayas. Los gobernantes seguían haciendo lo mismo que siempre. Y todos seguíamos negando el fin del mundo, con la misma convicción que negábamos el fin del crecimiento infinito, que los gobernantes volvían a prometer por enésima vez que estaba a un años vista, como al burro se le pone la zanahoria delante de las narices con un palo y una cuerda, para que arree y nunca llega a alcanzarla, porque va de la mano del que lleva el carro.
Pensé que quizá fuese nuestro destino terminar con los siete cálices vertidos sobre nuestras cabezas, ya que las siete trompetas habían sonado en balde y sin despertar ningún ánimo de cambio. Quizá sea nuestro destino tropezar una y otra vez en la misma piedra. Animal que se presume racional para distinguirse de los irracionales, pero que actúa más como una levadura en el mosto, que se multiplica y crece exponencialmente mientras tiene alimento, hasta que muere masivamente en un baño de alcohol, ya sin nutriente alguno, que como ser pensante capaz de reaccionar a tiempo y modificar su conducta ante la propia extinción provocada de su base de sustentación y de su propio medio.
Pedro Prieto
Navidades de 2012.