Partamos de una premisa esencial: Jesús sólo tuvo una naturaleza, la humana . Ontológicamente hablando es imposible que el rabí judío de corte fariseico-liberal que vivió y murió en la Palestina del siglo I y la criatura co-sustancial y co-eterna con Dios, que describe Pablo, Saulo de Tarso, y sentencia el concilio de Nicea, sean la misma criatura: Jesús de Nazaret, o el nazareo como aparece en otras fuentes.
Ese salto entre el Jesús de la historia y el de la fe, siguiendo a Bultmann, no es un producto de un milagro, ni de la intervención del Dios del Antiguo Testamento, sino que es una fabricación eclesiástica post-pascual, una invención teológica-mítica hecha por cerebros humanos y que no guarda relación alguna con el Jesús terrenal, el Jesús kata sarka del que reniega Pablo en II Corintios :” y si a Jesús lo conocimos en la carne, ya no lo conocemos más así”.
El Jesús de Pablo, Jesucristo, es una elaboración hecha a partir de la reinterpretación de las antiguas Escrituras y de las visiones de Pablo, como así reconoce él mismo en I Corintios 15 1-4. Aquí el Kerygma está fijado no de acuerdo a testimonios, sino a la interpretación de las mismas escrituras. Exégesis que coincide con el pasaje de Lucas 24:13-35 , en el que el mismo Jesús resucitado explica, a la luz de las escrituras, su misión a unos incrédulos peregrinos ,que tenían en mente a un Jesús bien distinto encargado de liberar políticamente a Israel.
El objetivo principal tanto de Pablo como de los autores de los evangelios, que son paulinos, es el de despolitizar y reinterpretar el mesianismo político, en el caso de los evangelistas luego de la destrucción de Jerusalén y su Templo por las legiones de Tito ( 70 DC). Efectivamente, haber reconocido el caracter mesiánico revolucionario de Jesús y el militante de sus seguidores habría supuesto, no sólo negar la fantasía teológica de Pablo, sino que se acusara a los primeros cristianos de revolucionarios zelotas contra el Imperio.
Por eso, cuando unos 40-50 años después de la muerte de Jesús se escriben los evangelios, se hace mandatorio reinterpretar , con la fantasía paulina como guía, la tradición muy fuerte y arraigada de aquel Jesús muy judío y predicador de un mesianismo escatológico y un reino de los cielos para las clases proletarias. Sin embargo, como ya fue demostrado por William Wrede (“Das Messiasgeheimnis in den Evangelien”,1901) el autor del evangelio de Marcos, el primero de los cuatro en ser escrito, tiene que acudir a un inverosimil artificio literario, el llamado “secreto mesiánico” para explicar por qué no hay rastro en el Jesús histórico que indique que asumiera realmente la figura de un mesias fracasado, torturado, crucificado y resucitado. Más bien encontramos todo lo contrario, un Jesús que espera el auxilio de Dios en el Monte de los Olivos para derrotar a los romanos y expulsarlos de la tierra de Israel, condición requerida para la instauración del reino de Dios y la primacia de Israel sobre el resto de las naciones. Esto es lo que se creía en la época de Jesús tomando la profecia del libro de Zacarias (Zacarias 14:4), ni rastro de un Mesias fracasado, el siervo de Dios en el Deutero-Isaias se incorporaría luego de varias generaciones de constantes reinterpretaciones.
Seguimos aquí a Antonio Piñero, Gonzalo Puente Ojea y E.P. Sanders que en sus investigaciones llegan a la conclusión de que la última cena no fue eucarística, sino de esperanza ante la inminente venida del Reino, venida que sería precipitada por la acción de Jesús y los suyos en el Monte de los Olivos, añadimos nosotros. Y efectivamente, la cena eucarística no es mencionada más que en los sinópticos que toman como fuente original nada más y nada menos que el pasaje I Corintios:11: 23-27 donde Pablo afirma que la historia de la eucarístia la recibe del mismo Jesucristo en visiones (sic!). Por el contrario, en las fuentes judeocristianas como la Didaché e incluso los mismos Hechos de los Apóstoles y el evangelio de Juan no hay mención a celebración eucarística alguna. Con lo que concluimos que el sacramento inventado por Pablo era una burda copia del existente en las religiones mistéricas de su época , donde el fiel participa de la esencia de su Dios comiéndolo (Teofagia) . Algo del todo aberrante para un judío, empezando por el mismo Jesús.
