Cuando somos pequeños, mamá o papá a veces nos leen algo antes de acostarnos. Tenemos ese ansia de irnos para cama con una fantasía nueva. Y, la verdad, es que ese ansia apenas se evapora a medida que nos vamos haciendo mayores. Si además la historia tiene un superhéroe como protagonista, la trama se anima porque el que más o que menos se identifica con él y con su capacidad de cambiar el mundo…para mejor.
Pero luego nos dicen que no nos engañemos, que nadie volverá a nuestra cama a contarnos cuentos para dormir, que hay que bajar al mundo real. Y, con estas, mamamos el mundo real, aunque en ocasiones cueste creer que no es otro cuento que nos leen sin posibilidad de réplica. Lo malo es que en la vida real no abundan los superhéroes…y menos hoy en día, con nuestras vidas y los telediarios plagados de villanos y sombras de apocalipsis.
Yo soy de los que creen que son más reales esos cuentos que nos leían nuestros padres que los que vemos en las noticias o los que palpamos en nuestros trabajos. Hoy escuché uno de esos cuentos, lo vi en internet, en la web del superhéroe Impuesto a las Transacciones Financieras, ITF para los amigos.
Son muchas las cosas que he sabido gracias a ITF, pero, por ahora, el cuento no tiene un final feliz. Siempre había pensado que uno era niño, estudiaba, conseguía un trabajo, ganaba su dinero, compraba su casa, se iba de viaje con la pareja o los amigos y hacía realidad sus sueños…hasta que se hacía mayor y cuidaba de los demás. Y que a lo largo de toda esa vida aquello que hacía y conseguía era real.
Sin embargo, hoy apenas tenemos infancia porque ansiamos un objetivo de fama, riqueza y de tener aquello que no existe. Por nuestra mente transita con demasiada frecuencia la palabra “especulación” y la línea entre lo tangible y lo imaginario prácticamente desaparece. Esta no es una historia aislada, sino que es la historia de esos más de 3.000 billones de euros que no tienen ningún soporte real y que multiplican por 70 la dimensión de la economía que existe, que sudamos cada día y que nos da una satisfacción a final de mes en forma de sueldo.
Pero resulta que el sueño no es ese juego macabro de apostar con el dinero que no existe y que además no devuelve su recompensa a la sociedad a través de tributos. No, el sueño es cobrar un sueldo digno y humilde por trabajar más horas de las legales, o al menos eso es lo que nos dicen los mandatarios mundiales antes de que nos vayamos para cama cada noche.
En este cuento, el poder de los villanos es ilimitado: ningún país puede hacer frente a un oligopolio que maneja casi cien veces más dinero, aunque sea irreal. Por eso necesitamos de superhéroes que ataquen ese flanco débil y mitiguen los efectos de las armas nocivas de los villanos: prima de riesgo, recortes, austeridad,….Conozco a ITF, pero hay muchos más como él deseando pelear. Y, con estas, me voy para cama un poco más satisfecho.
Foto: Sergio Barbeira