Item más, tampoco se comprende la acción de Jesús de purificar el Templo si con su sacrificio personal , asumido ritualmente en la Eucaristía, dinamitaba el centro de culto sacrificial que era ese mismo templo. De hecho los propios discípulos de Jesús, empezando por su hermano, Santiago, siguieron practicando los sacrificios en el Templo y siendo fieles observantes de las leyes judias, algo incomprensible si la cena eucarística, tal y como la describe Pablo, hubiera tenido realmente lugar.
La obra escrita por el paulino Lucas, Los Hechos de los Apóstoles, es un intento literario de conciliar los puntos de vista sobre Jesús radicalmente opuestos de Pablo con el mesianismo escatológico y político de los de Jerusalén, de la misma forma que los Evangelios tienen como objetivo propagandístico el de conciliar el Jesús judío con el Jesucristo mítico paulino. Sabemos por las investigaciones de Steve Mason (“Josephus and Luke-Acts”,1992) que Lucas copió de las obras de Flavio Josefo (Antiguedades y Guerra Judía) estilo y contenidos, ya que realmente Lucas no había sido jamás testigo de los hechos que narra, ni había estado presente en los lugares históricos donde aquellos ocurrieron. Su objetivo era el de probar que Pablo no fue jamás un cismático, ni un hereje rechazado de pleno por la congregación de los seguidores del Jesús histórico en Jerusalén,sino que al contrario, su doctrina fue aceptada de inmediato por aquellos. Sin embargo en Gálatas la misma historia y los mismos personajes en la perspectiva de Pablo tienen significados muy diferentes: ni Pablo revela toda su doctrina a los de Jerusalén, sino las partes menos conflictivas de aquella, ni la armonía es la nota dominante en las relaciones. De hecho la amonestación verbal a Pedro por parte de Pablo refleja lo que iban a ser las relaciones cada vez mas tensas entre ambas congregraciones hasta la ruptura: al final los de Jerusalén lograron saber, por informantes, las aberraciones que predicaba Pablo, y como este mismo constata en sus epístolas, no cesaron de intentar sabotear, muchas veces con éxito, y de denunciar el falso evangelio de Pablo en las comunidades fundadas por este.
Los de Jerusalén continuaron en el punto donde Jesús lo había dejado: esperaban su retorno, que infirieron de la interpretacion -sui generis- de las escrituras y no porque Jesús les hubiera hablado de ello en vida, para instaurar de una vez por todas el Reino de Dios predicado, un Reino de Dios que, como anunció el mismo Jesús, revestía caracteristicas palingenéticas: la creación de un mundo nuevo inmensamente fértil, sin rastro de enfermedad para la clase proletaria campesina y artesanal judía, a la que pertenecía el mismo Jesús, y castigo justo para los ricos y la oligarquía política y la romana invasora. Y así fue, cada vez se unian más judios al movimiento mesiánico de los seguidores de Jesús, bajo clero, artesanos y desclasados, justamente aquellos despreciados y una mayoría arruinada por la oligarquía del Templo.
La Palestina del siglo I distaba mucho de ser el Disney-World idílico transmitido por los evangelios. La nota dominante era la de masas depauperadas,de una clase campesina arruinada por las gravosas deudas contraídas con las autoridades saduceas del Templo que llegaron a poseer, producto de una burbuja inmobiliaria de la época, enormes extensiones de tierras de cultivo embargadas, y eso a pesar de la prohibición en el Pentateuco del préstamo con intereses entre hermanos de raza. El odio de la clase proletariada y de pequenos propietarios arruinados hacia su propia Casta dirigente, aumentó si cabe más con la ocupación romana del territorio. EL colaboracionismo entre el partido de “derechas”, que eran los saduceos, y el invasor romano se reflejaba en todos los ambitos administrativos y políticos: imposición fiscal brutal, ahora había que pagar impuestos también a los romanos, tareas policiales y judiciales conjuntas, como se refleja en el apresamiento y juicio de Jesús, aspiraciones económicas iguales.
Es contra esta oligarquia saduceo-romana contra la que se levanta Jesús y su movimiento, al que se unen algunos miembros de ese partido más de “izquierdas” llamado el de los fariseos. Hay que entender que en esa época la revolución política era inseparable de la Religión, ambas actuaban unidas y dotaban de ideología unificadora a los diversos colectivos explotados que se agrupaban en la rebelión: la justicia social iba de la mano de la justicia de Dios. No parecía ser Jesús un hombre de armas, aunque tampoco despreciaba el uso de aquellas, siempre y cuando procedieran de Dios mismo (leáse las 12 legiones de ángeles), y eso esperaba si seguimos leyendo a los investigadores S.G.F. Brandon y Jose Montserrat, mientras rezaba en el Monte de los Olivos, que Dios mandase a su ejército de ángeles, de nuevo el profeta Zacarías, para evitar ser apresado por el miniejercito, que de acuerdo al evangelio de Juan, mandan los del Templo y el brutal prefecto Poncio Pilato, e instaurar así el Reino de Dios. Finalmente, como es de sobra conocido, es apresado y crucificado como sedicioso contra la Casta gobernante del Imperio.
Pero Jesús no fue el único, entre los a 7 DC y el 66 DC , los pretendientes a Mesías como Jesús, según nos relata el historiador romanizado Flavio Josefo, fueron unos cuantos, uno el llamado egipcio pretendió emular al mismo Jesús yendo al Monte de los Olivos con sus seguidores para contemplar como las murallas de Jerusalén se derrumbaban milagrosamente. Los prefectos romanos no se andaban con chiquitas ante estas demostraciones y las disolvían en el acto, manu militari, crucificando a su cabecilla/-s. Especialmente expeditivo era Poncio Pilato, según nos refieren Flavio Josefo y Filón de Alejandría, no tenía ningún miramiento en cuanto a aplastar, incluso preventivamente, cualquier amago de reunión de gentes. De hecho su caracter sanguinario copó con la paciencia del mismo Calígula, que lo destituyó de su cargo, luego de las protestas de los judíos ante la matanza que Pilato ordenó en el monte de Gerizim. Es decir, no se sostiene la imagen de un Pilato dudando y titubeando ante un Jesús mesias que nos da los evangelios, su decisión al respecto tuvo que ser expeditiva y brutal. Una vez más la propaganda de los evangelios pretendió disminuir la grave acusación que llevo a Jesús al cadalso: ser un revolucionario político contra la casta gobernante.
Flavio Josefo, desde luego, no tenía mucha simpatía ni por Jesús ni por los otros 7-8 pretendientes a Mesias que describe en sus Antiguedades. Su conversión a la cultura romana, luego de traicionar a los suyos y pasarse al bando ganador romano, le hacía especialmente crítico con la deriva que tomó el mesianismo en Judea y que llevó al levantamiento Judio en el 66 DC. Para él, Jesús fue un factor que colaboró en esa revolución proletariada que fue reprimida por las legiones romanas con la dureza propia de un genocidio. Origenes, en el siglo III DC , tuvo que leer el célebre pasaje original de Josefo,sin haber sido alterado aún, en el que se refería a Jesús (la forma actual es debida muy probablemente a Eusebio de Cesarea que cita el Testimonium Flavianum por primera vez en su “Historia de la Iglesia”). Pues bien, Clemente de Alejandría afirma que Josefo no creía en Jesús. Ciertamente Josefo había incluido a Jesús en una lista de personajes dañinos que llevaron a la rebelión contra los romanos.
Este Jesús tremendamente revolucionario y que muere en Jerusalén por una causa proletaria, quitando su componente religioso , se nos antoja como un personaje muy atractivo en la España actual, que como la Palestina de su época, padece una oligarquía política, una casta en toda su extensión que cruje y sacrifica a su pueblo sin miramientos, pactando con oligarquías extranjeras alla romana. El Reino de Dios lo es hoy el de la Libertad Política, que el pueblo español debe conquistar para hacer realidad finalmente, 2 milenios después, lo que aquel gran hombre pretendió conseguir para su pueblo y que le costó la vida.
Hola Pepe, hola a todos…me ha sorprendido gratamente este post…soy seguidor adicto a casi prácticamente todos vuestros maravillosos audios desde el principio (aprovecho para felicitaros y agradeceros sinceramente vuestra dedicación y compromiso por el bien común de la sociedad…¡Soís los mejores!)
Ya hace algunos años que creo que la historia que nos han contado es más falsa cuanto más antigua…Es como una condensación de siglos y siglos de los telediarios actuales…La biblia actual y en particular el “nuevo testamento” o “evangelios” fueron redactados en el siglo IV y el cristianismo fue impuesto oficialmente desde entonces sin tregua ni piedad alguna…Jesús no vivió en el siglo I en Judea ni mucho menos era judio…Jesús existió pero varios miles de años antes, en tiempos del Diluvio Universal y fue Él quien escribió la “Bibele”, el libro por excelencia que dió lugar a las tres religiones monoteistas: Cristianismo, Islamismo y Judaismo,en su mayor parte adulteradas muy interesadamente, mezclados con cuentos y leyendas egipcias principalmente…(incluso también dió lugar a la mayor parte del resto de creencias más o menos acertadas y adaptadas que existieron y existen en Asia y Europa y algunas de América…)La Historia es muy diferente a lo que sabemos en general…en realidad hubo siempre un enfrentamiento entre dos razas principalmente: la blanca (Bere) y la amarilla (Paios)…de hecho, si os fijais, la mayor parte de los europeos son mestizos de esas dos razas…al igual que en el norte de Africa (donde hay también algo de mezcla con la raza negra), y Asia Central.
De hecho, la invasión de Roma por parte de los “Bárbaros” y la invasión de la Península Ibérica por parte de los musulmanes tienen la misma causa: la indignación y oposición causada por esta nueva religión oficial impulsada por las élites gobernantes y religiosas romanas encabezadas por el emperados Constantino. Los “cristianos” devorados por las fieras en la arena de los circos eran en realidad los que se oponían a esta nueva versión religiosa…Los judíos nunca aceptaron a este Jesús judío, siguen esperando su llegada…En realidad han pasado bastantes miles de años desde el Diluvio (algo más de 12.000 años) y también desde la aparición de Alejandro Magno, quien fue la segunda encarnación de Jesús (Iezus) y derrotó a los amarillos (Paios) en Europa y Asia…como estaba escrito…en América ocurrió lo mismo pero gracias a un enviado de Alejandro que actualmente se conoce en México como “Quetzalcoatl”, (el misterioso guerrero de raza blanca con barba que tanto intriga a los arqueólogos).
Del mismo modo creo que falta muy poco para su tercera y definitiva venida…el llamado “Juicio Final”…(No hay dos sin tres, a la tercera es la vencida).
Si alguien tiene interés en esta versión del pasado y del muy posible próximo futuro, puede profundizar leyendo el libro de Alexander Eleazar “Los Bere”…
Gracias nuevamente por vuestro esfuerzo y mantener aún viva mi poca fe en el “género humano” hoy día…muy cordiales saludos.
Gracias a ti IBERIKO por escucharnos y leernos. Y hay muchísima gente más como nosotros, mucha. Pero quienes están ahí arriba siguen siendo los mismos que los de la Palestina del siglo I.
Un saludo
jamas se deberia olvidar el reino de dios nace de un acto de deseo del bien a los demas, no es solo revolucion cosustancial al derecho presente en uno mismo, (no creo que jesus defendiese a los proletarios, pues eran el mismo estigma y la misma avaricia que les apresaba en ser subditos)
E identicamente, sucede que ese “animadvertere” de la persona forma y tiene forma en la propia naturaleza del espiritu santo que nos revela un principio de bien comun y si de valor comun, no de cohabitacion de castas o pueblos.
En la doctrina de jesus tal vez el concepto mas valioso es el de semilla que da fruto, dentro de la no negacion de todo lo demas, pero que sirve a los demas como alimento verdadero frente a lo demas.